Antes de empezar cualquier reflexión, conviene concentrarse en dos características salientes de la traducción de este ensayo de Henry Kamen, España y la creación de la Europa moderna. Siglos XVI-XVIII (Espasa, 2024). Primero: no se trata de una novedad; el libro fue publicado originalmente en 1999 y vio de nuevo la luz, corregido y aumentado, en 2021. Segundo: el título con el que Espasa lo ha impreso nada tiene que ver con el original inglés, que es Early Modern European Society 1500-1750. Como puede apreciarse, esa España que campea en la cubierta es un guiño que la editorial barcelonesa concede al marketing y a la moda. Son muchos, quizá demasiados, los libros de historia que contienen esa España no tanto como objeto meditado y crítico de sus reflexiones historiográficas, sino como banderín de enganche, como reclamo para una comunidad lectora que en nuestro país está cada vez más desorientada ante la avalancha de publicaciones que tienen como protagonista principal su pasado –con particular atención, dejando de lado la maldita Guerra Civil, a una Edad Moderna que se entiende como forja de la nación de manera teleológica…
No es este el lugar en donde reflexionar sobre todas las contradicciones y contraindicaciones que este tipo de estrategias (marcadas a menudo por voluntades políticas explícitas, muy alejadas del mundo de la historiografía profesional) están provocando sobre la alta divulgación histórica en lengua española. Se podrían comparar las mesas de las novedades en ensayo histórico de España con la de sus países vecinos y entonces podrían verse algunos de esos costurones, cada vez más deslabrados, pero, desgraciadamente, ese es un ejercicio que casi nadie está dispuesto a realizar.
Ninguna de estas consideraciones va en menoscabo de los contenidos del libro. Se trata de advertir a quien quiera leerlo de un curioso caso: que el volumen comprado (o tomado en préstamo) no contiene lo que el título promete.
¿Y qué es lo que contiene?
Básicamente un manual de historia social de la Europa Moderna, con todos sus méritos y todos sus límites. Entre los primeros cabe destacar el ambicioso fresco que sus páginas componen. El abanico de temas que el ensayo afronta es enorme, muy en la línea de la tradición académica británica: de las identidades locales al ocio; de las formas del disciplinamiento moral salidas de la Protesta y de Trento a las diferentes experiencias de la marginalidad social y económica; de la búsqueda de la conciencia de cada individuo al carácter de la gobernanza, tanto por parte de las autoridades centrales (reinos y señoríos) como de las elites intermedias activas en las villas, burgos y ciudades de una Europa rota por la guerra; de las dificultades económicas (hambrunas, crisis demográficas); de los problemas conceptuales para definir qué era entonces Europa (su dimensión geográfica, su carácter moral y cultural); del papel de la mujer y de las divisiones de género en la construcción de las identidades privadas y de los discursos públicos.
Todo ello sin olvidar aspectos culturales (algunas páginas se dedican al fenómeno de la invención de la imprenta y, más tarde, de los periódicos) o cuestiones tan debatidas y complejas como la proyección global de los europeos durante los siglos XVI-XVIII, ahora tan de moda bajo la locución “Primera Globalización” –con la que mis colegas de Historia Antigua no están de acuerdo, y con razón, sea dicho de paso–. Tampoco gustará en ciertos ambientes (bienvenido sea) el hecho de que se hable de colonias españolas en el continente americano a pesar de que en otras páginas se pongan de relieve los significados políticos y sociales de avatares tan ligados a nuestra cultura como Fuenteovejuna.
Los límites del libro son los propios de este tipo de publicaciones en las que, sobre un espacio reducido de páginas, se quiere hacer mención de todas las complejidades sociales de un continente en fermento, protagonista de una expansión violentísima y de laceraciones internas no menos dramáticas. En sus páginas desfilan cientos de ejemplos de cada tema, lo que obliga a continuos saltos geográficos y cronológicos que pueden acabar desorientando más que ilustrando los temas que se interpretan en cada momento.
De igual modo, a muchas de esas materias se les puede dedicar solo una atención fugaz. Baste un ejemplo: el fenómeno cultural del Grand Tour se resume en cuatro páginas, que se despachan subrayando algunos clichés que deben ser abandonados, como el de la escasa participación en el mismo de viajeros españoles. Existen también errores menores. Me concentraré en uno, por ser yo natural de aquellos valles: el árbol de Guernica nunca fue el lugar de reunión de una asamblea nacional vasca (p. 35) –el roble y la casa de Juntas tuvieron significación política para las anteiglesias y villas de la sola Vizcaya, lo que no es poco…
Una ultima consideración. ¿Y España? ¿Qué papel juega en todo esto? El mérito del ensayo de Henry Kamen está en interpretar su evolución histórica en el contexto del resto del continente europeo, con sus luces y sus sombras; en recordar que sus avatares militares, económicos y demográficos seguían ritmos y lógicas típicas de la Europa preindustrial, una Europa controlada en parte desde el alcázar de Madrid y disciplinada en la guerra, en la industria y en el comercio (a veces) contra esa misma monarquía, tan madrileña. En suma: Spain was not different.
Tomado de https://letraslibres.com/
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