¿Es América varonil otra vez todavía?

¿Es América varonil otra vez todavía?

Tomado de https://feeds.nbcnews.com/msnbc/public/news

Tras la segunda investidura del presidente Donald Trump, una ola de voces conservadoras, incluyendo a Mark Zuckerberg, celebraron un retorno a la masculinidad tradicional. The New York Times incluso describió a la nueva administración como «by bro». Esta declaración sorprendió a muchos, provocando preguntas sobre la naturaleza de esta masculinidad recién definida. La autora, feminista, expresa desconcierto ante esta repentina redefinición, cuestionando si el machismo exagerado de Trump representa realmente una masculinidad genuina.

Este «retorno a la masculinidad», sin embargo, parece estar acompañado de comportamientos desconcertantes. La autora explora varios ejemplos:

  • Irresponsabilidad económica: Fox News intentó enmarcar las políticas económicamente dañinas del Presidente como una muestra de fuerza masculina, sugiriendo que la dificultad de alguna manera equivale a masculinidad. Greg Gutfeld incluso especuló que los aranceles proporcionarían un «aumento definitivo de testosterona».
  • Incompetencia matemática: Las fórmulas económicas utilizadas para justificar los aranceles de Trump estaban plagadas de errores, revelando un malentendido fundamental de la economía básica. La autora señala que el American Enterprise Institute encontró que los resultados de la fórmula fueron cuatro veces más altos de lo que deberían haber sido, destacando un nivel de incompetencia que contradice la imagen de un liderazgo masculino competente.
  • Deshonestidad y engaño: Trump y sus asociados son acusados de deshonestidad generalizada, incluyendo acusaciones de hacer trampa en el golf y posible tráfico de información privilegiada relacionado con el anuncio de pausas en los aranceles. La autora cuestiona si tal comportamiento se alinea con la imagen idealizada de la integridad masculina.
  • Comportamiento susceptible y vanidoso: La autora cita ejemplos de las reacciones susceptibles de Trump a las críticas, incluyendo su demanda de la eliminación de un retrato poco favorecedor y sus afirmaciones exageradas sobre su altura y peso. Esto contrasta fuertemente con la imagen de una figura masculina segura y confiada.

La autora argumenta que si bien ni la masculinidad ni la feminidad deben definirse o controlarse rígidamente, la obsesión del Partido Republicano con el género es hipócrita. Las campañas de Trump lo posicionaron con éxito como la encarnación de una masculinidad pasada de moda, contrastándose con sus oponentes femeninas. Sin embargo, el caos subsiguiente y las acciones cuestionables de la administración plantean serias dudas sobre si esta masculinidad idealizada es realmente deseable o incluso coherente. La autora concluye abogando por un retorno a una forma de masculinidad más sensata y responsable, sugiriendo un enfoque de «Hacer que los hombres actúen normalmente de nuevo».

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