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México eligió a su primera mujer presidenta en la historia: Claudia Sheinbaum, y también otorgó a Morena la mayoría calificada en el Poder Legislativo
Texto: Alejandro Ruiz
Fotos: Duilio Rodríguez, Isabel Briseño y Jesús Almazán
CIUDAD DE MÉXICO. – Con la bandera de México a sus espaldas, Claudia Sheinbaum dijo sus primeras palabras como la primer mujer en ser electa presidenta en este país:
«No llego sola, llegamos todas. Con nuestras heroínas que nos dieron patria, con nuestras ancestras, nuestras madres, nuestras hijas y nuestras nietas».
Horas más tarde, enlistó a algunas de estas heroínas: Sor Juana Inés de la Cruz, Gertrudis Bocanegra, Josefa Ortiz de Domínguez, Leona Vicario, Margarita Maza, Agustina Martínez Heredia, Dolores Jiménez y Muro, Matilde Montoya Lafragua, Sara Pérez Romero, Carmen Serdán Alatriste, Juana Belén Gutiérrez Chávez, Elvia Carrillo Puerto, Hermila Galindo.
Su victoria, respaldada por al menos 35 millones de votos, fue contundente: 30 puntos arriba de la candidata opositora, Xóchitl Gálvez, en una votación que contó con la participación de más del 60 por ciento de un padrón electoral de 98 millones de personas.
«Vamos a seguir haciendo de México cada día un país más justo, democrático, libre, soberano, para seguir construyendo la grandeza de nuestra patria. Ténganlo por seguro: estaremos a la altura de nuestra historia y a la altura del generoso y gran pueblo de México».
La vara está muy alta, y Claudia Sheinbaum lo sabe. La vara se llama Andrés Manuel López Obrador y su proyecto de la Cuarta Transformación.
Avanzar con la Cuarta Transformación
Los casi 35 millones de votos que recibió Claudia Sheinbaum son, indudablemente, producto de la gestión del actual presidente Andrés Manuel López Obrador.
Sheinbaum lo sabe, y por eso, en su primer mensaje como presidenta electa se comprometió a continuar con la ruta que trazó el tabasqueño: fortalecer un estado de bienestar y paliar las desigualdades sociales en la población.
También, refrendó su compromiso por continuar con los megaproyectos de infraestructura, y consolidar el pase de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional.
«Quiero agradecer a millones de mexicanas y de mexicanos que decidieron votar por nosotros en esta histórica jornada para avanzar con la Cuarta Transformación de la Vida Pública de nuestro hermoso país. Es el reconocimiento del pueblo de México a nuestra historia, a los resultados, a la convicción y a la voluntad, pero, sobre todo, es el reconocimiento del pueblo de México a nuestro proyecto de nación».
Fue una votación masiva, la gente se volcó a las calles. En algunos lados, inclusive, hicieron falta las boletas. Pero eso no detuvo a la militancia obradorista, y a millones de personas que, sin ser de Morena, decidieron dar un voto de confianza a la Cuarta Transformación, sin que pesaran las contradicciones que ella acarrea.
Un ejemplo de esto es la votación en la renovación del Poder Legislativo, donde Morena y sus aliados (PT y PVEM) alcanzaron la mayoría calificada en la Cámara de Diputados, y se quedaron a sólpo 4 curules de lograrlo en el Senado. El Plan C ahora será una realidad, y ese cheque en blanco conlleva una gran responsabilidad.
Sheinbaum lo recordó:
«Me comprometo con ustedes a llevar a México por el sendero de la paz, la seguridad, la democracia, las libertades, la igualdad y la justicia. Me comprometo con ustedes a gobernar con humildad, pero con una profunda responsabilidad».
Ahora toca cumplir.
24 horas al filo de la navaja
En toda la historia de la calle Durazno, del pueblo de San Andrés Totoltepec, Tlalpan, jamás había habido tanta prensa reunida. De hecho, a riesgo de equivocarme, creo que en esta pequeña callecita de la Ciudad de México nunca había llegado un reportero.
Pero este 2 de junio fue la excepción, y por un momento, unas horas, los ojos de todo el mundo estuvieron ahí.
Desde las 10 de la noche de un día antes, fotógrafos y camarógrafos de medios nacionales, locales e internacionales apartaron con sus mochilas un lugar frente a la única casilla que se instaló en esa calle. Todos, apilados en un pequeño templete, fueron con un solo objetivo: ver votar a la futura presidenta de México.
La cita era a las 8 de la mañana, cuando la casilla apenas abriría. Claudia Sheinbaum llegó casi a las 10 de la mañana.
En cuanto bajó de su automóvil la gente, sus vecinos, le gritaban consignas de apoyo. Una vecina, inclusive, le dijo: «Confío en tu proyecto». Sheinbaum no respondió, sólo sonreía.
Más tarde, en el zócalo de la República, le dijo a miles de mujeres que como ella, confían en que continuará con el legado de López Obrador:
«Venimos de lejos, este triunfo no es de ahora, se lo debemos a muchas y muchos que han luchado por nuestra patria, por las libertades y la justicia; a hombres y mujeres que han dado su vida por nuestro país, a movimientos sociales, obreros, estudiantiles, médicos, de maestros, de campesinos, de mujeres. Y gracias también, espero que nos esté escuchando, a un hombre que nunca se venció, nunca se cansó de dedicar su vida a la justicia y a su pueblo. Presidente, escribiste un libro recientemente que titulaste “Gracias”. Desde aquí te decimos, presidente: ¡gracias! Es un honor estar con Obrador».
La tensa calma
Este 2 de junio, en realidad, Claudia Sheinbaum no habló mucho. Al emitir su voto, por ejemplo, solo dijo: «¡Que viva la democracia». Y después, el silencio.
Todo, aunque desde las 6 de la tarde su partido, y las encuestas de salida, le daban una ventaja de más de 30 puntos sobre su rival, Xóchitl Gálvez.
Todos, la radio, la televisión, los intelectuales de la oposición. Todos, la daban ganadora. Menos la autoridad electoral, quienes 6 horas después dijeron lo que todos sabían: Sheinbaum será la próxima presidenta de México.
El escenario de este drama fue el piso 4 del Hotel Hilton Inn, en la Ciudad de México. Ahí, entre 6 mil periodistas de todo el mundo, la dirigencia del partido deambulaba nerviosa, tal vez, recordando los fantasmas del fraude electoral.
«Parece una pasarela del próximo gabinete», dijo una colega. Y parece que no se equivoca, pues el desfile de personalidades incluía a los exministros Arturo Zaldívar y Olga Sánchez Cordero; al dirigente nacional del SNTE, Alfonso Cepeda; o al exsecretario de gobierno Federal, Adán Augusto López.
De forma más discreta, aunque con una funda de celular con una calcomanía con su rostro, un tímido Marcelo Ebrard apenas y decía palabras.
Su semblante cambió cuando Guadalupe Taddei, presidenta del INE, confirmó la noticia que ya todos sabíamos: Claudia Sheinbaum había vencido a Xóchitl Gálvez.
La noticia corrió rápido, y casi de forma inmediata el presidente López Obrador reconoció y felicitó a Claudia Sheinbaum por su victoria. «Tendremos la primera mujer presidenta en la historia de México, la primera en América del Norte, y la mujer más votada», dijo.
Después, tímido, dijo que hablaría más sobre el tema durante sus conferencias matutinas. Minutos después, Claudia Sheinbaum confesaría que el presidente le llamó por teléfono para felicitarla en privado.
Sus siguientes palabras fueron, y concluyen y abren un nuevo ciclo en la historia de México:
«Por primera vez en 200 años de la República, me convertiré en la primera mujer presidenta de México».
Periodista independiente radicado en la ciudad de Querétaro. Creo en las historias que permiten abrir espacios de reflexión, discusión y construcción colectiva, con la convicción de que otros mundos son posibles si los construimos desde abajo.
Tomado de https://piedepagina.mx/
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