La terminación de la financiación federal de Radio Free Europe/Radio Liberty (RFE/RL) es un golpe devastador a la integridad periodística y al compromiso de Estados Unidos con la democracia global. Esta decisión, enmarcada como una medida de reducción de costos, silencia efectivamente una voz vital para aquellos oprimidos por regímenes autoritarios y deja un vacío enorme en la lucha contra la desinformación.
Mi experiencia en RFE/RL, comenzando en 2003, estuvo marcada por la cruda realidad del «muro de héroes caídos»—periodistas asesinados por informar la verdad. El asesinato en 2006 de Ogulsapar Muradova, una corresponsal de RFE/RL en Turkmenistán, destacó brutalmente los riesgos que enfrentan estos periodistas. La muerte de Muradova, marcada por la tortura y la falta de justicia, subraya el papel crítico que desempeña RFE/RL en la exposición de los abusos de poder donde se suprime la información independiente.
Durante casi 75 años, RFE/RL ha sido un faro de verdad en regiones dominadas por el autoritarismo, desde la era soviética hasta los regímenes contemporáneos en Asia Central, Rusia, Irán y más allá. Sus informes han expuesto la corrupción, contrarrestado la propaganda estatal y proporcionado una plataforma para los ciudadanos silenciados por sus gobiernos. El impacto del periodismo de investigación de RFE/RL es innegable: escuelas reparadas, electricidad restaurada, crisis sanitarias evitadas—todo gracias a la exposición de las fallas del gobierno. Incluso se informó que el presidente turcomano estaba al tanto de las transmisiones de RFE/RL, un testimonio de la influencia de la organización.
El recorte presupuestario anual de $142 millones—una suma empequeñecida por el costo de un solo avión de combate F-35 o incluso dos lanzamientos de SpaceX Falcon 9—representa una decisión sorprendentemente miope. Esto es especialmente cierto considerando el alcance de RFE/RL: 47.4 millones de personas semanalmente. El argumento de la reducción de costos ignora el invaluable retorno de la inversión en términos de promoción de la democracia y contrarrestar la influencia de los estados hostiles.
El llamado de Elon Musk para el cierre de los medios financiados por Estados Unidos allanó el camino para esta decisión, destacando la vulnerabilidad del periodismo independiente a las voces poderosas. Las consecuencias son terribles. El vacío dejado por RFE/RL no será llenado por el periodismo independiente, sino por la propaganda de Rusia, China, Irán y los talibanes.
Esta acción contradice directamente los objetivos declarados de la política estadounidense sobre la libertad de expresión y socava los mismos ideales que Estados Unidos afirma defender. Abandona a periodistas como Ihar Losik (Bielorrusia), Vladyslav Yesypenko (Ucrania), Farid Mehralizada (Azerbaiyán) y Nika Novak (Rusia), que permanecen encarcelados por su trabajo. También pone en peligro las visas de numerosos periodistas de RFE/RL, Voz de América y Radio Free Asia, dejándolos vulnerables y potencialmente apátridas.
El silencio de quienes alguna vez elogiaron el trabajo de RFE/RL es ensordecedor. Esto no es simplemente un recorte presupuestario; es una retirada estratégica de la lucha por la democracia global, un regalo a los regímenes autoritarios y una traición a los periodistas que arriesgan sus vidas para informar la verdad. El costo lo pagarán millones de personas que se quedarán sin voz, y las consecuencias se sentirán durante generaciones. Esta decisión no es solo un error; es una abdicación histórica de la responsabilidad de Estados Unidos en el escenario mundial.
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