El país ha comenzado a realizar la sustitución de importaciones de Asia para fortalecer la cadena de suministro automotriz de América del Norte. Y es que el 80% de las autopartes que se producen en México se envían a EU para el ensamble de autos nuevos.
A partir de la celebración de los tratados de libre comercio, tanto en el sector académico nacional como latinoamericano, se ha insistido en la necesidad de tener una política industrial que tenga como base una orientación exportadora, otra de sustitución de importaciones que corrija las distorsiones se la apertura comercial y políticas de desarrollo productivo. También una orientación a la competitividad asociada a un modelo macro de crecimiento con estabilidad.
Con el T-MEC y decisiones políticas de Estados Unidos han surgido nuevos problemas que cuestionan el funcionamiento del tratado.
Una es la tensión provocada porque México y Canadá rechazan la rígida interpretación de Estados Unidos de las reglas de origen contenidas en el tratado. Ante ello nuestro país ha comenzado a realizar la sustitución de importaciones de Asia para fortalecer la cadena de suministro automotriz de América del Norte. Y es que el 80% de las autopartes que se producen en México se envían a Estados Unidos para el ensamble de autos nuevos.
Otro problema es la intención del gobierno de Estados Unidos de incrementar los incentivos fiscales para la producción de autos eléctricos en su país. Ello significa un desafío a la industria automotriz mexicana para realizar una impostergable innovación. El gobierno canadiense ha propuesto alternativas para evitar controversias con Estados Unidos.
Independientemente del litigio de estos asuntos, es una presión porque Estados Unidos puede acabar con los lineamientos del T-MEC. En esta tesitura, está también la opinión de la Secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet Vellen, que ha reconocido que “La dependencia de Estados Unidos a las cadenas de suministro extranjeras ha demostrado ser una vulnerabilidad (…) es posible que sean necesarias políticas proteccionistas”.
Ante estos peligros, Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, retoma planteamientos que son de una oportunidad indiscutible. Dice “México requiere de una política industrial activa que fortalezca su capacidad para enfrentar los nuevos retos comerciales y tecnológicos”.
Ello significa un conjunto de medidas de política industrial que ya emplean países emergentes exitosos, como por ejemplo inversiones públicas a favor de la competitividad sistémica; apoyos tecnológicos y ambientales; un uso efectivo del poder de compra del sector público; una congruente política comercial internacional y una política financiera que conduzca a la banca comercial y de desarrollo aumentar su financiamiento a la la producción y el particular a las Pymes, no sólo en capital de trabajo, sino sobre todo de créditos y capital de riesgo para la inversión.
Los programas de financiamiento han mejorado, pero distan de ser ambiciosos como son los que hacen los sistemas bancarios de China, India y Brasil, en donde se ha creado una banca de desarrollo fuerte y promotora, apoyada por efectivos intermediarios financieros nacionales.
La política industrial es un instrumento poderoso para incorporar verdaderas políticas anticíclicas fincadas en una estrategia de inversiones públicas y una intervención más activa de la banca comercial y de la banca de desarrollo.

Tomado de https://www.eleconomista.com.mx/
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