Las cinco mentes

Las cinco mentes

“La mente de principiante, otra forma de describir a la necesaria mente del futuro, considera las cosas con la atención de la primera vez, las considera en ellas mismas de manera disciplinada, sintetizada, creativa, respetuosa y ética”....Tomado de https://morfemacero.com/

Ta Megala

 Fernando Solana Olivares

Quince entradas presenta el Diccionario de los símbolos de Chevalier y Gheerbrant sobre el número cinco. Dicho guarismo es signo de unión, representa el centro, la armonía y el equilibrio, alude al principio celeste y masculino, cuyo número es tres, reunido con el principio terrestre y femenino al cual se le otorga el número dos. Simboliza al hombre y también al universo en sus dos ejes, uno vertical y otro horizontal que convergen en un punto central, refiriéndose así al orden y a la perfección, atributos propios de la voluntad divina que se resuelve en su ordenamiento único.

       Los sentidos, las extremidades del cuerpo y los dedos de la mano son cinco, también las formas sensibles de la materia ya que ese número condensa la totalidad del mundo manifiesto, la completud de la vida como se manifiesta para nuestra condición humana. Cinco es el número de la perfección para los mayas y cinco es una cifra fausta para el Islam que la tiene por predilecta. Así, el cinco simboliza la manifestación del hombre, “pues el quinario es el número de la criatura y de la individualidad”.

       Según Pitágoras es el número perfecto del microcosmos hombre/mujer y el pentagrama es su figura secreta. Las llagas de Cristo son cinco y cinco las columnas de la santidad entre los islamitas. La antigua China tuvo cinco colores, cinco olores, cinco notas musicales, cinco planetas e igual número de metales. Los alquimistas buscaron la quintaesencia, y diez veces cinco es un recordatorio, en el salmo cincuenta, del arrepentimiento y el perdón. Cinco son los rostros del dios Shiva y los ornamentos de las iglesias cristianas medievales (el número de palabras de este texto será un múltiplo de cinco).

       Esa es la cifra utilizada por Howard Gardner, psicólogo creador del concepto de la inteligencia emocional, al señalar las características simultáneas y secuenciales que deberá tener la mente humana para vivir en la época digital. Su libro Las cinco mentes del futuro (donde el tiempo verbal futuro corresponde a un presente en estado ya de germinación) analiza un pentaedro de la conciencia que consiste en las siguientes capacidades: 1) La mente disciplinada, 2) La mente sintetizadora, 3) La mente creativa, 4) La mente respetuosa y 5) La mente ética.

       La primera de ellas, vinculada al conocimiento organizado, memorístico, y a la erudición, es característica del siglo anterior y consiste en la acumulación sistemática de saberes especializados. En la hipótesis de Gardner esta clase de mente es importante pero no esencial, ya que no puede competir contra el inmenso bagaje de información de los archivos electrónicos disponibles masivamente a partir del veloz perfeccionamiento ocurrido en la cibernética de unas décadas a la fecha.

       Sin embargo, implica un término ahora poco habitual para la mente común de nuestro momento histórico: la disciplina, la cultura del sacrificio, del empeño repetitivo, del aprendizaje dirigido, es decir, la lucha contra la desatenta imprecisión. Si bien la inteligencia es una facultad que se abstiene, que aprende a decir no, la engañosa democratización del deseo y la exaltación del principio del placer predominantes son elementos contrarios a la noción de la mente como un instrumento del autodominio, como un atributo humano equidistante de la sociedad del espectáculo y del entretenimiento dado que fomentan la desatención crónica e inducen a una permanente indisciplina mental.

       La segunda, la mente sintetizadora, es considerada por Gardner como la capacidad más importante para el futuro porque permite elegir piezas de información antes no reunidas entre sí que al ser sintetizadas por el sujeto en nuevas formas vinculantes, en nuevos significados e interpretaciones entre la multiplicación inconexa de contenidos, de imágenes o datos característicos del “ruido” existente en el mundo actual, logran encontrar y construir sentido para la mente de quien realiza esa tarea. La noción de “curador” proveniente de las artes plásticas —con su doble acepción semántica: elegir a la vez que sanar— describe esta facultad cuya acción primaria es selectiva, excluyente. En términos de Italo Calvino consistiría en “saber qué y quién no es infierno, en hacerlo durar y darle espacio”.

       La mente creadora, un tercer factor enumerado por Gardner, representa aquella posibilidad que permite salir del pensamiento convencional, de la opinión y la creencia personales, del pensamiento recibido, para hacer nuevas y creativas preguntas sobre la naturaleza de uno mismo y sobre las manifestaciones de la realidad. Comprende, paradójicamente, la facultad mental para desagregar o desechar lo que se cree saber, para olvidar lo rutinariamente aprendido y moverse creativamente hacia una nueva originalidad. Significa formular otras preguntas antes que repetir las mismas respuestas. Significa, simplemente, desaprender.

       Las dos mentes finales, la mente respetuosa y la mente ética, completan la urgente necesidad de una nueva conciencia colectiva: el respeto mental como aceptación de la diferencia y la diversidad humanas, el desarrollo de una verdadera empatía con los otros, la consideración de los varios puntos de vista como única vía para la solución de cualquier conflicto; y la actitud ética como el desarrollo de una perspectiva humanitaria a partir de estas nuevas capacidades mentales, la puesta en marcha de una visión integral que permitiría la reconstrucción cultural y civilizatoria basada en la interdependencia y el bien común.

        Una vez más regresa a la pedagogía cognitiva contemporánea aquello que el budismo postula desde hace siglos: la mente es el punto de partida, el punto focal y el punto culminante de lo real. La mente precede a las cosas, las domina y las crea. De ahí sus tres requisitos que al fin son cinco: conocer la mente, tan cercana y a la vez tan desconocida; formar la mente, tan indómita y a la vez tan manejable; liberar la mente, tan esclavizada y a la vez tan libre como puede ser.

       El Dhammapada, una colección de dichos del Buda, comienza promulgándolo: “Todo lo que somos es el resultado de lo que hemos pensado: se fundamenta en nuestros pensamientos, está constituido por nuestros pensamientos”. Y el Maitri Upanisad dirá: “El ciclo de la vida, que llaman el Samsara, no es más que la mente. Mantenla siempre limpia, pues uno se convierte en aquello que piensa”.

       Es toda una tarea llegar a ver el mundo como es. Ningún prejuicio sirve para lograrlo. Por eso la mente de principiante, otra forma de describir a la necesaria mente del futuro, considera las cosas con la atención de la primera vez, las considera en ellas mismas de manera disciplinada, sintetizada, creativa, respetuosa y ética. Las ve inéditas; las vuelve a ver.

Tomado de https://morfemacero.com/