Para Álvaro. A tu padre. Con inmenso cariño.
A lo largo del primer mandato de Trump, abundaron en buena parte de la prensa internacional analogías de su gobierno con las aventuras de Alicia en el país de las maravillas. No en México, ya sea por la ausencia de referencias en nuestro periodismo político, su simplismo, condescendencia o para evitar equivalencias obvias en el escenario nacional. En una ironía temporal favorablemente sencilla, la presencia del Tea Party, aún en las conversaciones públicas, empujaba a ver al personaje del Sombrerero dentro de la Oficina Oval. Finalmente, la naturaleza de la Reina de Corazones hizo más fácil la caracterización del presidente estadounidense. En otra lectura que solo avisa la comprensión dispuesta a confirmar sus propias ilusiones, Jared Kushner lo equiparó con el Gato de Cheshire en una conversación consignada en Rage, un libro de Bob Woodward.
Si bien las historias emblemáticas de Lewis Carroll tienen una lectura fantástica, inmersa en el universo infantil por razones a veces metaliterarias, es claro que los derredores de Trump no alcanzan a entender –lo habitual desde entonces– su origen satírico en el universo de las cortes victorianas. Esta falta de comprensión resulta medianamente replicable para todo asomo autoritario.
Hoy, a causa de la marcha esquizofrénica de los aranceles como gran tema de discusión universal, alusiones a A través del espejo buscan reflejar la lógica invertida en las acciones de la Casa Blanca: la capacidad inaudita de provocar la pérdida de capitales como un logro económico, el aislacionismo que se ofrece de ventana al mundo, la ineptitud más extraordinaria vista como una fortaleza analítica, el ímpetu por demostrar la fuerza de Estados Unidos que arriesga a debilitarlo, etcétera.
No. Seguimos en el primer volumen y su segunda parte se parece más a un fenómeno social que no es exclusivo de Washington.
Cuando Alicia llegó a la fiesta del té, el Sombrerero y la Liebre de Marzo bebían de sus tazas mientras un lirón dormía entre ellos. Cada tanto cambiaban de lugar, con la intención de evitar las tazas usadas. Eventualmente, terminaban ocupando los lugares sucios. Aquella imagen es la del mundo desde hace semanas, con el ir y venir de declaraciones que alguien puede suponer son negociaciones diplomáticas, pero resultan demasiado similares al ofrecimiento de vino por parte de la Liebre a Alicia.
…por más que buscó, no vio en la mesa otra cosa que té.
—No veo ningún vino.
—No lo hay.
La misma escena admite otras analogías a nuestros días. Trump, el Sombrerero y su vicepresidente J.D. Vance convertido en Liebre. Netanyahu es, con sus respuestas previsibles en sus dos visitas, el Lirón a quien quieren meter dentro de la tetera. También Bukele cumple con la personificación. La emboscada contra Zelensky recuerda la ridícula discusión en la que Lirón, Liebre y Sombrerero le aseguraron a Alicia que tres hermanas extraían melaza del pozo donde vivían. Insistieron, si se saca petróleo de un pozo lo mismo ocurre con el dulce. ¡Chist!, ¡chist! Cuando Alicia dijo que tal cosa no existía, vinieron un par de llamados al silencio acompañados de la advertencia por mal comportamiento. Entonces, ella pensó lo curioso de la escena. Hoy, cuando todo es tan curioso.
El Sombrerero, loco aunque Lewis Carroll nunca usó la frase completa para su apelativo, evocaba la demencia producto del envenenamiento por mercurio en quienes manufacturaban aquellos productos utilizando el elemento químico. Su personaje, como otras figuras similares en la literatura, dice algo de las sociedades en las que se desenvuelven.
El loco literario representa sus negativos y defectos, muestra amenazas comunes y señala, por oposición, los límites y el lugar al que no se quiere llegar. Sus rituales son los de sus maneras, ajenas a las de un conjunto, pero todavía suscritas a él. Es la lógica de los procesos la que cambia.
Ninguno de los personajes en la fiesta del té quiere tazas sucias, pero para no lavarlas cambian de silla. El resultado de su estrategia es el eventual fracaso, construido contra la racionalidad de la época. De ahí sus constantes mensajes contradictorios, los del Sombrerero y los del presidente estadounidense. Tampoco importa que lo sean, siempre y cuando el entorno sustituya la lógica normativa por la demencia. ¿Es lo que estamos haciendo?
Al leer Alicia en clave política da la impresión de que cada personaje es susceptible a tener su analogía contemporánea, sobre todo, al mirar a Estados Unidos o a los liderazgos que le evocan en paralelismos diversos o, simplemente, comparten usos. A nadie sorprendería una caricatura de Milei como Humpty Dumpty, el huevo rodante, obsesionado en mostrar que manda y para quien las palabras significan únicamente lo que él entiende, así sea particularmente escaso.
Lo que a primera vista es un problema por el poder de dichos personajes, lo es más cuando rescatamos su función literaria: contienen algo que está en sus sociedades, escribí líneas arriba.
Desde el 6 de enero de 2021, Estados Unidos atravesó al otro lado de su espejo. No fue solo una cúpula la que cambió su lógica al punto de convencerse de que para avanzar debían quedarse en tiempo pasado, en términos predemocráticos y bárbaros, legitimando la violencia y el delito. Si se toma ese punto de partida, no hay sorpresa en las imágenes recientes de Kristi Noem, secretaria de Seguridad Interior, con la cabeza cubierta por una gorra –los sombreros, pues– mientras se ufana por los cientos de hombres con el torso desnudo, presos sin ningún respeto a los derechos humanos en la cárcel de Tecoluca en El Salvador. Ahí, donde está Kilmar Ábrego García, deportado por error. La Suprema Corte estadounidense ordenó que se facilite su regreso. Bukele y Trump rieron. Y no son pocos, en ambos países como en México, quienes ven en esos modos un camino.
Hubo un tiempo en el que el loco era quien no se sometía a Dios. Pasaron siglos, esa locura social es hoy el rechazo a la evidencia, la ciencia y el aprendizaje. Un gobierno que no para de atacar con el presupuesto a instituciones educativas es lo más semejante a ese paso a la sinrazón. Hoy, todavía en su edad, a pesar nuestro.
Allá o aquí, las expresiones son varias. Un gobierno que presume tener el proyecto más democrático del planeta por conducir a la elección de jueces, como ningún otro jamás, no tiene rasgos de originalidad sino de anormalidad. Ningún virtuosismo. Tampoco hay alguno que decida el presupuesto por medio de un juego de piedra, papel o tijera y por eso diga que ahí no hay imposición sino apuesta estadística.
La lógica invertida de A través del espejo es el signo de los tiempos. Somos nosotros. Ellos, nuestro producto. Solo que, a diferencia del mundo de Alicia, no tenemos la barrera fantástica que separe los dos espacios. ~
Tomado de https://letraslibres.com/
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