Administración de los males públicos
Jorge Pech Casanova
El 1 de abril de este año, en el municipio de Chalco, Estado de México, Carlota Alfaro Quintana, de 73 años de edad, privó de la vida con disparos de pistola a Esaú Márquez Cortillo, de 51 años, y a su hijo Justin Márquez Torres, de 19 años. Carlota los acusó de haber invadido una vivienda perteneciente a su familia en la calle Hacienda La Labor, de la Unidad Habitacional Ex Hacienda Guadalupe, en el poblado La Candelaria Tlapala, en Chalco.
Daniela Reyes, nuera del señor Esaú y cuñada del joven Justin, grabó a Carlota Alfaro, junto con sus hijos Eduardo y Mariana Santana Alfaro, llegando en un automóvil de color gris a la entrada de la vivienda que ocupaban los Márquez. Enseguida, Carlota y Eduardo sacaron sendas pistolas para disparar contra Esaú, Justin, una mujer y otro joven, al cual hirieron en ambas piernas.
Justin, alcanzado en la cabeza por el disparo de Carlota, murió casi enseguida, en el porche del domicilio. Esaú, herido por los disparos de la mujer, al ver que otros miembros de su familia intentaban desarmarla, avanzó hacia ella para detenerla, pero fue derribado al recibir otra bala, disparada por Eduardo Santana Alfaro. Seis impactos más de bala en paredes y ventanas de la casa evocan el trágico reclamo.
El señor Márquez Cortillo, de 51 años de edad, falleció más tarde en un hospital a causa de las heridas que le infligieron Carlota Alfaro y su hijo Eduardo Santana.
En cuanto el señor Márquez y el adolescente herido en las piernas quedaron tirados en la calle, Carlota y sus hijos huyeron a esconderse en uno de sus domicilios, ubicado en la calle Rancho El Olivo de la colonia Rancho San Miguel, municipio de San Vicente Chicoloapan.
Capturados, Carlota Alfaro y sus hijos Eduardo y Mariana Santana Alfaro fueron detenidos en el Centro de Justicia de Ixtapaluca, perteneciente a la Fiscalía General de Justicia del Estado de México. Legalmente acusados del doble homicidio, Carlota y sus hijos quedaron luego presos en el Centro Penitenciario y de Reinserción Social de Chalco.
El 4 de abril, el agente del Ministerio Público asignado al caso dio a conocer ante la jueza del penal y los tres detenidos que “el día de los hechos Mariana e increpó a los Márquez: ‘Si no salieron por las buenas, será por las malas’. En el momento en que su madre y su hermano salieron de su vehículo con armas de fuego, Mariana le ordenó a Carlota asesinar a las víctimas: ‘¡Mátalos, mamá, párteles su madre!’. Mariana también ordenó a su hermano Eduardo dispararle al menor de edad”, al que dejaron herido en las piernas.
Mientras se mostraba en redes sociales el doble asesinato, se difundieron todo tipo de falsos informes por las mismas vías, al grado de que en los medios masivos de información, al cubrir el doble crimen, los locutores trataron a Carlota de “abuelita justiciera” pues “mató para recuperar una vivienda de que la habían despojado”.
Numerosas personas aplaudieron en redes sociales (y siguen haciéndolo) la violenta acción de Carlota Alfaro y sus hijos Eduardo y Mariana. Sin importar que se refieran a Carlota como “abuelita sicaria”, sus apologistas festejan la “reapropiación del patrimonio”.
No tardó en difundirse que Carlota Alfaro es madre del ex diputado perredista Arturo Santana Alfaro, detenido en 2019 en Iztapalapa, en la Ciudad de México, por portación ilegal y disparos de arma de fuego. Se dio a conocer que Eduardo, hijo de Carlota y hermano del ex legislador, fue diputado suplente y asesor legal del ahora extinto Partido de la Revolución Democrática. Toda la familia Santana Alfaro tiene antecedentes de violencia —denuncian vecinos— al amparo de sus nexos con el PRD, del cual Arturo ha sido consejero nacional.
Los violentos antecedentes evidencian que Carlota Alfaro y sus hijos, aprovechando sus nexos con políticos, tuercen la ley y cometen crímenes con impunidad.
Por otra parte, también se difundieron informes sobre la pertenencia de los fallecidos a una agrupación de invasores de viviendas que opera con protección de la banda criminal apodada La Chokiza, amparada por el Sindicato 22 de Octubre, al que a su vez apoya el cártel de La Familia Michoacana.
Es decir, tanto los agresores como los victimarios se desprenden de grupos violentos al amparo de partidos políticos, sindicatos amafiados y grupos de la delincuencia organizada. Al parecer, no hay personas inocentes en este conflicto que condujo al asesinato de dos personas por parte de una adulta mayor, cuyos familiares son representantes de un partido político tan podrido que, aunque desapareció, continúa ejerciendo una nociva influencia en la sociedad mexicana.
Desde que se difundió el video del ataque a la familia Márquez, hubo quien intentó disculpar la conducta de Carlota Alfaro Quintana con base en el alegado despojo de la vivienda de su hija Mariana, quien presentó ante el Ministerio Público una denuncia por despojo el 27 de marzo sin aportar títulos de propiedad.
La propia señora Carlota acudió con policías al predio para reclamarlo, pero al no presentar sus títulos, tuvo que retirarse, no sin antes amenazar a la familia Márquez, según atestiguó Daniela Reyes, quien después grabaría el video del asesinato de sus familiares.
En el video se puede ver a Carlota Alfaro Quintana bajándose de su automóvil gris, pistola en mano, dirigiéndose contra Esaú Márquez. Desde el inicio de la grabación, la mujer demuestra total determinación al dirigir el arma y disparar contra el hombre al que acusó de invasión del predio. Ya herido Esaú, su ejecutora tampoco vaciló en disparar al joven Justin, quien intentó proteger a una mujer que acudió a abrazar a su padre. En el acto, el muchacho recibió un tiro en la cabeza.
El gesto de Carlota al disparar tiene perturbadora similitud con el que asumía Isabel Miranda de Wallace cuando acusó falsamente de haber asesinado a su hijo a varias personas a quienes encarceló e hizo torturar. El mismo gesto imperturbable mostró la violenta ex alcaldesa Sandra Cuevas Nieves cuando la atraparon con propaganda negra en sus oficinas y espetó: “¡Ya saben que a nosotros no nos tiembla nada, ni nos da miedo nadie! ¡¿Quién nos da miedo?! ¡¿A quién le vamos a partir su madre?!” La misma frase que empleó Mariana Santana Alfaro para ordenar la ejecución de Esaú y Justin Márquez.
Que mujeres como Alfaro Quintana, Miranda de Wallace y Cuevas Nieves demostrasen ferocidad en ataques contra sus víctimas no asombra; era parte de su estrategia para atemorizar a quien les hiciese frente. Que la población irreflexiva aplauda sus agresiones y abusos en México es lo preocupante, pues evidencia a una parte de la sociedad asumiendo la violencia como recurso para obtener “justicia”. Aplaudir la venganza como medio para alcanzar objetivos nos conduce a un descenso en el mal que debiéramos combatir.
El hartazgo ante la impunidad de que gozan delincuentes, criminales y sociópatas lleva a muchas personas a ver la venganza como medio para alcanzar “justicia”. Debiéramos mirar —en el espejo de la demencial sociedad estadounidense— que la venganza “justiciera” sólo ha llevado a crímenes colectivos contra víctimas injustamente inculpadas. No hay “abuelitas sicarias”. Hay sicarias, a secas, y a las que tienen familiares o amistades en el poder, las solapa la podredumbre de los partidos políticos.
Tomado de https://morfemacero.com/
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