La escritura invisible

La escritura invisible

“Sólo moviéndose contra la inercia, haciendo nada más por el valor de hacer. Buscando sustancias en esta época de tantas sombras y superficialidades teconobrillantes (“a plena luz caminamos a ciegas”), tan energéticamente crepusculares como si siempre fueran a durar”....Tomado de https://morfemacero.com/

Ta Megala

Fernando Solana Olivares

Conocí a un niño que un mes antes de entrar a la escuela enfermó y tuvo que guardar cama. Tenía al lado su flamante mochila con los nuevos útiles y durante esos treinta días se dedicó a leerlos todos. Cuando llegó al salón de primer grado deslumbró al maestro, incomodó a sus condiscípulos y así quedó determinado su destino intelectual. Se hizo escritor. Su primer cuento trató de unos infantes que subían corriendo alegremente una florida colina y luego bajaban, alborozados todos menos uno quien había encontrado la tumba de su madre en la cima.

       Cuando se lo enseñó a la suya, ésta se estremeció ligeramente y le sugirió cambiar ese tipo de temas. Aquel niño, hoy hecho un hombre, aún debe seguir explorando el arquetipo de la madre muerta pero estando viva que presidió desde el origen su por qué y para qué escribir. Ojalá tenga buena fortuna en tan complejo empeño.

       Lo anterior está dicho para ejemplificar la invisibilidad de la escritura en dos sentidos: a) lo escrito significa también otra cosa: se le llama subtexto o enunciación a aquello que está sumergido en el enunciado de cualquier frase; b) lo escrito puede ser vuelto invisible por el sistema de recepción en esta época del capitalismo tardío donde todo es una efímera mercancía.

       No hay espacios vacíos en nuestra cultura que no contengan mensajes comerciales, y el gobierno mundial de corporaciones internacionales y mercados ha emergido en todas partes callada y orgánicamente: representa ese “totalitarismo por default”, según lo llama Benjamin Barber, que ha significado el apoderamiento por Mc World del ámbito mental en una escala global. La “extraña dictadura” económica y cultural, usando la definición de Viviane Forrester, que se impuso urbi et orbi como pensamiento único y, entre otros de sus incalculables daños, también determinó la inutilidad existencial de la lectura seria, aquella que de reducirse a la nada significaría, como piensa Don DeLillo, que eso que llamamos identidad humana habrá llegado a su fin.

       En medio de las continuas descargas de adrenalina colectiva, del mundo de mierda promocional/comercial interminable que sucede sin cesar, las cinco o seis empresas que monopolizan el mercado editorial mundial han impuesto la trivialización de las temáticas literarias, la desatención cognitiva respecto al contenido, su banalización en esta política de lobotomía sistemática del consumidor contemporáneo, el único ente social que el capitalismo reconoce.

       Libros para hacerse rico, permanecer joven o vivir feliz llenan los estantes de las librerías existentes (especies en vías de extinguirse), reciben promoción masiva y estrategias promocionales. Los otros, volúmenes que por su condición creativa e intencional son clasificados como “complejos” o “difíciles”, generalmente no consiguen editor, y si llegan a publicarse un manto de invisibilidad pública los cubrirá sin duda. Son una escritura invisible.

       Y la oscuridad avanza. Platicando de esto hace unos cuantos meses con otros miembros de la república mexicana de las letras, dos antiguos colegas, concluimos que la profanación y el contagio eran omnipresentes: vistosos premios literarios concedidos a obras muy menores, oportunidades editoriales casi nulas para libros serios, editores analfabetas a cargo de grandes casas, diccionarios de escritores actuales esmeradamente sectarios y desinformados, en suma, un odio cultural convertido en vida cultural. El entretenimiento infiltrado hasta en el acto íntimo, concentrado y silencioso de la lectura. La distracción, entonces, la anti lectura.

       Alguno contó la anécdota de un influyente escritor y hombre público dueño de una editorial, quien decidió no aceptar autores cuyas ventas no estuvieran garantizadas de antemano por su popularidad previa: ya había olvidado que alguien, años atrás, le obsequió una oportunidad que él ahora, en cambio, no le daría a nadie más. Otro mencionó el dictamen hecho sobre uno de sus libros: el problema del texto, consignaba el increíble reporte negativo, es que para ser leído requería ponerse atención.

       Viene la noche y es mejor obedecerla, advierte el griego en una de sus líneas inmortales. La edad oscura ya comenzó. Pero en épocas así también se activa la doctrina de la aparición simultánea: junto al veneno está el antídoto, la contrarrestación. Una actitud y conducta que tiene nombres diversos: monjecopismo, le llaman quienes advierten similitudes entre este tiempo y el medioevo; zonas de inteligencia, las denomina otro, como una discreta tarea de preservación y trasferencia culturales; aristocracia de los sensibles, los considerados y atrevidos, los actuales nim (nuevos individuos monásticos) de los que se habla presentes en cualquier parte y por encima de clases y jerarquías; o cultura de la resistencia ante el conformismo de nuestras vidas y los juegos apocalípticos del nihilismo capitalista, propondrá alguien más.

       La mera publicación de un libro es un acto de esperanza humana porque reitera, mediante el lenguaje y la lectura, la continuidad de la galaxia Gutemberg. La persistencia del homo sapiens, aquel que aprende a pensar empleando abstracciones, y la defensa ante el homo videns, la planetaria legión de los últimos hombres que son programados para ver sin comprender. El tercer nivel de la escritura invisible actúa en campos intangibles, en otras dimensiones. Publicar un libro aquí afecta positivamente allá, aunque allá todavía no se sepa dónde está o nunca se vea la consecuencia de esa vinculación.

       Sólo moviéndose contra la inercia, haciendo nada más por el valor de hacer. Buscando sustancias en esta época de tantas sombras y superficialidades tecnobrillantes (“a plena luz caminamos a ciegas”), tan energéticamente crepusculares como si siempre fueran a durar. Las retaguardias lectoras de hoy son las vanguardias humanas no de mañana sino de esta misma noche, cuando el espíritu se aposente en su morada y sople donde quiera, cuando más tarde, antes de que en la alta fantasía llueva, estremezca y conmueva al ser.

Tomado de https://morfemacero.com/