La Bauhaus y Monte Albán

La Bauhaus y Monte Albán

“ La artista continuó creando obras y diseños. En 1960, un cuarto de siglo después de que las joyas de la Tumba 7 de Monte Albán la fascinaran en la Ciudad de Oaxaca, la artista elaboró diseños de joyería inspirados por...Tomado de https://morfemacero.com/

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Jorge Pech Casanova 

Al visitar Oscar Kokoschka en 1918 el estudio del pintor y arquitecto Martin Brandenburg, conoció a la alumna Anneliese Fleischmann, a quien le desaconsejó continuar sus estudios de arte. La joven, hija de un fabricante de muebles judío, no se desalentó por la reprobación. En 1919 ingresó a la Escuela Textil de la Escuela Superior de Arte de Hamburgo. Ese mismo año tuvo noticia de la apertura de un centro de estudios que se proponía innovar la enseñanza de las artes, a cargo del arquitecto Walter Gropius, en Weimar. 

Sólo hasta 1922 pudo Anneliese matricularse en la Staatliche Bauhaus dirigida por Gropius. Con 23 años de edad, la joven judía aprobó en la Bauhaus el curso preliminar de Georg Muche y Johannes Itten, pero en 1923, por ser mujer, no le permitieron inscribirse al taller de vidrio que deseaba cursar. Optó por seguir el curso de tejido que impartía Gunta Stölzl. En esa especialidad, logró distinguirse con la creación de un tejido reflectante del sonido, para un auditorio, hecho con algodón y celofán, que era, además, lavable.

Mientras seguía sus estudios en la Bauhaus, Anneliese conoció al profesor Josef Albers, con quien se casó en 1925, cuando la escuela se mudó a Dessau. En la nueva sede, la joven fue alumna de Paul Klee y se hizo amiga del profesor Wassily Kandinsky. Siguiendo sus proyectos de estudiante, Anneliese creó tejidos con textiles sintéticos que combinaron su durabilidad con propiedades para reflejar la luz y absorber el sonido. Por ello, logró comisiones para realizar diversos tapices. 

En 1930, cuando se graduó de la Bauhaus, Anneliese ya era conocida como Anni Albers. Se convirtió en asistente de la directora del taller textil, Gunta Stölzl. Entre 1929 y 1931, Anni fungió como directora interina del taller en varias ocasiones. Al fin, Anni, su esposo y los demás profesores de la Bauhaus se quedaron sin trabajo cuando los nazis cerraron la institución en 1933. 

Anni y Josef Albers emigraron a Estados Unidos. En Carolina del Norte, el recién fundado Black Mountain College los invitó a su planta docente. Poco después, los Albers comenzaron a viajar a México. En ese país, el arte indígena y los vestigios de las civilizaciones prehispánicas los fascinaron. En 1935 llegaron a la ciudad de Oaxaca, donde aún se exhibía el tesoro de la Tumba 7 de Monte Albán (desenterrado apenas tres años antes por el arqueólogo Alfonso Caso) en el antiguo Colegio de Niñas ubicado frente a la Alameda de León, casona colonial que en 2004 se convertiría en sede del Museo de los Pintores Oaxaqueños. 

Fascinados por los diseños de collares, anillos, máscaras y otros enseres del tesoro, Anni y Josef Albers fueron a conocer las construcciones desenterradas por Caso. La estructura que más llamó su atención fue el llamado Edificio L o de los Danzantes, por las losas de piedra labrada que muestran a personajes en singulares poses, las cuales se cree representan a enfermos o a cautivos de guerra. En la década de 1930 esas figuras incomprensibles daban origen a las hipótesis más dispares. 

Josef Albers coleccionó numerosas fotografías de las estructuras de Monte Albán. Las desplegaba en tableros que aún se conservan como parte del legado del artista. Anni estudió meticulosamente los patrones de las grecas y otros diseños relativos a Monte Albán. Los documentos que testimonian sus visitas a la zona arqueológica han sido ordenados y clasificados en la colección que el matrimonio Albers obsequió al Museo Solomon R. Guggenheim de Nueva York. 

Si bien la relación de Anni y Josef Albers con Monte Albán está bien documentada por sus fotografías, obras y escritos, acaso otro lugar de Oaxaca influyó asimismo en la obra textil de la graduada de Bauhaus. Cerca de la capital oaxaqueña permanece el pueblo de Teotitlán del Valle, antiguo centro ceremonial zapoteca que aún hoy mantiene una abundante producción de textiles —básicamente, tapetes—. A corta distancia de Oaxaca y en el camino a la zona arqueológica de Mitla, es posible que Teotitlán fuese visitado por los Albers en alguno de sus viajes a la antigua Antequera que Hernán Cortés se empeñó infructuosamente en despoblar. 

Si admitimos que Anni Albers conoció los textiles teotitecos, resulta más fácil entender la influencia que Oaxaca tuvo en sus obras a partir de 1936. 

Isabelle Zheng, del Harvard College, en su artículo de 2022 “Tejiendo a los ancestros: el Monte Albán de Anni Albers”, refiere que la artista elaboró en 1936 el tapete Monte Albán,en el cual la académica halla reminiscencias de la zona arqueológica reproducida en los tableros fotográficos de Josef Albers, por “sus geometrías escalonadas, sus líneas quebradas y sus esquinas redondeadas. Pero Albers trasciende su inspiración al dar autonomía a sus hilos, dejándolos interactuar, sin que los constriña el patrón de la urdimbre y la trama”. 

La académica Zheng añade que las líneas en el tapete Monte Albán toman una trayectoria paralela sinuosa, de la parte superior a la inferior (“como la estática en una pantalla de televisión”). Estas paralelas, acota Zheng, “sugieren los muchos escalones de las pirámides truncas y las terrazas de Monte Albán, mientras que los patrones en forma de guiones evocan las piedras desgastadas que forman esos escalones”. 

Las partes que constituyen el tapete colgante Monte Albán “son sencillas —delgadas líneas en negro, blanco y beige, que construyen la urdimbre y la trama del soporte tejido, con líneas más gruesas en negro y beige entretejidas en el soporte, cuatro márgenes del mismo ancho y una ‘imagen’ central—. Sin embargo, estos elementos forman un conjunto unificado e inescrutable”. 

Para esta obra, la artista empleó un telar de pedal Flensburg, el cual utilizó desde sus años en la Bauhaus hasta que lo vendió en 1961 a su discípula Dolores Dembus Bittleman. A finales de la década de 1990 el telar pasó a manos de Sigrid Piroch, quien lo rehabilitó a fin de tejer en él, hasta que en 2015 lo donó a la Fundación Albers. Hasta la fecha, en ese emplazamiento lo utilizan tejedores que efectúan residencias. El telar cumplirá cien años en 1933. 

Anni Albers continuó dando clases en Black Mountain. También siguió creando piezas en su telar de pedales y, junto con Trude Guermonprez, llevó al taller de textil a su excelencia hasta que el College cerró en 1956. 

La artista continuó creando obras y diseños. En 1960, un cuarto de siglo después de que las joyas de la Tumba 7 la fascinaran en el Museo de la Ciudad de Oaxaca, la artista elaboró diseños de joyería inspirados por la orfebrería prehispánica mixteca. 

En 1965 Albers publicó un importante texto didáctico y teórico sobre los textiles, que tituló Sobre el tejido. Con gran reconocimiento a su trayectoria artística, en 1978 Anni tuvo que sobrellevar el fallecimiento de su esposo Josef. La artista y profesora aún vivió dieciséis años más. En 1994, cuando estaba por cumplir 95 años de edad, falleció en Connecticut. Su obra textil y de diseño atrae cada día más a los conocedores.

Tomado de https://morfemacero.com/