Culturas impopulares
Jorge Pech Casanova
La historia del cine ha hecho notorio que el título de Ciudadano Kane corresponde a un ambicioso magnate malogrado, a quien encarnó Orson Welles, cuyo destino fue destruir o enajenarse el afecto de todas las personas que le fueron cercanas. Sin embargo, se olvida la preeminencia de otro ciudadano Kane fílmico, a quien interpretó Gary Cooper, en el desencantado y decisivo western High Noon (A la hora señalada o Solo ante el peligro).
Fred Zinnemann dirigió con sobriedad y elocuencia la historia escrita por Carl Foreman sobre el comisario de un pueblo cuya paz, arduamente construida por el hombre de la estrella de latón, amenazan un forajido liberado de la cárcel y su pandilla de matones. Ante el peligro los habitantes del poblado deciden dejar que su vigilante se enfrente él solo a los asesinos.
La película fue rodada en varias locaciones de California en 1951 (incluyendo un pueblo estadounidense llamado Sonora) y acabó su producción en 1952. Mientras la cinta era completada con la música de Dimitri Tiomkin y con escenas adicionales de relojes ideadas por el director Zinnemann, el guionista y productor ejecutivo Foreman fue demolido por el infame Comité de Actividades Antiestadounidenses de Joseph McCarthy.
Miembro del Partido Comunista, Foreman se las arregló para comparecer ante el Comité, negar su militancia y evitar la delación de colegas. Mientras tanto, escribía el guion de High Noon.En él vertió la amargura de enfrentarse al oportunismo criminal de McCarthy y sus esbirros, mientras sus amigos y hasta su esposa lo abandonaban ante la persecución.
Para remachar el destino de Foreman, el actor John Wayne, como presidente de la Alianza Fílmica para la Preservación de Ideales Estadounidenses, se dedicó a presionar a los estudios a fin de que negaran trabajo al autor. Éste acudió con su perseguidor para anunciarle que se iría del país. Wayne le respondió: “¿Y por qué crees que puedes irte?”
En el momento más comprometido, el guionista y productor ejecutivo de High Noon recibió apoyo del director Zinemann y, sobre todo, del actor Gary Cooper, tan conservador y anticomunista como Wayne, pero mejor persona que el figurante a quien prefirió John Ford. Cooper no sólo exigió que no despidieran al autor, sino que anunció su proyecto de formar una compañía independiente de producciones con el perseguido comunista.
Cooper no pudo evitar que Foreman fuese eliminado de Hollywood por el feroz Comité, pero el apoyo que dio al escritor le permitió negociar su salida con una buena cantidad para irse a vivir a Inglaterra, donde restableció su carrera como guionista y productor, adquirió nueva fortuna e inclusive escribió con otro exiliado, Michael Wilson, el memorable guion de El puente sobre el río Kwai, del cual fueron borrados sus nombres al exhibirse en Estados Unidos, para impedirles recibir el Oscar que obtuvieron con su argumento.
Wayne execró High Noon como una historia absurda, que retrata a un comisario miedoso que va por su pueblo pidiendo la ayuda que todos, inclusive su esposa, le niegan para hacer frente a una pandilla de matones. Sin embargo, hubo de entregarle el Oscar a su amigo Cooper por su actuación protagónica en el film, que además recibió otros dos premios por la edición de Elmo Williams y la música de Tiomkin. Años más tarde, el actor de La diligencia negó en una entrevista que hubiese existido la “lista negra” de McCarthy, pero sin rubor admitió enseguida que él mismo había contribuido a destruir la carrera de Foreman en Hollywood.
High Noon, por otra parte, es un atípico western cuya significancia cultural, histórica o estética le valió ser una de las primeras 25 producciones cinematográficas en ser preservadas por la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos. Por otra parte, Río Bravo, la película con que John Wayne quiso responder a la historia de cobardes irresponsables filmada por Zinnemann, Cooper y Foreman, es un olvidado producto de Howard Hawks.
Wayne dijo despreciar el argumento de High Noon porque al final el héroe abandonado por todos se salva gracias a la intervención de su esposa. Y el gesto final del héroe (desprenderse de la estrella que simboliza su autoridad y aventarla a tierra) le pareció el más antiestadounidense de los gestos.
El Comité del oportunista McCarthy hizo daño en su país durante más de una década, a partir de que en 1947 encarceló a guionistas de Hollywood por su militancia comunista. Lillian Hellmann contó estas desventuras en su alegato Tiempo de canallas; Dalton Trumbo y otros escritores hicieron frente con ingenio y desprendimiento a la persecución. Martin Ritt, Woody Allen y Zero Mostel homenajearon su táctica en la película de 1976 The Front.
Foreman nunca le guardó rencor al actor que lo acosó. Inclusive llegó a decir de él que, al denunciarle, actuó siguiendo sus convicciones: “Era un patriota. No lo hizo para dañarme”. A quien Foreman no le perdonó su traición fue al director y productor Stanley Kramer, el cual borró el crédito del exiliado como productor ejecutivo de High Noon. En la historia que cuenta la película, acaso el personaje del rencoroso alguacil interpretado por un muy joven Lloyd Bridges es el reflejo de Karmer.
Los dirigentes comunistas temidos por McCarthy nunca aplaudieron la película de Zinnemann, Cooper y Foreman. En el régimen de Stalin, cuya muerte sobrevino en 1953, el argumento fue denunciado como una “glorificación del individuo”. Suficientes ciudadanos de la Unión Soviética sufrieron peores destinos que el de Will Kane como para que su valeroso desafío fuese bien recibido en el país de la dictadura genocida.
Foreman se convirtió en un personaje británico. En 1970 le confirieron la Orden del Imperio, y la Academia Británica de las Artes Cinematográficas y de la Televisión estableció en su honor un Premio BAFTA al mejor director, guionista o productor británico novel.
Foreman sólo retornó a Estados Unidos en 1984 para morir de un tumor cerebral en Beverly Hills, el sitio del que lo expulsaron en 1952. Como un moderno Job, el escritor perseguido acabó sus días restablecido en fama y fortuna. El año de su muerte su nombre fue inscrito, al fin, en los créditos de El puente sobre el río Kwai.
Carl Foreman vivió lo suficiente para poder escuchar en 1959 cómo el ex presidente de Estados Unidos Harry S. Truman denunció al Comité de McCarthy como “lo más antiestadounidense que hoy tenemos en el país”. Trump y sus secuaces quizá restablezcan el terror que McCarthy y sus adictos promovieran.
Tomado de https://morfemacero.com/
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