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Tras el asesinato del padre Marcelo Perez en Chiapas, el Obispo emérito de Saltillo, Raúl Vera, reflexiona sobre el papel de la iglesia en las comunidades que son azotadas por la violencia, y también, de hacia dónde debe voltear la iglesia en medio de un país lleno de desigualdades
Texto: Camilo Ocampo
Foto: Cuartoscuro
CIUDAD DE MÉXICO. – Cuando el Estado no garantiza la protección de los derechos humanos en zonas azotadas por la desigualdad y la violencia, como sucede en Los Altos de Chiapas, la Iglesia toma el papel de defensora de la paz y la justicia en pro de los más afectados, partiendo de una interpretación distinta del Evangelio.
El padre Marcelo Perez fue prueba de ello. Defensor de los derechos humanos, con un firme compromiso con la justicia, se convirtió en mediador de conflictos entre comunidades indígenas y autoridades locales en Chiapas. Intentó pacificar la zona, pero lo asesinaron el 20 de octubre luego de oficiar una misa.
De acuerdo a la base de datos de e incidentes violentos presentada por el Instituto Internacional para la Libertad Religiosa, con el caso del padre Marcelo suman 155 asesinatos de sacerdotes católicos y demás líderes religiosos en las últimas dos décadas, lo que convierte a México en el país de América con más violencia por razón de fe.
Su asesinato “no solo representa una tragedia personal para su familia y la comunidad de San Cristóbal de Las Casas, sino también es un golpe devastador para los esfuerzos de pacificación en una región que sufre las consecuencias del crimen organizado», aseguró la Conferencia del Episcopado Mexicano en un comunicado de prensa.
Y añadieron:
“El ataque ocurre en un contexto de creciente violencia en México, donde sacerdotes y líderes comunitarios han sido víctimas de agresiones y amenazas por su labor en favor de la paz y los derechos humanos”.
¿Qué papel juega la iglesia y la religión en zonas de conflicto? ¿Los curas y sacerdotes deben quedarse quietos ante la violencia y las desigualdades? En entrevista con Pie de Página, el Obispo emérito de Saltillo, Raúl Vera, reflexiona al respecto.
La iglesia frente a las desigualdades
Para el Obispo Raúl Vera, el asesinato del padre Marcelo está relacionado con su contexto: Chiapas, un estado que es retrato de las desigualdades que vive el país.
«El padre Marcelo tenía una característica especial. Su condición de sacerdote le permitía hablar desde su predicación, declarar abiertamente el valor de la justicia, de la dignidad. Esto, frente a personas que viven de mantener políticas de desigualdad, que viven de mantener a los pobres con salarios miserables. Lo mató una mentalidad que quiere mantener una desigualdad, que lo que quiere es servirse del trabajo de los pobres».
Y añade:
«Este es un acto que tiene en su base el racismo, porque el racismo desprecia a la persona desde su naturaleza, él era un indígena que se convirtió en defensor de los pobres. Quienes perpetraron esto fueron los ricos, los que se sienten dueños de los lugares donde vivimos, yo no puedo ocultar que en la base de esto existe un acto racista».
–¿Cómo debe actuar la Iglesia frente a las desigualdades?
–Es nuestra obligación predicar el evangelio de la paz, y el evangelio de la paz es el evangelio de la justicia. Es nuestra obligación decir basta de la corrupción, y de que se entre al poder para enriquecerse».
Sobre esto, el Obispo refiere que es necesaria una iglesia organizada que se esfuerce por llegar a los últimos rincones de las diócesis. El objetivo, afirma, es que la gente sea consciente de sus derechos, y «se de cuenta que la propiedad de la tierra no es de unos cuantos: es para todos».
Y afirma:
«La iglesia se debe dar cuenta que el evangelio debe ser bien predicado. También hay que informar bien a la gente. El Evangelio tiene una riqueza, hacer digna a las personas y las enseña a entender que todos tienen los mismos derechos».
Otra manera de comprender las palabras de Jesús
«Quitó de los tronos a los poderosos, y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes, y a los ricos envió vacíos» Lucas 1:52-53, en esta parte del evangelio María alaba a Jesús con esta frase. Este pasaje, como otros tantos, representan el pensamiento de la Teología de la Liberación.
Esta manera de interpretar las escrituras parten de la idea de mirar a Jesús como uno más de los oprimidos y los pobres. Tiene sus raíces en el catolicismo romano latinoamericano, y es una interpretación del Evangelio hecha, músicas veces, desde el marxismo, u otras corrientes críticas.
En México, Raúl Vera es uno de sus principales referentes, aunque no el único.
–¿Cómo leer la biblia desde la Teología de la Liberación?
–Gustavo Gutierrez, decía: ´Hay que evangelizar desde los más pobres, desde los últimos, desde ahí se debe organizar la iglesia y el Estado también. La gente que tiene más dificultades, y la más abandonada, se le debe llevar conciencia de su propia dignidad. Una iglesia que parta de los pobres para organizarse, es una iglesia que va a estar haciendo lo que debe hacer.
«Gutierrez tambien creia que ´son los pobres los primeros representantes del evangelio, y como iglesia lo tenemos que cumplir. Eso es trabajar desde los pobres, quienes gobiernen, que gobiernen desde los pobres, los que promueven las industrias, si no lo hacen desde los pobres, están trabajando mal, están alimentando la desigualdad, permitiendo el hambre, la esclavitud y todo tipos de abusos.”
–¿Cómo mira la Iglesia tradicional a esta manera de entender las escrituras?
–Nos dicen que nos vamos a ir al infierno, por eso de estar condenando a la gente que tiene dinero para dar trabajo, que está en los puestos altos, que ellos están ahí porque se lo merecen, son personas consideradas de otra clase, no se debe despertar a los oprimidos, es peligroso, se pueden levantar y vamos a ser víctimas de ellos, eso es algo impensable.
«Ellos son personas que no admiten que los pobres y los indígenas tengan la misma dignidad, que pasan por encima de todos y sus intereses. Así los resguardan, teniendo salarios injustos y gobiernos injustos».
La mirada contra la desigualdad
–¿Cómo se forja un obispo y un defensor de los derechos humanos?
La voz de Raul Vera aún se quiebra cuando narra las injusticias de las que es testigo, ya sea como obispo de Ciudad Altamirano en Guerrero; San Cristóbal de las Casas en Chiapas o Saltillo Coahuila, no puede no voltear a ver a quienes lo necesitan.
Explica:
«Yo nací en un barrio pobre de mi ciudad. Yo me formé entre escuelas de campesinos. Mis padres no tenían para pagar una escuela particular. Me formé desde el pueblo, me tocó vivir la huelga de los ferrocarrileros de Demetrio Vallejo, mi padre era ferrocarrilero y también me tocó ver que mi mamá le llevó comida a la gente que no tenía».
En 1968, Raul Vera se tituló como Ingeniero Químico de la UNAM y fue en ese mismo año que ingresó a la Orden Dominicana, misma a la que perteneció el Fraile Bartolomé de las Casas, otro de los personajes eclesiásticos más importantes en la protección de las comunidades indígenas de Chiapas, durante la colonización española.
Mirar el mundo desde el corazón
Cimbrado por el movimiento estudiantil de ese año, el joven Raúl Vera meditó sobre cuál sería su plan de vida en torno a su carrera como Químico. Cuenta: «Yo decidí no dejarme contratar jamás por una empresa norteamericana, porque sabía que consumen los recursos no renovables y venían a los países pobres a tragarse nuestra riqueza».
El 20 de noviembre de 1987, el Papa Juan Pablo II lo nombró obispo de Ciudad Altamirano en Guerrero, en donde comenzó su lucha por los pueblos desde la Iglesia. Durante su estancia como Obispo de esa zona se reunió con campesinos y habitantes de las zonas marginadas y fundó el Centro Social “Monseñor Juan Navarro Ramírez” para la atención de pobres.
Después, en agosto de 1995, fue nombrado obispo coadjutor de San Cristóbal de Las Casas en Chiapas. Ahí, junto al padre Samuel Ruiz, apoyó el proceso de Paz y Reconciliación de los pueblos indígenas de Chiapas y el Gobierno federal, además de ayudar a llevar a cabo los diálogos entre el EZLN y el gobierno.
Sobre esto recuerda:
«Cuando llegué a las partes en donde estaban más presente los mestizos, don samuel era visto, no solamente con desprecio, sino con odio, porqué abiertamente se propuso promover en su verdadera dignidad a la comunidad indígena y dijo, después de la asamblea de Medellín en donde los obispos de Latinoamérica decidieron aplicar el concilio de Vaticano II, que los obispos latinoamericanos estamos haciendo la opción por los pobres a partir de esta conferencia, para aplicar el concilio tuvieron que fijarse en los más desamparados y los menos atendidos por los gobierno, y aquí los pobres son los indígenas».
Con el tiempo, en 1999, Raul Vera llegó a Saltillo, Coahuila, donde continuó con su labor al fundar El Centro Diocesano para los Derechos Humanos “Fray Juan de Larios”. Desde ahí acompañó a las familias de los mineros de Pasta de Conchos para exigir justicia. En 2002 fundó la comunidad “San Elredo”, que da acompañamiento a jóvenes integrantes de la comunidad LGBT+ que busca la promoción de la dignidad y defensa de los derechos humanos, así como su integración plena a la sociedad y a la Iglesia.
«Todo esto es parte de algo que me hizo ver el mundo desde el corazón y la mente de otro modo», concluye.
Tomado de https://piedepagina.mx/
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