Culturas impopulares
Jorge Pech Casanova
Para Siena Sofía
Mónica Ortiz Álvarez nació en San Bartolo Coyotepec, un pueblo oaxaqueño de alfareros conocido por sus artesanías en barro bruñido de intenso color negro. Como muchas otras de sus coterráneas, Mónica pudo haberse dedicado a la cerámica artesanal, base de la economía de su pueblo, pero eligió estudiar derecho en la universidad pública local, aunque desde sus 17 años de edad tomó cursos de astronomía, astrofísica y robótica.
Apoyada por sus padres, la joven logró más tarde acudir a la Universidad de Edimburgo, en Escocia, para titularse en Astrobiología y dedicarse a la investigación de otros planetas. A sus 25 años, en 2023, se convirtió en comandanta de la Primera Misión Latinoamericana de Investigación Análoga de Marte en España, el proyecto Principia, donde se simula el hábitat de la superficie del planeta para generar conocimiento científico hacia el futuro.
La astrobióloga mexicana narra así ese proyecto: “Estuvimos en contacto cero con el mundo exterior. Hubo cambios físicos que tuvimos que hacer, adaptaciones y pruebas psicológicas. Tuvimos que restringirnos a la cuestión social durante todo un año. Ser astronauta análoga es un paso muy importante para el desarrollo científico en el sector espacial. Probamos todas las investigaciones, resolvemos problemáticas que los futuros astronautas podrían tener en diversas superficies como la Luna, Marte o la Estación Espacial Internacional”.
La Agencia Aeroespacial de los Estados Unidos de América, conocida como la NASA auspició el proyecto de Mónica Ortiz, llevado a efecto en España. A partir de entonces, la joven es embajadora científica de la UNESCO y promueve actividades culturales comunitarias para acercar a la juventud a la astronomía, además de realizar sus proyectos de investigación.
Para involucrar a comunidades mexicanas en los temas de la investigación interplanetaria, la astronauta análoga convocó a la sociedad oaxaqueña —mediante la Fundación Acercándote al Universo A. C., que ella dirige— a participar en el Reto Oaxaca de Aplicaciones Espaciales NASA 2024 (NSAC, por sus siglas en inglés).
En la primera edición del NSAC, los trescientos participantes contribuyeron al fomento de la innovación y la creatividad en el campo de la investigación espacial, al proponer soluciones a problemas reales que se presentan como desafíos, basados en datos reales de la NASA, tanto en nuestro planeta como en viajes al espacio exterior. Además, la astrobióloga Ortiz convocó a la comunidad artística oaxaqueña a contribuir con sus creaciones a las actividades de la NASA en este proyecto.
El resultado de esta convocatoria fue la exposición pictórica Constelaciones y supernovas, en la cual participó el grupo de artistas visuales Guenda, encabezado por Ivonne Kennedy, con 22 obras pictóricas basadas en la cartografía de la galaxia obtenida mediante el sistema Sloan Digital Sky Survey, el cual utiliza un telescopio del observatorio Apache Point, en Nuevo México, para cartografiar una cuarta parte del cielo visible, obtener observaciones acerca de 100 millones de objetos y el espectro de un millón de objetos en el firmamento.
La exposición se presentó en la Casa de la Cultura Oaxaqueña el 9 de octubre, y después en la galería Casa Azul, a partir del 30 de octubre. En ella participan Natividad Amador, María Rosa Astorga, Julia Barco, Amy García, Bacuza Gui, MJ Kelly, Ivonne Kennedy, Cristina Luna, Maia Luna, Katy Mcfadden, Cynthia Martínez, Kat Peace, Judith Ruiz, Beatriz Russek, Ana Santos, Marcela Taboada, Soledad Velasco, Alejandra Villegas, Susana Wald, Siegrid Wiese y Pita Wild C.
Ivonne Kennedy, quien coordinó los trabajos pictóricos, escribió: “Cada obra de esta exposición contiene el universo de una artista, su cosmovisión, una parcela de su inmensidad, pues hay vida, historias y emociones contenidas en cada una de ellas, destreza acompañada a veces de tropiezos, lágrimas, compromiso, constancia, ilusión y satisfacción para, a su vez, lograr el reto de reflejar en un formato medio y cuadrado el gusto de participar en colaboración con el Instituto de Astronomía de la UNAM. Esta institución nos confió las placas del programa de investigación del Sloan Digital Sky Survey, para tener un punto de partida común”.
Soledad Velasco, una de las pintoras que contribuyeron a la muestra, comenta la relevancia de esta colaboración: “No es frecuente participar junto con científicos en un proyecto. Este estuvo íntimamente ligado con ellos, no sólo en tema, también en interés presencial de los científicos en explicarnos lo que hacían y nuestra propia participación. También estuvimos ‘dentro’ del evento, como un acto más de los puramente científicos. Es importante que haya sido de la mano de relevantes instituciones científicas. Todo ello, creo que nos nutrió más a nosotras que muchos otros proyectos”.
Por su parte, Siegrid Wiese, otra de las artistas participantes, explica su pieza para esta exposición: “La hice imaginando que no sabía nada de lo que nos han dicho sobre el cosmos, usando la foto del cielo que nos dieron —basada en una placa con orificios (estrellas)— hice mis propias constelaciones pensando en mi cuerpo: células, órganos, tejidos y bacterias aparecen en mi cielo tal como sucede en mi universo carnal. Somos un reflejo del cosmos, no podría ser de otra manera”.
La exposición, como otras del colectivo Guenda, fue dedicada a dos artistas ya ausentes: Nadja Massün y Sara Jacinto, quienes fallecieron en 2022. Así conmemoran sus memorias, “sus vidas y obras, la fuerza de sus espíritus que nos inspiran como la luz de esas estrellas lejanas que viajan sin desplazarse, de quienes recibimos los destellos de sus voces en nuestras mentes; sus compañías discretas pero poderosas en nuestros corazones, y sus ausencias que, como agujeros negros, nos devoran el sentido de lo real, de la cordura y de toda lógica”, como escribió Ivonne Kennedy.
El resultado es un conjunto muy coherente de obras en los que pueden destacar especialmente algunas obras, como el retrato de la astrobióloga Ortiz, elaborado por Kat Peace, el muy sutil de Nadja Massün y Sara Jacinto, pintado por María Rosa Astorga, o las obras de Alejandra Villegas, Cristina Luna, Ana Santos, Marcela Taboada, Beatriz Russek, MJ Kelly o Julia Barco, pero en conjunto, las 22 obras constituyen el homogéneo despliegue de talentos de artistas visuales que llevan las artes plásticas a otro nivel en Oaxaca. Los museos locales rehúsan exhibir esta clase de logros, en detrimento de las instituciones, pero no del elevado arte de las mujeres creadoras.
Rufino Tamayo fue en México el gran pintor del anhelo cósmico. Sus obras La gran galaxia, Hombre frente al infinito y Hombre mirando el firmamento producen en quien las contempla esa conmoción de quien es interrogado por el enigma que articulan las luces del firmamento. Las 22 pintoras que han utilizado el mapa estelar de la Vía Láctea para componer sus propios mapas de constelaciones y supernovas, añaden a ese gran legado pictórico nuevas maneras de evocar el misterio sideral con su arte.
No es pequeña contribución la de estas 22 artistas que se guían con sofisticados mapas estelares para concitar la emoción primordial de quien mira el firmamento y se interroga sobre esas lejanas luces que casi eternamente alumbran en la inmensidad.
Sin duda, estas obras hacen resonar en quien las contempla, la recomendación que la astrobióloga Mónica Ortiz dirige a niñas y jóvenes: “No se enfoquen en tratar de ser mejor que alguien más, sino en ser la mejor versión de ustedes mismas, encontrando su pasión. Disfruten de este mundo que es tan bonito, y esta vida que es tan fugaz. Lleguen tan lejos que las estrellas se vean cercanas”.
Tomado de https://morfemacero.com/
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