Carta abierta a Rosario Murillo- Managua

Carta abierta a Rosario Murillo- Managua

Tomado de https://vientosur.info/


Hace cincuenta años, la ONU declaró el 8 de marzo Día Internacional de la Mujer, fecha íntimamente ligada a la historia de las grandes luchas femeninas suscitadas en distintas partes del mundo. Sus infinitos sacrificios a lo largo de la historia han permitido obtener una serie de conquistas y mejoras en las condiciones de trabajo y de vida para ellas y sus familias.  En 1857 más de un centenar de obreras de la fábrica textil COTTON, en Nueva York, murieron quemadas en su lugar de trabajo protestando por las largas jornadas laborales y, en general, por las condiciones inhumanas en las que realizaban sus tareas.

Casi medio siglo después, el 8 de marzo de 1908, de nuevo en Nueva York, un buen grupo de obreras se lanzaron a la calle con grandes carteles que reivindicaban la consigna: PAN y ROSAS.

Años después, en el viejo continente, cuando estaba a punto de caer el Imperio de los Zares en 1917, casi terminando la Primera Guerra Mundial, otro importante grupo de trabajadoras rusas colocaron en la entrada de la fábrica una leyenda que decía: PAN Y PAZ. 

Estos y otros antecedentes de luchas femeninas, a lo largo de más de un siglo, fundamentaron la decisión de la ONU en 1975 para declarar el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer.

¿Cómo eran las circunstancias en las que vivían las mujeres nicaragüenses en esa misma época?
Repasemos algunos antecedentes. En 1961 se había fundado el Frente Sandinista por la liberación nacional (FSLN), una organización político-militar, cuyo principal objetivo era derribar la tiranía somocista que se había instalado en Nicaragua desde 1936. Dicha organización fue creada por algunos jóvenes dirigentes adversarios de la dictadura, entre ellos Carlos Fonseca Amador, Silvio Mayorga, Germán Navarro, Pablo Úbeda, Jorge Navarro y Francisco Buitrago. Contaron, además, con el aporte de otro guerrillero proveniente de las antiguas filas guerrilleras de Sandino llamado Santos López, cuya participación fue de un enorme valor.

Mi padre, Edelberto Torres Espinoza, un hombre ya mayor en esa época, pero de larga trayectoria antisomocista, vivía en el exilio mexicano cuando tuvo conocimiento de la fundación del FSLN, identificándose desde un inicio con sus objetivos. Pronto se convirtió en consejero de aquel grupo juvenil que se internó en las montañas de la zona norte nicaragüense, con el objetivo de derrocar a una de las dictaduras más abyectas de la América Latina de entonces.

 

En la foto aparece mi padre, Edelberto Torres Espinoza, junto al combatiente internacionalista mexicano, Víctor Tirado (izquierda) quien conoció en nuestra casa a Carlos Fonseca Amador (derecha) y a muchos otros jóvenes del FSLN

Para que el FSLN triunfara en aquel histórico 19 de julio de 1979, tuvo que correr muchísima sangre nicaragüense; primero, en las zonas rurales habitadas por el campesinado; luego, en las ciudades.  A medida que transcurría el tiempo, se fueron incorporando también mujeres de todos los estratos sociales y hubo hechos heroicos dignos de recordar como el de las llamadas Mujeres del Cuá, en Bocay, Departamento de Jinotega.  Ellas procedían de las comunidades de El Carmen, Cuskawás, el Bijao y la Tronca.  Benigna Mendiola, una histórica guerrillera sandinista, protagonista de aquel episodio quien luego llegó a ser diputada, alguna vez comentó:

Sin las mujeres del Cuá no se puede hablar de la guerrilla.  Ellas fueron un baluarte de las columnas guerrilleras que pasaban información, servían de correo, escondían a los guerrilleros, les hacían comida, arriesgaban su vida por los muchachos, tuvieron tareas de inteligencia que facilitaba labores logísticas como la transmisión de correos y la ocultación de combatientes.  En 1968, la Guardia Nacional somocista descubrió sus acciones e inició la represión violenta, destruyó el pueblo y sus habitantes huyeron al campamento guerrillero en las montañas de Zinica en el Departamento de Matagalpa. Una vez descubierto éste fue atacado por la Guardia somocista y aunque algunas de aquellas mujeres pudieron huir, otras fueron detenidas en Santa María de Tasuá. Entre aquel grupo de 19 mujeres campesinas, es imprescindible recordar a Matilde Hernández, María Venancia Aguilar, Luz Amada Aguilar, Natividad de Jesús Martínez Sánchez, Benigna Mendiola, Petrona Hernández y Marling Hernández.  Las prisioneras fueron sometidas a torturas, vejaciones y desapariciones.  Las mujeres se negaron a denunciar y dar información sobre los miembros del FSLN y la ubicación de Bernandino Díaz Ochoa, miembro del Directorio Nacional  (Wikipedia ).

El cantaautor Carlos Mejía Godoy compuso una bella canción dedicada a estas heroínas anónimas, titulada Las campesinas del Cuá.

Pasaban los años y la lucha continuaba, el miedo era superado por el heroísmo del pueblo nicaragüense. Luego se sumó una parte de la burguesía nacional y la consciencia revolucionaria crecía con fuerza, lo cual se mostraba en el valor y en la acción de los diversos frentes revolucionarios, cuyo objetivo final era la toma de la capital, Managua.

Así llegamos al día 17 de Julio de 1979, cuando el tirano Anastasio Somoza Debayle, su familia y sus más cercanos allegados abandonaron el país rumbo a Estados Unidos. Finalmente, el pueblo nicaragüense, hambriento de alimentos básicos y de justicia, pero pleno de conciencia anti somocista, había logrado su objetivo, el tirano Somoza se marcharía para siempre, luego de usufructuar por largos cuarenta años las riquezas nacionales.

Fue así como Daniel Ortega, quien no había participado en combate alguno durante la guerra sandinista de los años setenta, sin tener ningún mérito militar, solo el de haber estado siete años preso en las cárceles somocistas (1967-1974) y otros dos años en la clandestinidad en Costa Rica (1977-1979), junto a Rosario Murillo, resultó designado como presidente de la Nueva Nicaragua.

La presidencia de Daniel Ortega fue producto de una estrategia planificada por su hermano Humberto, por cierto, muerto en circunstancias dudosas el 30 de septiembre del 2024 en Managua. Este tema deberá ser analizado posteriormente por investigadores honestos y dar a conocer lo realmente sucedido en esos aciagos días.

La noticia del triunfo de la Revolución Sandinista se esparció por nuestra América Latina y en España el júbilo fue igual. Los mejores ciudadanos y ciudadanas de muchas partes del mundo comenzaron a llegar a Nicaragua a trabajar como maestros, economistas, médicos, ingenieros agrónomos, a convivir con el pueblo sin comodidades especiales, a dar lo mejor, lo más humano que traían en su psiquis. No olvidaré a Florentino Moreno, a Ana Jesús Gabela, a Teresa Abad, a la monja Cecile, a la mexicana María.

Asimismo, es digno de recordar a aquel grupo de argentinos, llenos de experiencia política y con el anhelo de justicia en sus mentes, quienes organizaron el ajusticiamiento del tirano Anastasio Somoza Debayle en Asunción, Paraguay, el 17 de setiembre de 1980.  Quisiera mencionar el nombre de cada uno pues todos ellos son imperecederos, pero no me es posible. Solamente viene a mi memoria el de Hugo Iruzurzún, el capitán Santiago, el resto de los otros tres hombres y tres mujeres los visualizo sin recordar sus nombres.

La precaria paz había llegado a Nicaragua, al menos en Managua teníamos esa falsa sensación, pero a medida que pasaban los primeros años ochenta, de las entrañas de la montaña llegaban rumores con noticias de los ataques de parte de los contras somocistas a los campesinos a quienes, por solo tener consigo el Libro de la Cartilla para aprender a leer, sus ranchos humildes eran quemados y sus niñas adolescentes eran violadas frente a sus padres.

Así se inició la llamada Guerra de la Contra en la época del presidente estadounidense Ronald Reagan (1981-1989). Justo en esa época se dieron a conocer por la prensa internacional las imágenes de un crimen horrendo, captadas por un joven norteamericano quien, con afán de aventura, se adentró en las montañas del norte de Nicaragua junto a un grupo de combatientes de la Contra.  Fue así como quedaron para la historia las imágenes de un horrendo crimen cometido por exguardias somocistas, auspiciados por la CIA, en contra de una familia campesina, en cuya choza encontraron la Libreta de Alfabetización, el documento que daba cuenta de su participación en la campaña sandinista para enseñar a leer a la población analfabeta.  El exguardia de Somoza había sacado su puñal filoso y lo puso debajo de la barbilla de Juan, el campesino que temblaba de miedo. Así se inició el interrogatorio y como éste no entendía porqué era amenazado de muerte, su terror aumentaba, no podía hablar, finalmente el exguardia le introdujo el puñal en el cuello, la sangre salió a borbotones y el fotógrafo disparó su cámara. Juan se desmayó y el estertor de la muerte se apoderó de su cuerpo, la familia presenciaba los hechos con alaridos, clamaban a Dios, lloraban, el asesino rasgó hasta donde creyó conveniente. Mientras tanto, el fotógrafo logró su objetivo tomando aquellas imágenes aterradoras. Luego, el sol se ocultó entre los árboles, la familia agredida quedó sumida en la obscuridad y en el dolor de aquella injusticia.

En Washington se supo de este crimen meses después, cuando una revista hizo pública las fotografías del macabro hecho. Dichosamente, en el Senado de Estados Unidos había senadores que mantenían una conciencia humanista y denunciaron aquella barbarie. Así, una mayoría Demócrata votó para que se le impidiera al militar de la CIA, Oliver North, continuar financiando a la contra somocista.  Se comprobó luego que este personaje recurrió al negocio de venta de Crack y otras drogas en California, cuyas ganancias continuaron sosteniendo la ayuda militar a las fuerzas somocistas.

Al mismo tiempo, las manifestaciones en Managua comenzaron a proliferar. En el periódico Barricada a diario aparecían las fotografías de adolescentes de 15 o 16 años muertos en combate. No podré olvidar sus facciones, todos morenos, verdaderos hijos del pueblo, por las direcciones que la prensa daba a conocer de sus hogares, se deducía que la mayoría procedía de los barrios proletarios. Los féretros los entregaban a sus madres, muy temprano, los llantos, los lamentos de amor y dolor eran apabullantes y así la solidaridad iba cundiendo en todo el país.

Un día de tantos, soleado, llegó a Managua una joven madre matagalpina, henchida de lo mejor del ser humano, como la podemos apreciar en la fotografía, amamantaba a su tierno hijo de pocos meses y de su hombro derecho pendía el fusil con el que hacía guardia, allá en las montañas de Matagalpa. Fue tan impactante su imagen -no supe cuál fue el fotógrafo que la inmortalizó- que meses más tarde se hizo un afiche de esta bella y noble mujer, cuyo nombre ojalá lo recuerde su pueblo.

Blanca López Hernández posa con su hijo José Antonio López Pérez y la fotografía de «la miliciana de Waswalito» en la que ambos aparecen.

Luego de estas remembranzas que brotan de lo más profundo de mi memoria, me dirijo a Rosario Murillo y a Daniel Ortega para reiterarles mi anterior petición. ¿Cuándo van a renunciar al poder en nuestra amada Nicaragua?  

Sí, ustedes han olvidado todos los hechos que he relatado aquí, que son solo una parte pequeña de la historia de dolor, llanto y valor del pueblo de Nicaragua, especialmente de sus mujeres porque son madres, porque valoran lo que es la sonrisa de sus hijos e hijas, porque sueñan con su felicidad, con que reciban siquiera la enseñanza primaria completa y con que puedan cultivar su tierra en paz.

Ustedes dos han destrozado toda esperanza en el País de los Lagos. Gran parte de los emigrantes nicaragüenses recurren al llamado sueño americano vendiendo su pedazo de tierra, se han expuesto a largas caminatas, a pasar hambre, frío, robo y no pocos han encontrado la muerte. ¡Cambiaron los proyectos en su tierra natal por sueños imperiales y ahora el tirano mundial los devuelve a su hogar! ¿Qué piensan hacer ustedes?  ¿Cómo los van a reinsertar en su propia tierra?

Rosario, has pensado alguna vez, ¿qué sentirías si eso le sucediera a alguno de tus múltiples críos? ¿Qué harías?  ¿No creen ambos que ya llegó la hora de ceder, la hora de DEJAR EL PODER PARA SIEMPRE, que ambos se retiren a un terreno paradisíaco, donde pase un río, con muchos árboles frutales y vivan con toda su prole en paz?  No sigan acumulando más karma duro para ustedes dos, para sus hijos y sus nietos. Razonen, y dejen que los pobres nicaragüenses tengan sueños y trabajo, que los patronos cumplan con las leyes laborales, paguen salarios justos y den vida digna a sus trabajadores.

Todo mi relato anterior pretende que ustedes NO OLVIDEN el pasado, los sacrificios y la sangre que el   pueblo nicaragüense ofrendó para que ambos llegaran al poder, ello con el objeto de recibir a cambio una buena educación para sus hijos, servicios de calidad en el campo de la salud, trabajo digno y, sobre todo, poder vivir en paz y con justicia social. Pero no ha sido así, todo lo contrario.

¡Qué su respuesta silenciosa sea con hechos de justicia, que le den alegría a ese valiente y creativo pueblo nicaragüense, que ya lleva más de cincuenta años de sufrimientos!

Desde alguna parte del mundo subdesarrollado, 8 de marzo del año 2025.

Myrna Eligia Torres Rivas

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