Culturas impopulares
Jorge Pech Casanova
El lema de la Universidad Nacional Autónoma de México fue creado en 1921 por José Vasconcelos, autor de un famoso y nada convincente ensayo utópico: La raza cósmica. Pensador formado en el antipositivismo de Bergson, Vasconcelos logró vislumbrar el budismo como parte de la filosofía, pero —amargado por su desastrosa experiencia política de 1929— se fascinó con Adolf Hitler y aceptó dirigir en 1940 Timón, la única revista patrocinada por el régimen nazi en México.
Vasconcelos aún vivió hasta 1959. Quince años antes pudo ver la caída del régimen hitleriano y alcanzó a arrepentirse en su revisión de 1948 de La raza cósmica al señalar de entrada: “la teoría del ario puro, defendida por los ingleses, llevada a imposición aberrante por el nazismo”. Eso no evitó que en el mismo libro escribiera: “El atraso de los pueblos hispanoamericanos, donde predomina el elemento indígena” y poco más adelante: “Una religión como la cristiana hizo avanzar a los indios americanos, en pocas centurias, del canibalismo hasta la relativa civilización”.
Para el pensador nacido en Oaxaca y formado en Durango, las deslumbrantes realizaciones arquitectónicas, tecnológicas y filosóficas de los pueblos indígenas no valían nada ante sus prácticas rituales de sacrificios humanos, que tachó de canibalismo. Sin embargo, la tesis central de su conocido libro insiste en que la raza del futuro era la indoamericana, por el mestizaje que infundió sangre europea a los “atrasados” pueblos originarios.
De esa creencia en la “raza cósmica” surgió también el lema de la Universidad Nacional de México que Vasconcelos dispuso en 1921: “Por mi raza hablará el espíritu”.
Casi dos décadas más tarde, cuando Vasconcelos aceptó dirigir la revista pro nazi Timón, llegó a señalar en su artículo «La inteligencia se impone» el 8 de junio de 1940: “La fuerza no le viene a Hitler del cuartel, sino del libro que le inspiró su cacumen. El poder no se lo debe Hitler a las tropas, ni a los batallones, sino a sus propios discursos… Hitler representa, en suma, una idea, la idea alemana, tantas veces humillada antaño por el militarismo de los franceses, la perfidia de los ingleses. En contra de Hitler, es verdad, se hallan combatiendo ‘Democracias’ gobernadas por civiles. Pero son democracias de nombre”.
No duró mucho la revista Timón. Su primer número apareció el 22 de febrero de 1940 y su entrega decimosexta y última circuló el 15 de junio del mismo año. Mayor recuerdo de esa infausta publicación no perdura, salvo en algunas investigaciones académicas, como el artículo «José Vasconcelos y la revista Timón. El discurso político del nazismo en México», de Héctor Orestes Aguilar Cabrera.
En ese artículo, el investigador rescata parte del artículo «Adolfo Hitler» firmado por Antonio Islas Bravo en el número 15 de la revista que dirigió Vasconcelos: “Con motivo del reciente cumpleaños de Adolfo Hitler, el ministro Ribbentrop declaró que el mandatario alemán es el hombre más grande que han producido los siglos. No hay exageración en lo afirmado por el ministro de Relaciones del Reich… Al igual que los alemanes, los franceses, los ingleses, los belgas, los escandinavos, los americanos, etc., habrán de reconocer la grandeza de Hitler, no limitada al pueblo alemán, sino desplazada hacia todos los hombres que caminan sobre los accidentados y penosos territorios de la civilización… La verdadera grandeza está en los directores de hombres, y Hitler es el más grande de todos ellos. Ribbentrop tiene razón…”
Las “democracias de nombre” a las que aludió Vasconcelos en su artículo sobre el führer fueron de muy contraria opinión; combatieron al sanguinario régimen hitleriano, lo vencieron y orillaron al “director de hombres” a suicidarse el 20 de abril de 1945. Antes de esa autoinmolación, la desbocada confianza del nazismo ya se había venido abajo. No faltarían letales dictaduras para suplir la de Hitler, pero eso ocurrió en otros desdichados países encabezados por la Unión Soviética de Josef Stalin y la China de Mao Zedong.
Por otra parte, como consecuencia de los excesos políticos y sociales a que llevó el afán de “pureza racial”, en la actualidad y desde hace muchos años la ciencia ha descartado la noción de “raza” como un concepto aplicable a la especie humana.
La doctora en Ciencias Biológicas Esther Rebato señala al respecto en su artículo «Sobre el uso del concepto de “raza” en la especie humana»: “… el concepto popular de ‘raza’ está sumamente arraigado en muchas sociedades y ha dado lugar a movimientos políticos altamente degradantes. A veces el término se usa en el sentido de ‘casta’, refiriéndose al origen o linaje y también a la calidad de algunas cosas, en relación a ciertas características que las definen (le viene de ‘casta’, tiene mucha ‘raza’…). El problema surge cuando se quiere dar al concepto de ‘raza’ un significado científico (que no tiene) para justificar determinadas ideologías (racismo)”.
La ciencia considera que aplicar el concepto de raza a la especie humana constituye un término caduco. Consecuentemente, todo centro educativo —y aún más la máxima casa de estudios mexicana— debiera revisar cualquier lema que continúe sosteniendo la noción de “raza”, y sobre todo si es el lema que identifica ante el mundo a la institución educativa.
¿Por qué seguir sosteniendo desde la universidad un lema que mezcla conceptos caducos con términos místicos? El espíritu es una noción religiosa mas también vale como emblema de altos valores humanistas, y por ello puede resultar sostenible en estos tiempos tan oscuros como los nuestros, cuando la existencia suele vaciarse de humanitarismo, suplido por brutales intereses.
Entonces, sí al espíritu. Pero ¿qué sitio dar al término “raza”? Debe erradicarse del lema universitario y parece tentador suplirlo por conceptos al uso: “Por mis pueblos hablará el espíritu”, “Por mis etnias hablará el espíritu”, sería demasiado fácil salida. Mejor cambiar el lema universitario por uno científico y realmente humanista.
No trataré de usurpar el sitio de Vasconcelos como creador de lemas, pero sí planteo la necesidad de renovar la divisa universitaria para adecuarla a los avances que la institución ha tenido en sus ciento tres años de existencia. La universidad ha aportado a México y al mundo grandes logros científicos y culturales. Su lema debiera reflejar esa aportación.
Tomado de https://morfemacero.com/
Más historias
Queso de Nochistlán, una tradición transgeneracional de Zacatecas
Queso de Nochistlán, una tradición transgeneracional de Zacatecas
Eduardo Subirats