Poemas

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Colaboraciones Israel García Reyes Israel García Reyes es autor de dos disímiles novelas: Eve /Proyecto Esfinge y Perder el reino. La primera explora cómo sería el mundo en el que las mujeres mantienen el control de un nuevo sistema de poderes. La...Tomado de https://morfemacero.com/

Colaboraciones

Israel García Reyes

Israel García Reyes es autor de dos disímiles novelas: Eve /Proyecto Esfinge y Perder el reino. La primera explora cómo sería el mundo en el que las mujeres mantienen el control de un nuevo sistema de poderes. La segunda, ambientada en la época colonial, ficcionaliza sucesos ocurridos de 1534 a 1539, cuando el arzobispo Fray Juan de Zumárraga procesó y validó la ejecución del noble texcocano Carlos Ometochtli Chichimecatecuhtli, acusado de herejía por codiciosos castellanos.

García Reyes tiene también una producción poética que ha dado a conocer en recopilaciones antológicas desde 2005. En este año, el escritor confirma su adhesión a la poesía con su libro Pájaro de nieve, publicado por el sello Almácigo Ediciones. Volumen breve e intenso, en el cual deposita Israel García veinte años de oficio poético con soltura, contundencia y levedad. Así lo ha entendido el poeta chiapaneco Víctor García Vázquez y por ello, en su nota de presentación, subraya que el verso del oaxaqueño “no martilla el paisaje con sus cascos, su trote es etéreo, porque se sabe potro, unicornio, centauro y Pegaso. Si el yugo lo convierte en bestia, el celo le devuelve su naturaleza de unicornio”.

Este nuevo libro de Israel García conduce a una música verbal que permite recorrer no sólo la nostalgia del autor por un enclave histórico —la antigua ciudad de Zaachila—, sino caminar por sus calles con la conciencia de que desde sus muros nos observan, además de siglos de historias, una memoria mítica que se fusiona con naturalidad a las vivencias más entrañables del autor. Y esa música verbal es más apreciable porque la mayor parte del volumen está escrita en prosa. En prosa poética.

En cuatro secciones divide el autor Pájaro de nieve, lo cual permite leer cada sección como un todo, sin dejar de recordarnos que, al entremezclarse, ese cuadrivio configura la imagen íntegra de una historia personal inserta dentro de la más amplia y compleja Historia.

En la sección final de Pájaro de nieve, “Sobre la aparición de las hormigas”, el poeta deja un caudal de imágenes cuya delicadeza y ascendiente vitalista no omite la advertencia ante los misterios y los riesgos de la existencia. Israel García cierra su poemario con un conjunto de cantares sobre la relación paterno-filial que, como bien concluye Víctor García Vázquez en su comentario, “nos devuelve la convicción de que los lectores tenemos derecho a contemplar la plenitud de la belleza”:

Jorge Pech Casanova

A los siete años

mientras buscaba leña 

mi padre se perdió 

junto a un pequeño burro de carga.

Entonces Apoala estaba enterrado 

en el silencio.

Quedaron atrás las Peñas Cerradas

con los sabinos del río.

Ya lejos

oscurecieron pájaros de la montaña. 

Todo era biznagas.

Y no supo volver. 

Con temor puso al burro delante

que en sigilo

tomó camino, a ciegas,

y él lo siguió

aferrado a su cola.

Por horas anduvieron entre la negrura.

Caída la noche 

encontraron las primeras chozas. 

La segunda vez que mi padre 

salió del pueblo 

no volvió.

Caballito de palma

en la ventana,

miras sin ojos 

hacia las paredes verticales

de Cawalaqui, la Cueva del Diablo

donde el demonio arrastraba

a los recién nacidos.

Si viene por mí 

sigue el sendero de piedra 

hasta la cumbre 

y tráeme de vuelta

y con bien.

No dejes que también se haga conmigo 

porque la abuela te encargó cuidarme.

Pequeña Luna, cierra los ojos esta noche para escuchar cómo respira el framboyán, el árbol que aloja las parvadas. 

Entre su fronda escucharás al pájaro de nieve: el que dejó esta lluvia. Es pequeño y transparente, pero canta para que una niña duerma; si lo consigue, si la hace dormir, el árbol crece y echa flores. Y eso es importante. Si las ves, acércate en silencio, sin tocarlas pues desaparecen, y todo se vendría abajo: árbol y flores y pájaros y canto, y no podría encontrar un nuevo framboyán sino hasta la hora de dormir de la siguiente noche.  

Si preguntas qué somos, te diría que un árbol de granadas rojas. Pero no, porque sus corazones se desangran antes de caer y tú y yo caminamos enteros. Si fuéramos las flores del cazahuate albearíamos en el valle y todos nos reconocerían desde lejos, y dirían: ahí están esos dos presumidos, pero lo blanco sólo es dable a lo divino y el amor lo pervierte. 

Quisiera creer que mientras tome tu palma ante el espejo donde nos encontramos, en cada tramo de cabello y en el intento por ponernos serios, eso nos hará inmortales. 

Que fea sensación por una niña de niebla.

A veces, te miro dormir y me dueles. Te enseño la palabra luz, pero la pierdo, si digo agua la sed nos contradice, y si pronuncio flor, desaparece.    

Pero es que somos briznas, como yerba.

Tomado de https://morfemacero.com/