septiembre 15, 2025
Nueve notas ecocríticas

Nueve notas ecocríticas

“Una lógica productivista, cortoplacista y obsesionada por la rentabilidad, por el crecimiento económico como único objetivo “racional” del capitalismo, frente una Ecología de la productividad humana en la cual se instrumente sistemas alternativos de producción respetuosos de la naturaleza”....Tomado de https://morfemacero.com/

Ta Megala

Fernando Solana Olivares

1. Al descifrar las causas sustantivas del momento actual —Kali yuga, edad de hierro, edad oscura, zona triste, época sin síntesis–, Ken Wilber refiere una entusiasmada carta de Sören Kierkegaard a propósito de las conferencias que el poeta Schelling pronunció en Berlín en 1841, ante un auditorio entre los que también se encontraban el historiador Burckhardt, el anarquista Bakunin y el marxista Engels.

       En tales coloquios, que conmovieron profundamente a quienes los escucharon —“una audiencia boquiabierta, una abigarrada muchedumbre”—, Wilber cuenta que Schelling comenzó su reflexión aceptando que la Ilustración había logrado diferenciar la mente de la naturaleza, pero dijo que al mismo tiempo olvidó considerar el Sustrato unificador que vincula orgánicamente a la una con la otra. Así, el desastre de la modernidad consistió en la creación de una tajante disociación entre la mente y la naturaleza.

      Esa disociación entre lo que Wilber define como el ego (la mente) y el eco (la naturaleza), cuyo paradigma es el de la representación y según el cual la mente “refleja” a la naturaleza, base epistemológica del método científico, abre una grieta entre la naturaleza, vista como objeto externo, y el yo reflexivo como sujeto. La escisión acabó convirtiendo a los seres humanos en objetos y, en palabras de Wilber, terminó deshumanizando el humanismo. Ya Schelling consideraba que cuando la representación se convierte en un fin en sí mismo entonces se convierte en “una enfermedad espiritual”.  

2. Schelling rechazó la simple regresión a la naturaleza, a la infancia, decía, de la raza humana, como forma de superar la disociación entre el ego y el eco. Y afirmó que para descubrir que la mente y la naturaleza son movimientos diferentes del mismo Espíritu absoluto hay que ir más allá de la razón. Wilber cita a Hegel, colega de Schelling, quien a continuación enseñará que el Espíritu no es Uno separado de los muchos sino el proceso mediante el cual ese Uno se expresa a través de los muchos, una actividad incesante manifiesta en el mismo proceso de la diversidad. Es el Espíritu, sintetizará Wilber, expresándose a sí mismo en el proceso evolutivo.

       La fractura denunciada por Schelling, la deshumanización del humanismo, también surge desde la cosmovisión que originó la ciencia moderna, un dominio hegemónico de más de cuatro siglos. Bacon definió la ciencia como conquista del hombre y domesticación de la naturaleza, una cosa externa. Descartes postuló el predominio de la mente pensante racional dentro de la maquinaria somática, una dualidad. Newton llevó esta idea al universo, estructura gigante, reloj creado por Dios, relojero que le dio cuerda, una mecanicidad. El universo como una colección de objetos, cosmovisión dualista que sentó las bases del mundo moderno y de la filosofía industrial hasta hacernos llegar al momento de inflexión existente hoy.

3. Sin embargo, aunque sigue determinando el pensamiento predominante y el comportamiento social, la cosmovisión mecanicista ha sido desmantelada. El paradigma ha cambiado, y lo significativo, como opina Albert Nolan, es su carácter científico. Uno de los descubrimientos de Einstein fue que la energía y la materia eran dos formas de la misma cosa: la energía es materia liberada, la materia es energía que espera ser liberada. El modelo mecanicista de la física suponía que la energía era una actividad o movimiento, y que la materia era una cosa. Cómo es posible entonces, se pregunta este pensador jesuita, que una cosa pueda convertirse en movimiento y un movimiento pueda convertirse en cosa. 

       Este es el ingreso conceptual a una realidad más misteriosa de lo que pensamos, y más misteriosa de lo que podemos pensar porque la mente humana es limitada: no puede comprender la luz, escribe Nolan, solamente tratarla como si fuera una onda, y para otros fines como si fuera una partícula. Y no es ninguna de las dos definiciones, sino algo más allá de nuestra imaginación: es un misterio, algo inescrutable por la razón. 

       El cosmólogo Brian Swimme ha dicho que las partículas elementales, aquellas que originan todos los fenómenos, “emergen del vacío mismo: éste es el sencillo e impresionante descubrimiento: en la base del universo hierve la creatividad”. Usa una expresión mística: “abismo que lo nutre todo”, para señalar este enigma en la base del ser.

       Otro físico, David Bohm, estudia el orden implicado y el orden explicado, una bisagra operativa o un diálogo, como se quiera ver, para la concurrencia de los fenómenos, y a la vez una nueva conceptualización del paradigma establecido hace cien años. El orden implicado es el vacío creador, la totalidad intacta del universo, una totalidad invisible pues nuestros sentidos no la perciben. El orden explicado es la multiplicidad y diversidad de cosas y acontecimientos que surgen del orden implicado para presentarse ante nuestra percepción como una prueba empírica.

4. Uno más de los pensadores que han fustigado los errores epistemológicos de la Biblia, sobre todo en el Génesis, es Arthur Schopenhauer, quien en su prosa sin concesiones objeta la cesión unilateral de la naturaleza y de los animales otorgada al hombre por el Creador, un acto de separatividad y predominio dictado por el narcisismo divino. Queda sancionada entonces la total indefensión de la naturaleza ante la ley y su subordinación a la antropocéntrica y soberbia narrativa humana. “¡Divina Gangâ! ¡Madre de nuestra especie!”, escribe, escandalizado, el autor.

       Este ego cartesiano, patrilineal y divisorio, fundado por la dudosa parcialidad del Creador —quien por ello ha sido históricamente visto como un mero demiurgo: no un dios, sino su intérprete y aun su contrario—, tiene origen en la conquista de las sociedades fraternales prehistóricas que realizaron pastores provenientes de Asia hace miles de años, modelados por la estructura animal del macho cabrío que guía al rebaño, lo mismo que hace el dios Jehová. Varias secesiones ocurrieron entonces: de la naturaleza misma, de la matriz femenina, del regazo vegetal, de la estructura social horizontal y participativa, de la igualdad y protección como gramática de la pertenencia mutua, de los derechos y las obligaciones humanas, de la conciencia reflexiva en participación con el mundo.

       El lenguaje esconde las huellas de aquel desfiguramiento misógino y mecánico —un impulso descendente, según la clasificación de Wilber— que nos ha llevado a la extrema cosificación posmoderna: todo son cosas, el ser humano desde luego. Dos de las funciones del lenguaje son nombrar (tropo adánico) y revelar (tropo poético). Si la versión bíblica contiene un subtexto —visible, por ejemplo, en la doble y contradictoria versión del Génesis sobre la creación de la pareja adánica—, éste se muestra en el sentido del compromiso que surge entre el nombrante y lo nombrado, no una apropiación sino un vínculo.

       Por ello hubo una corrección simbólica: la cruz cristiana, anuncio no del martirio sino de la revinculación del hijo del hombre con lo horizontal, con lo profundo y con lo elevado. Jesucristo vino a representar dramáticamente la mediación cósmica olvidada, a reiterar una perspectiva ecoteológica que hoy vuelve a surgir.        

5. Nuestra patología consiste en la alienación de la naturaleza, un costo de la conciencia: reflexionar, producir una distancia psíquica entre el observador y lo observado. El pienso luego existo cartesiano es epistemológicamente falso, pero inevitable para la mente del pensador hasta que éste se da cuenta de tal falsedad y comienza a luchar contra la división reductiva que significa. 

       De ahí el idealismo platónico que postula otra realidad verdadera y arquetípica: otro lugar, una grieta, una distancia entre esto y aquello, porque esto es una caverna donde se confunden las sombras con los objetos que las proyectan. El cuerpo asumido como la cárcel del alma —los hindúes lo ven como templo del alma— es resultado también de esta confiscación separativa. La mente se desliga del cuerpo al desligarse de la naturaleza.

        La conciencia de participación, llamada interdependencia por el budismo, existente todavía en el Renacimiento, fue radicalmente suprimida con las reformas, la protestante y la católica, sustancialmente iguales las dos. El Renacimiento concebía el mundo natural y social como un organismo espiritual, escribe Ioan Culianu, en el que había intercambios permanentes de mensajes fantásticos: “La Reforma destruye todo este edificio de fantasmas en movimiento, prohíbe el ejercicio de la imaginación y proclama la necesidad de extinguir la naturaleza pecadora”.

       Vendrá el racionalismo luego de la erosión de los valores religiosos, que también se opondrá al espíritu renacentista de participación en el cosmos, imponiendo en su lugar una interpretación cultural y científica alienada hacia la naturaleza, un utilitarismo materialista obsesivo: la posmodernidad.

6. El capitalismo salvaje neoliberal es producto de una cruel abstracción, el dinero, que continúa siendo hegemónica a través de los medios masivos de comunicación y de las estructuras reproductoras de ideología: familia, religión, escuela, opinión comunal. Ha implantado una mente colectiva basada en el pensamiento único del consumo desenfrenado, en la democratización del deseo (no en su satisfacción), en la consagración del principio del placer como fin vivencial, en el tener materialista en lugar del ser ontológico. Ha teorizado el fin de la historia queriendo persuadir a todos de que el tiempo actual es la suprema realización de lo deseable; ha convencido a los oprimidos para admirar enajenados a los opresores, introyectando en ellos, desde la sociedad del espectáculo, los tóxicos del miedo, la violencia y la banalidad. Las inquietantes distopías sociales (Orwell, Huxley, Wells) del pasado inmediato, las advertencias escritas, ya son realidad.

       Empero, la orquesta del Titanic sigue tocando mientras el agua va subiendo sin cesar. Angustiantes conferencias, no aquellas revelaciones epifánicas de Schelling, ahora celebradas a bordo de un barco hipermoderno que surca un mar de ahogados, según la dislocante imagen de Peter Sloterdijk, discursos tardíos sobre qué hacer en un sistema mundo cuya biosfera parece haber llegado a un punto de no retorno en tanto el desenfrenado consumo, un ritmo nihilista y terminal hasta hoy impuesto a sangre, televisión y fuego entre la brutal desigualdad de la gente, por el fascismo social de las democracias modernas y la globalización financiera imperial.

       Tenemos pensamiento articulado para transitar por la catástrofe civilizacional en curso. Pero al acostumbrado modo de los crepúsculos culturales y de las noches históricas, tal bagaje de posibilidades conceptuales, de advertencias y análisis precisos, verdaderos, de obras conmovedoras y certezas epistémicas, solamente es conocido y empleado por muy pocos —Morris Berman les llama los nuevos individuos monásticos, los nims—. La posesión de la lucidez y la razón históricas son minoritarias. Corresponden al axioma sociológico propuesto por Sloterdijk: cuando las grandes estructuras se colapsan, su restitución y transformación se da desde los pequeños formatos. El corto verano de la contra-cultura predicó hace décadas que lo pequeño era hermoso. Sloterdijk llama a esa emergencia de los pequeños formatos una hiperpolítica en los tiempos de los últimos seres humanos, de los usuarios terminales de sí mismos, los que viven entre lo no retornable: la experiencia existencial propia, el biotopo habitado, los otros congéneres, las relaciones emocionales. 

       Los sujetos actuales presos en el mundo chato, plano, en el que hay enunciados pero no enunciaciones. El homo videns que amenaza con extinguir al homo sapiens interrumpiendo el más viejo arte que se conoce: el de hacer seres humanos, garantizando a los descendientes la transmisión de lo que se recibió de los ancestros. Continuando la secuencia humana en el espacio tiempo como una manifestación del Espíritu, de lo Uno vinculante.

7. Robert Graves, el mitólogo y poeta, cuenta una bella historia acercade estos pequeños formatos humanos que actúan como entidades discretas y determinantes. La existencia del obosom Nosotros, un residuo de los arcaicos grupos totémicos nucleados alrededor de una diosa, cuyos miembros se reconocen entre sí al actuar espontáneamente en tareas o en circunstancias de interés común, y quienes siguen su camino al terminarlas.

       ¿Cómo entonces proceder en los momentos actuales? Leninistamente: ¿qué hacer? Gaia, la tierra, un organismo vivo, en consecuencia una mente, se muestra adversa a la especie humana demencial que destruye el medio físico y el psíquico y depreda a la naturaleza. No es del todo seguro que la civilización humana global y casi unificada siga existiendo. El capitalismo financiero suicida de la última hora destruye más recursos y energía de los que produce, pero sigue engañándonos desde el escenario mediático de la representación. Alrededor nuestro ronda la catástrofe, la parca y partera de la historia. —No es casual la pertinaz industria catastrófica de plagas y aniquilaciones y zombificación, el modo extremo de la conciencia inhumanizada.

       “Ya te lo dije tres veces, entonces es verdad”, se afirma en Alicia en el País de las Maravillas. La sobresocialización, el sobreabundamiento de la cultura normativa y del consenso con el que ideológicamente se domina a las sociedades contemporáneas, sólo oculta el verdadero estado de las cosas. Entonces no es deseable la repetición del ideal romántico de regresión a la naturaleza, al mundo de la localización simple, al mundo brutal de la mirada monológuica. 

       Wilber afirma que la sabiduría ecológica no consiste en cómo vivir de acuerdo con la naturaleza sino en cómo llegar a ponernos de acuerdo sobre cómo vivir de acuerdo con la naturaleza. El vínculo con Gaia, señala, no es innato, y tampoco, diríamos nosotros, es una sensibilidad desarrollada por la cultura predominante, sino un noble estado de la conciencia producto de un largo y laborioso proceso de crecimiento y transformación personales, grupales y, si es posible invocar la esperanza, colectivas. 

8. Una nueva inteligencia puede lograr ese estado, aquella que permita desarrollar una “democracia cognitiva” empleando cuatro facultades: una inteligencia disciplinada, atenta, alimentada y activa; una inteligencia sintetizadora que construya el sentido al seleccionar (al “curar” es la palabra) la información percibida; una inteligencia creativa que desaprenda las nociones introyectadas, el pensamiento recibido, el consenso manipulatorio, y trabaje en lo echado a perder; una inteligencia ética que respete toda forma de vida y acepte la multiplicidad fenoménica en igualdad moral.

       Desde luego, todo lo anterior puede actuar en lo externo del mundo si está activo en el interior de la conciencia. Se trata de la atención, el soporte del esfuerzo moral. Por ejemplo, la atención permite alcanzar la verdadera riqueza que consiste en la reducción drástica de la necesidad. Con ello se resuelve el espejismo del deseo, la ensoñación que obstruye al ser para estar en, con, desde y sobre la naturaleza, lo que él mismo es.

9. Boaventura de Sousa Santos ha propuesto una pluralidad de ecologías frente al monólogo de la época actual, cuyas tres grandes vías hoy lucen en ruinas así estén envueltas por el oropel mediático: el capitalismo, el Estado nacional y el pensamiento moderno, un marco conceptual que no puede resolver la problemática engendrada por él mismo: un epistemicidio, como lo define el autor.

       El éxito del modelo neoliberal, que sigue avanzando impunemente en la privatización de lo público, ha consistido en destruir la mera posibilidad de pensar alternativas al mismo. Esto es el pensamiento único, hegemonizante y totalitario, ajeno a la diversidad de lo real. La búsqueda y construcción de alternativas, un acto de mirar hacia donde no se mira, se enfrenta al saber monista del paradigma moderno. Boaventura de Sousa propone cinco tesis y antítesis: un acto de pensar para transformar:

       1. Una Monocultura del saber (ciencia occidental, cultura como canon), frente a una Ecología de saberes, la cual asume que no hay ignorancia y saber en general, sino que todos saben e ignoran algo. Lo había dicho Alfonso Reyes: todo lo sabemos entre todos.

       2. Una Monocultura del tiempo lineal, donde supuestamente existe un sentido de la historia que guió la idea del progreso y ahora guía el de la globalización, frente a una Ecología de tiempos múltiples y coexistentes que no categoriza a ninguna cultura viva como anacrónica sino como contemporánea.

       3. Una Lógica cerrada de la clasificación social que define y jerarquiza construyendo desigualdades, frente a una Ecología de los reconocimientos que “horizontaliza” todos los saberes y valores sociales y rechaza la superioridad de una raza o una cultura o una persona frente a otras.

       4. Una Lógica cerrada de la escala dominante donde lo universal obtiene más relevancia que lo particular y lo global se coloca por encima de lo local, frente a una Ecología de las transescalas donde lo local tiene entidad e identidad al margen de los mercados globales, tiene existencia por sí y para sí.

       5. Una Lógica productivista, cortoplacista y obsesionada por la rentabilidad, por el crecimiento económico como único objetivo “racional” del sistema capitalista, frente a una Ecología de la productividad humana en la cual se recuperen e instrumenten sistemas alternativos de producción respetuosos de la naturaleza.

       En suma: interdependencia, organicidad, vinculación. “Sólo relaciona” es una de las operaciones cognitivas del conocimiento fundado. El sistema mental, económico, social y político no entiende que no entiende lo que pasa. Debemos cambiar, si es que todavía hay tiempo para ello, lo que caracteriza a nuestra época, la perfección de los medios y la confusión de los fines: la Babel global colapsándose. Quizá todavía sea posible.

Tomado de https://morfemacero.com/