La negativa del juez republicano Jefferson Griffin a reconocer su estrecha derrota en la carrera por la Corte Suprema de Carolina del Norte cinco meses después de la elección se ha visto complicada por la aparición de una fotografía de 2001 que lo muestra con un uniforme confederado en una fiesta de fraternidad. Si bien Griffin afirma que la foto no refleja sus opiniones actuales, sus acciones sugieren lo contrario. Su desafío persistente a aproximadamente 65.000 votos emitidos en la elección, con el objetivo de anular los resultados, refleja la mitología de la «Causa Perdida» que aparentemente encarna.
La demócrata Allison Riggs ganó por solo 734 votos. A pesar de haberse recusado, el desafío legal en curso de Griffin, que inicialmente vio un fallo favorable de un panel de la corte de apelaciones controlado por republicanos que ordenó un período de verificación de 15 días para las papeletas impugnadas, fue posteriormente suspendido por la Corte Suprema de Carolina del Norte. El juez disidente de la corte de apelaciones condenó con razón esto como un intento de «cambiar las reglas» después de la elección, lo que podría privar del derecho al voto a miles de votos legalmente emitidos.
Esta batalla legal destaca un precedente peligroso, que se hace eco de las tácticas utilizadas para suprimir la participación electoral desde la elección de 2008, cuando la alta participación electoral contribuyó a la victoria de Barack Obama. El retroceso subsiguiente, alimentado por afirmaciones infundadas de fraude electoral generalizado, refleja la narrativa de la «Causa Perdida»: una narrativa histórica falsa utilizada para mantener las estructuras de poder. Esto se ejemplifica con la ley de supresión de votantes de 2013 en Carolina del Norte, que enfrentó desafíos legales de la NC NAACP y otros debido a la falta de evidencia que respalde las afirmaciones de fraude electoral.
Las acciones pasadas de Griffin, simbolizadas por el uniforme confederado y el baile «Viejo Sur» de su fraternidad, representan una continuación de esta narrativa dañina, lo que sugiere que la igualdad política de los negros perjudica a los blancos. Sus acciones actuales, intentando anular un resultado electoral legítimo, son igualmente preocupantes. Su desafío no se trata simplemente de una elección disputada; se trata de perpetuar una narrativa falsa que socava los principios democráticos.
La decisión del tribunal de inicialmente ponerse del lado del desafío de Griffin corre el riesgo de establecer un precedente tan peligroso como *Plessy v. Ferguson*, que confirmó las leyes de Jim Crow. Permitir que este desafío tenga éxito privaría del derecho al voto a miles de votantes y sentaría un precedente peligroso para futuras elecciones. Es crucial rechazar la mentalidad de la «Causa Perdida» y defender la integridad del proceso electoral. La atención debe centrarse en garantizar una votación justa y accesible para todos los habitantes de Carolina del Norte, no en socavar la voluntad del pueblo mediante afirmaciones infundadas de fraude. La búsqueda continua de este desafío demuestra una falta de respeto por los principios democráticos y el estado de derecho.
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