La gente acaba pasando por los cadalsos que ayudó a montar, ha escrito Jorge San Miguel. En los últimos diez años, Íñigo Errejón ha sido un personaje importante en la política española y a veces parecía a punto de aceptar los principios de la democracia liberal y el pluralismo. Es sobre todo un demagogo, un especialista en usar torticeramente causas justas, y el feminismo fue uno de los campos centrales de su demagogia: se pueden leer y oír sus declaraciones sobre la sentencia de la Manada y sobre la justicia, sobre Rocío Carrasco y Nevenka, sobre las mujeres y las redes sociales, sobre el caso Rubiales o los cánticos de los alumnos del Elías Ahúja que conmocionaron al mundo y más a él, alma sensible.
Su comportamiento conocido delataba la impostura: su primera acción célebre fue impedir que hablara en la Universidad una mujer (Rosa Díez), fue autoritario con Clara Serra como dirigente de Más Madrid (“Hace falta acordarse del feminismo no solo en las fotos y en la campañas, sino sobre todo en los momentos en los que estamos fuera de los focos”, dijo ella) y sus ataques a Isabel Díaz Ayuso se habrían considerado machistas si la presidenta de la Comunidad de Madrid hubiera sido de izquierdas.
Errejón es inocente mientras no se demuestre lo contrario, se pueden tener conductas reprobables sin que sean delictivas y no me gustan las denuncias anónimas ni los linchamientos ni la atmósfera de auto de fe. Pero es imposible no ver la hipocresía y la incoherencia, por su parte, por la de las tres organizaciones políticas que fundó y por la de entorno político/periodístico acostumbrado a dar lecciones morales a los demás. Gente capaz de condenar en abstracto a miles de personas descubre los matices de repente, mientras que otros que han callado durante años muestran ahora su rectitud justiciera.
Quienes dicen que los juicios paralelos son la única manera de defender a las mujeres mienten, defienden la barbarie y en la práctica desprotegen a las víctimas, desalentando que acudan a la justicia. Sumar, que frenó las denuncias, ha anunciado que sus cargos harán un curso obligatorio de feminismo: todo el mundo se queda más tranquilo. El que está más contento es Pablo Iglesias, a quien se veía disfrutar del asunto en TVE. Y al que le ha venido mejor es al presidente del Gobierno: investigan al Fiscal General del Estado, imputan al que fue su mano derecha en el partido y el Gobierno, fracasan sus querellas, da un golpe de mano en RTVE, su coalición se deshilacha y los hechos desmontan día a día sus discursos sobre la corrupción, el feminismo y la regeneración democrática, pero lo de Errejón es mucho más entretenido.
Tomado de https://letraslibres.com/
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