Juliette Binoche: «La vejez, como la pobreza, nos vuelve invisibles»

La actriz aprovecha el estreno de 'En un muelle de Normadía', donde da vida a una periodista que investiga la precariedad laboral, para reflexionar sobre la función del cine, la profesión de actor y la impertinencia o no de hablar por...

Actualizado Martes,
25
enero
2022

01:55

La actriz aprovecha el estreno de ‘En un muelle de Normadía’, donde da vida a una periodista que investiga la precariedad laboral, para reflexionar sobre la función del cine, la profesión de actor y la impertinencia o no de hablar por los demás

La actriz Juliette Binoche.Andreas RentzMUNDO

Juliette Binoche (París, 1964) adora reconocerse en el espejo que le devuelve la imagen precisa de, en efecto, Juliette Binoche. Una parte de su filmografía, de hecho, discurre precisamente en ese espacio íntimo y ligeramente sagrado en el que la actriz se contempla a sí misma sin máscaras. Ocurría en Viaje a Sils Maria, de Olivier Assayas, donde daba vida a una estrella de cine en el momento preciso en el que el pasado pesa. Ahora, en En un muelle de Normandía, de Emmanuel Carrère, interpreta a una periodista. Pero no a una cualquiera, sino, en ese juego de miradas dobles que tanto fascina al autor de El adversario, a una reportera que se hace pasar por limpiadora para dar con la medida precisa de heridas como la explotación, el trabajo precario o, más sencillo, la esclavitud moderna. Cualquiera de ellas. Binoche interpreta a alguien que interpreta a su vez a alguien, pero rodeado de actrices que no lo son y que sólo se interpretan a sí mismas. Llámese bucle o simple laberinto. Y así.

Una estrella internacional como usted al lado de actrices no profesionales que trabajan como kellys. ¿Cuánto hay de ejercicio de acercamiento y cuánto de impostura?
En realidad, y por difícil que resulte creerlo, no me siento tan lejos de ellas. Si miro el pasado de mi familia y de mí misma, me veo perfectamente reflejada en sus vidas. Cuando mi abuela polaca llegó a Francia durante la Segunda Guerra Mundial, tuvo que hacer pequeños trabajos de este tipo para sobrevivir. Mi madre también se empleó como limpiadora cuando era estudiante. Y yo misma para salir adelante de joven hice prácticamente todo tipo de trabajos algunos bastante humillantes. Es, digamos una larga historia familiar que siempre tengo muy presente.
¿Y no le generó algún tipo de mala conciencia? Acabada la película, sus compañeras volvieron a limpiar y usted…
La película, tal y como fue planteada por Emmanuel Carrère, trata precisamente de este conflicto. Es una pregunta que incumbe a cualquier artista haga lo que haga. ¿Hasta dónde estás legitimado para ponerte en lugar de alguien y hablar por él? Cada uno viene de un lugar distinto y la clase social determina absolutamente todo. Pero precisamente el trabajo de un actor o un escritor es hablar por lo demás. Florence Aubenas, la autora de El muelle de Ouistreham (Anagrama) en que se basa la película, fue acusada de traición por ocultar su identidad. Pero en realidad, su trabajo no difiere tanto del de una actriz. Cuando rodé Los amantes de Pont-Neuf viví una temporada en la calle para ver exactamente como se vivía ahí. Y cuando hice Camille Claudel me interné en un psiquiátrico para observar, para comprender. Muchos de los que estaban allí, pese a lo popular que pueda ser, no sabían que era actriz. Creo que hay un tipo de conocimiento que nunca se puede adquirir más que viviendo una situación determinada. Llegado un momento, no sirven ni los libros ni las películas.
Habla de Los amantes de Pont Neuf, pero entonces era una desconocida…
Sí, probablemente ahora no podría ir tan lejos. Para la preparación de aquel personaje pasé un tiempo de incógnito en la calle y en el albergue nocturno para los sintecho de Nanterre. Recuerdo que una noche un hombre se me acercó, me enseñó un billete y se ofreció a compartirlo conmigo. Me emocionó y me hizo sentir una impostora, pero eso no puso en duda mi deseo y mi derecho a interpretar a una niña que vive en la calle. Es lo mismo en esta película. No es cuestión de sentirse o no culpable, el objetivo es hacer entender la vida de estas mujeres casi esclavas y, si es posible, cambiar la conciencia de la gente. El objetivo siempre es hacer visible lo invisible.
¿Cómo cambia la relación con su propio trabajo el imitar a alguien que sí sabe realmente lo que está haciendo, que no finge?
Quiero creer que las dos aprendimos la una de la otra. Ellas, las Kellys, aprendieron a ser actrices y las veías ensayando entre toma y toma a ser ellas mismas de la mejor forma posible. Mi trabajo consistía en hacer lo que ellas hacían de forma cotidiana sin que se notara mi falta de hábito. Lo que sí es cierto es que había una especie de responsabilidad común de no mentir, de orgullo por mostrar que lo que se veía en pantalla era verdad.
Y usted, ¿qué aprendió de ellas?
Por mucho que te lo cuenten, hasta que no te ves con las manos en la mierda para ganar apenas lo mínimo para salir adelante… Y luego los kilómetros que hay que recorrer cada mañana al amanecer o al anochecer… Entiendes la rabia en la calle de los Chalecos Amarillos… Pero más allá de todo eso, lo que me enseñaron sobre todo es que aun en lo más profundo de la miseria, se necesita la amistad, las bromas, la diversión. Recuerdo pocos rodajes en los que me riera tanto.
Ha mencionado la invisibilidad. Hacer visible lo invisible… ¿No es trabajo de un actor hacerse invisible?
Pero de otro modo. La invisibilidad que procura la máscara es otra. Es una especie de liberación o vacaciones de uno mismo. Pero en el caso de un actor, la invisibilidad dañina se sufre cuando envejeces. La vejez, como la pobreza, nos vuelve invisibles. Especialmente en el caso de las actrices…

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