febrero 19, 2025

Flamenco

Carmen de Carlos Saura

En recuerdo de Carlos Saura, del que tanto hemos aprendido

Suponiendo que todos los flamencos hubiesen muerto, ¿cuál sería mi razón de existir?

¿Entregaré la tierra a las tormentas o la mar a la calma? ¿Armaré los fusiles y predicaré la guerra mientras publico la paz?

No odiaré a los pacíficos ni escupiré sobre el sepulcro de los santos, pero ¿dónde iré a bailar si cae la noche?

Todas las tardes tienen un crepúsculo en el que se alimenta el olvido. Todo se canta, el dolor de la música también, esa que la libra del dolor que la crea.

¿Quién es el espectador? Cuando miramos el espectáculo, ¿no sentimos que nos copia? Y los artistas de la escena, ¿no imitan nuestros gestos que ocultan sus sueños? Todo empieza cuando acaba.

El horizonte hace de las sombras un cielo partido por el que circulan los hombres que aún confían en un destino que serán incapaces de cumplir. Detrás, la tierra sobre la que se fijan o transitan. Solo delante está su esfuerzo que la mayoría no comprende, aunque respeta. Hace viento y el sol no repite trayectoria. Pero los astros están fijos y las pasiones varían. El horizonte es un equilibrio entre luces que el amor ha roto.

Instinto puro, puro sentir no repetido. Tú eras el sol y la arena. Tú, las sombras y el miedo. Tú con quien sueño y por quien tiemblo. Tú, solo sentir sin remordimiento ni nostalgia. Tú, como yo, espejo y reflejo de la luz que no llega, luz que asombra, tú, sombra de luz. Tú, bailando en la superficie bruñida de los espejos, con la voz rota de cazalla y el temor de que todo sea cierto.

Arturo Lorenzo.
Madrid, marzo de 2023

Tomado de https://losamigosdecervantes.com/