La Administración del Seguro Social se enfrenta a una crisis, alimentada por la falta de personal y el posible cierre de oficinas, dejando a los jubilados luchando por acceder a sus beneficios. Esto se destacó en un episodio reciente de «The Rachel Maddow Show», que presentó la historia de Leonard «Ned» Johnson, de 82 años, declarado erróneamente muerto por la SSA y posteriormente denegado sus beneficios. La experiencia de Johnson, detallada en The Seattle Times, incluyó una espera de cuatro horas en una oficina de Seattle con muy poco personal, una de las muchas que se prevé cerrar en virtud de las medidas de eficiencia gubernamental propuestas. Describió la escena como de la «época de la Depresión», con largas filas y empleados abrumados.
Esta anécdota no es aislada. Una investigación del Washington Post corrobora el creciente problema, informando sobre largos tiempos de espera, líneas telefónicas congestionadas y caídas del sitio web en múltiples oficinas del Seguro Social. Entrevistas con más de dos docenas de empleados actuales y anteriores, funcionarios y beneficiarios revelan un sistema que se está desmoronando bajo la presión. En Indiana, una oficina con menos de una docena de empleados atiende a casi 70.000 solicitantes, atendiendo llamadas constantes sobre posibles cierres de oficinas y el impacto de los cambios en curso. Los empleados expresan incertidumbre sobre sus propios empleos y su capacidad para ayudar a los beneficiarios, advirtiendo que algunos podrían enfrentarse a meses sin beneficios.
En Baltimore, un equipo responsable de sistemas de pago críticos está perdiendo casi una cuarta parte de su personal debido a renuncias y jubilaciones. Esta pérdida de experiencia amenaza las actualizaciones oportunas del software y la capacidad de resolver problemas técnicos complejos que pueden detener los pagos. La combinación de falta de personal, posibles cierres de oficinas y la partida de personal cualificado presenta un panorama sombrío del futuro del Seguro Social, planteando serias dudas sobre la capacidad de la agencia para funcionar eficazmente. El artículo concluye enfatizando que el problema va más allá de las anécdotas individuales, destacando un problema sistémico que amenaza la accesibilidad y la fiabilidad de los beneficios del Seguro Social.
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