Hemos llegado al primer año del sexenio de la doctora Claudia Sheinbaum Pardo, séptimo del proceso histórico de la Cuarta Transformación. Esta contabilidad histórica es necesaria, ya que en 2018 no fue sólo un cambio de gobierno sino un cambio de régimen político, social y modelo económico. El Estado pasó de ser un agente facilitador de negocios para el sector privado –capturado por la corrupción sistémica– a retomar su rectoría como propulsor activo de la economía nacional. Regresó la visión de largo plazo a través de la planificación. Los Poderes de la Unión –el Ejecutivo, Legislativo y el Judicial– ahora se eligen de forma democrática. El apoyo y convencimiento de las amplias mayorías populares se traduce, además, en un acervo de fuerza frente a la inestabilidad provocada por el ocaso hegemónico de los Estados Unidos de América.
A pesar de que todavía existen inercias ideológicas instaladas durante el periodo neoliberal y resistencias estructurales por el tipo de economía neocolonial histórica, la transformación del Estado mexicano sigue su curso por la vía pacífica e institucional. Si bien algunos podrían verlo como una tormenta perfecta llena de limitantes inusitadas, lo que es verdad es que los procesos de transformación nacional e internacional hoy presentan una aceleración inédita. Es decir, las aparentes dificultades son, en realidad, síntoma de un salto cualitativo hacia una nueva era. México, por ejemplo, ha cobrado conciencia de la alta dependencia con respecto al mercado estadounidense y, como lo atestigua la reciente reunión de alto nivel con autoridades y empresarios brasileños, nuestro país comienza a voltear al sur para la búsqueda de la necesaria diversificación.
Como hemos señalado en entregas anteriores, el proceso que estamos viviendo se trata de una reconformación del Estado mexicano, bajo el fortalecimiento de una República de carácter social, el desarrollo económico no tiene por objetivo el simple crecimiento, sino que el metabolismo económico se traduzca en la mejora de la calidad de vida de sus habitantes. De aquí que los resultados recientes de la reducción de la pobreza de 41.9 a 29.6 por ciento sean un símbolo claro de acierto de esta estrategia, especialmente cuando esta mejora no se reduce a la línea de ingreso monetario sino bajo la visión de la pobreza multidimensional en el que se enfoca la integralidad de las condiciones de vida a través de seis factores (salud, educación, alimentación, seguridad social, servicios básicos para la vivienda y calidad de la vivienda).
Es necesario recordar que estos resultados no se limitan solamente a la política social (programas del bienestar) o a la recuperación del salario mínimo, de suyo relevantes, sino a la política económica como forma global que ha recuperado el proceso de reindustrialización como dinamizador general del mercado interno, mismo que fue desestructurado a través del abuso de enclaves por parte del viejo modelo neoliberal. Hoy, el Plan México es el eje articulador hacia el futuro para consolidar dicha recuperación a través del principio de sustitución de importaciones, tanto a nivel básico (bienes de consumo) como también a nivel de alta tecnología (bienes de producción).
Quizá lo más importante del nuevo modelo económico es que la política industrial tiene por principio el criterio de soberanía, es decir, que la inversión extranjera que llegue al país se ajuste a la planificación local y no al revés. Esto, de facto, es el criterio que fue enmarcado en 1974 bajo la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados en la que los países precisan soberanía para evitar los abusos de las empresas trasnacionales. Es decir, se trata de un proceso descolonizador.
Ahora bien, no debe olvidarse que este salto cualitativo presenta una aceleración, pero no implica que sea automático, los procesos de emancipación son eso, procesos, y significan luchas permanentes para poder reorientar y contener el amplio poder económico que acumularon las fuerzas trasnacionales gracias a los años de entreguismo que las élites permitieron durante periodos anteriores.
De aquí que el avance pueda valorarse a través de lo que denominamos como las cuatro soberanías básicas: energía, alimento, crédito y tecnología. Vectores que se constituyen como terreno de batallas a resolver. El primer sexenio, por ejemplo, inició con contundencia al rescate de la soberanía energética y los primeros pasos sobre la soberanía alimentaria, no sin resistencias. De aquí que el proyecto reciente de recuperación de Pemex y CFE sean esenciales para el primer elemento. Por su parte, el programa sembrando vida, la producción para el bienestar y diversos sistemas de control de precios e inflación abonen decididamente para la segunda soberanía.
El segundo piso de la 4T se distingue por profundizar la batalla en la tercera soberanía, la del crédito, a través del compromiso con la banca comercial por elevar el porcentaje de oferta de crédito en 3.5 por ciento anual de aquí al 2030 a las pequeñas y medianas empresas (Pymes), toda vez que México es de los países que ofrecen un porcentaje menor con respecto al PIB (33 por ciento) en contraste con otros países como Brasil (72 por ciento) o Chile (86 por ciento). Además, en la reciente celebración de los 100 años del Banco de México se ha insistido que esta institución podría activar mecanismos ya consagrados en la ley, es decir, incluso sin tocar su autonomía, para dotar al gobierno de asesoría e involucramiento de forma decidida en el proceso de desarrollo. Aun así, es necesario no olvidar que la autonomía tal como está planteada es herencia del modelo neoliberal por lo que en el futuro próximo habrá de abrirse la discusión sobre su significado y alcances.
Por su parte, la soberanía tecnológica, ha comenzado su proceso bajo la proyección de Olinia –el proyecto de carros eléctricos 100 por ciento mexicanos– y los laboratorios de semiconductores. Adicionalmente, los polos de desarrollo del Plan México contemplan una unidad de investigación científica para fomentar la transferencia tecnológica. No obstante, el mayor reto es construir las cadenas de proveeduría al nivel requerido por los procesos tecnológicos dominantes, de aquí que el crédito sea necesario para poder acceder a niveles de inversión que permitan elevar la capacidad productiva de las mismas.
El principio de soberanía, cabe destacar, no se refiere algún principio abstracto, sino al campo de lo estratégico, toda vez que en el sistema mundial actual implica una dependencia mutua sin opción al aislamiento absoluto. Una cosa es ser mutuamente dependientes y otra, en caso de no contar con este principio estratégico, es depender unilateralmente de las decisiones y estrategias de otra nación. En este sentido el actual tránsito del mundo unipolar al mundo multipolar exige, precisamente, tener como principal estrategia constituir una matriz soberana mínima para ejercer la multilateralidad y la nueva composición geopolítica.
A siete años del cambio de régimen y uno del segundo piso de la transformación se traza con nitidez la perspectiva del cambio irreversible, especialmente cuando ahora se tiene en puerta la reforma política que altera el mecanismo de acceso al poder del Estado. Con esto, desde mi punto de vista, se asegura la continuidad del proceso de transformación en el largo plazo, no como señalan los opositores, como una supuesta dictadura, sino como un periodo amplio de reparación y potenciación del modelo de república social. Habrá contradicciones por venir, pero estas ya pertenecerán a otro momento histórico. La 4T no es un estado al que se llega de forma permanente, sino que significa la constante transformación de todo lo que tiene que ser cambiado hasta alcanzar un nuevo momento civilizatorio.
Oscar David Rojas Silva*
*Economista (UdeG) con estudios de maestría y doctorado (UNAM) sobre la crítica de la economía política. Académico de la FES Acatlán y la UAM Xochimilco. Director del Centro de Estudios del Capitalismo Contemporáneo y comunicador especializado en pensamiento crítico en Radio del Azufre y Academia del Azufre.
Para leer: El color de la justicia
Tomado de https://contralinea.com.mx/feed/
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