La reciente revelación de Meghan Markle sobre haber sufrido preeclampsia posparto provocó una ola de acoso en línea y desinformación. Esto subraya una tendencia peligrosa: el menosprecio y la politización de la salud materna, particularmente para las mujeres de color.
La Duquesa de Sussex, ya objeto de un intenso escrutinio público, compartió su experiencia en su podcast. Esta divulgación fue recibida inmediatamente con escepticismo y acusaciones de búsqueda de atención, destacando un problema social más amplio. La reacción violenta contra Markle refleja el problema mayor de que las preocupaciones de salud de las mujeres se minimicen y se pongan en duda, especialmente para las mujeres de color que experimentan tasas significativamente más altas de mortalidad materna.
Una autora, que también experimentó preeclampsia posparto, detalla su propia experiencia desgarradora. Ella enfatiza la distinción crucial entre la preeclampsia (durante el embarazo) y la preeclampsia posparto (después del parto), una afección grave que puede provocar convulsiones, accidente cerebrovascular, insuficiencia orgánica e incluso la muerte. La autora destaca la estadística alarmante de que el 75% de las muertes maternas están relacionadas con la preeclampsia posparto, en parte debido al retraso de seis semanas antes del primer chequeo posparto, un período en el que las mujeres siguen corriendo un riesgo significativo. Su relato personal describe vívidamente la aparición repentina de los síntomas, el despido inicial de sus preocupaciones y la aterradora carrera hacia el tratamiento de emergencia.
La experiencia de la autora, aunque afortunada en su resultado (recibió atención médica inmediata como mujer blanca), contrasta marcadamente con los desafíos desproporcionados que enfrentan las mujeres de color. Las mujeres negras, por ejemplo, tienen tres veces más probabilidades de morir por causas relacionadas con el embarazo que las mujeres blancas. Esta disparidad se debe a problemas sistémicos, como el sesgo de género y el frecuente despido de sus síntomas.
La disposición de Markle a compartir su historia es crucial. No solo crea conciencia sobre la preeclampsia posparto, sino que también desafía la tendencia cultural a desacreditar el dolor y las experiencias de las mujeres. La reacción negativa a su divulgación refleja una desconfianza más profunda en el establecimiento médico, alimentada por la negligencia histórica, el racismo y la desigualdad sistémica. Esta desconfianza silencia aún más a quienes necesitan ser escuchados e impide el progreso hacia un sistema de atención médica más equitativo y responsable.
Con las tasas de mortalidad materna en aumento en los EE. UU., la autora concluye con un llamado urgente a la acción: las historias y las vidas de las mujeres importan. Toda mujer merece estar informada sobre los riesgos de la preeclampsia posparto y, fundamentalmente, ser creída.
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