El emperador, el esclavo y los dodos

El emperador, el esclavo y los dodos

“Y en estos días, hay científicos que hablan de resucitar el dodo mediante manipulación genética. El ave aniquilada aún no concluye sus insólitas peripecias”....Tomado de https://morfemacero.com/

Culturas Impopulares 

Los dodos y sus retratos 

El emperador mogol de la India Jahangir, cuya vida abarcó del año 1569 al 1627, dejó un libro de memorias conocido como Jahangirnama o Tuzk-i-Jahangiri (Libro de Jahangir). El mogol, además de regir su imperio, coleccionaba animales y plantas que le llamaron la atención por su rareza. En sus memorias constan minuciosas descripciones de los animales que adquirió a mercaderes portugueses en Goa: camaleones, cebras africanas, guajolotes americanos, pavorreales, halcones y otras aves. 

Insatisfecho con las descripciones de su pluma, el emperador comisionó a los mejores pintores de su corte retratar las plantas y aves de su colección. El más notable artista de Jahangir mereció el título de Nadirul’Asr (Maravilla de la Época) y se llamaba Amal Mansur, aunque prefirió firmar sus obras como Unstad Mansur (Maestro Pintor Mansur). 

Aparte de sus magníficas pinturas, en las que el dibujo y el colorido predominan sobre otras virtudes, pocas noticias dejó Mansur de sí mismo. Se sabe que estaba al servicio de Jahangir desde 1600, por un retrato que le hizo cuando el hijo de Akbar aún portaba traje de príncipe. A partir de que Shah Jahan asumió el trono, en 1627, deja de haber noticias del artista. Se ignora si Mansur falleció antes o después de aquel año. 

Esa efigie del dodo pintada alrededor de 1625 importa no sólo por ser la única de un ejemplar vivo, sino porque el infortunado animal ya estaba entonces en vías de su extinción, ocurrida entre 1662 y 1688, de acuerdo con diversas fuentes de vacilante credibilidad. En la pintura de Mansur, el dodo ocupa el centro, y a su alrededor el artista dibujó a un loro de corona azul, un faisán tragopán cornudo, un ganso indio y una ganga hindú. 

Tanto el emperador Jahangir como el pintor Amal Mansur llegaron al final de sus existencias unas décadas antes que los indefensos pájaros nativos de la isla Mauricio. Otros dodos fueron enviados a Europa, pero no alcanzaron con vida el continente. En el camino, taxidermistas de escasa habilidad los disecaron. Las representaciones europeas que se conservan del ave fueron ejecutadas sobre esos ejemplares mal dispuestos, o peor aún, interpretando cuentos de marineros que trataban de vender despojos. En consecuencia, los europeos dibujaron dodos obesos, y aun dodos blancos. 

En el país de las maravillas

John Tenniel, ilustrador pionero de Alicia en el país de las maravillas, hubo de afrontar las intromisiones de Lewis Carroll al colaborar en la primera edición del libro en 1865. Carroll intentó dibujar él mismo a Alicia y sus criaturas, pero lo convencieron de asignar la tarea al dibujante de la revista Punch. Salvo la de Humpty Dumpty, el escritor objetó cada una de las 92 imágenes que el caricaturista propuso. Después, cuando el taller de los hermanos Dalziel trasladó los dibujos a bloques de madera y los imprimió, Tenniel rechazó las estampas por su pobre calidad. Al fin, la edición salió en 1866. El dodo (con blanco plumaje) quedó fijado para la imaginación popular en dos xilografías (después coloreadas con tinta azul). 

Durante la segunda guerra mundial, cuando los bombardeos pusieron en peligro la sede londinense de la editorial, las 92 placas de madera originales fueron sacadas de Londres y enviadas a un impresor en Suffolk. Las xilografías se perdieron de vista hasta 1985, cuando las hallaron en la bóveda de un banco. Rescatadas del olvido, las placas sirvieron para una última edición de 250 copias, ejecutadas en 1988 por la Rocket Press de Jonathan Stephenson. Ahora, las valiosas matrices se resguardan en la Biblioteca Británica. Falta, desde luego, la famosa imagen del encuentro de Alicia con el dodo. 

El esclavo y el último dodo 

En 1663 un joven esclavo negro adolescente llamado Simón huyó de sus captores y se refugió en una comunidad de cimarrones en el interior de la isla Mauricio. Once años vivió Simón oculto en la selva hasta que lo recapturaron e interrogaron en 1874 para conocer los escondites de los fugitivos. Simón al parecer evitó el castigo por su fuga al revelar los sitios donde vivió oculto, considera la investigadora mauriciana Gitanjali Pyndiah al examinar la declaración del cautivo. 

En ese informe, Simón menciona dos encuentros con un ave que no volaba sino caminaba en la selva alrededor de 1870. Algunos de sus oyentes creyeron oír en ese relato la palabra “dodo” y rechazaron el testimonio, pues, como todos sabían, el dodo se extinguió en 1862. Sin embargo, Simón fue devuelto sin castigo a la comunidad y su revelación quedó archivada en los anales de la isla Mauricio. 

Al releer el testimonio, la académica Pyndiah se fijó que la palabra empleada por el esclavo no era dodo sino “kaswari”, el nombre malayo para el ave que hoy denominamos casoar. Añade la investigadora que el casoar “vive en el suelo, es alto, con dos poderosas piernas y anchas garras de tres dedos, como el pájaro extinto. Tiene un cuerno en la cabeza, plumaje negro coriáceo, cuello azul iridiscente, garras como dagas y su graznido alcanza la más baja frecuencia entre las aves”.  

Así, otra objeción al relato de Simón nos deja sin dodos en el año 1662, cuando Volker Evertsz, náufrago del navío Arnhem, manifestó haber cazado un dodo en un islote de las Mauricio, según refieren los investigadores Anthony S. Cheke y Jolyon C. Parish en su artículo “El dodo y la gallina roja, una saga de extinción, malentendido y transferencia de nombres”. Estos avatares inevitablemente se vinculan a las paradojas del ave acosada, cuya descendencia terminal compartió el palacio de un emperador y el escondrijo de un prófugo. 

Con todo, Cheke y Parish no omiten acotar que en 1681 Benjamin Harry informó de “dodos, cuya carne es muy dura”, y que en los Diarios de Isaac Lamotius hay un comentario sobre dodaarsen (dodos) capturados por cazadores entre 1685 y 1688.

Mientras los investigadores dilucidan si esos avistamientos y la postrera depredación corresponden al ave extinta o a otra especie, el desconocido captor del grabado de Tenniel sin duda se regocija admirando las efigies de Alicia y el dodo que guarda en algún recoveco o bóveda de su culpable domicilio. Y en estos días, hay científicos que hablan de resucitar al dodo mediante manipulación genética. El ave aniquilada aún no concluye sus insólitas peripecias.

Tomado de https://morfemacero.com/