Palabras
clave: capitalismo, posverdad, cambiar el mundo, izquierda
anticapitalista, humanismo crítico.
He
escrito este libro, señala Juan Torres López [JTL], porque “me
duele el mundo en el que vivo”. Uno de los motivos de ese malestar:
en septiembre de 2023, un equipo de científicos mostró que la
Humanidad ha cruzado seis de los nueve procesos que la amenazan.
De
ese dolor ha surgido uno de los ensayos más filosóficos y políticos
del autor (en la línea de las tesis marxianas sobre Feuerbach:
“Comprender tal cual es en verdad la realidad que se desea cambiar
resulta, por tanto, fundamental para generar procesos efectivos de
transformación”), también poético (cada capítulo se abre con un
breve poema: Belli, Benedetti, Ángel González,..), escrito desde
unas coordenadas densamente humanistas y cooperativas (Humberto
Maturana: “los seres humanos somos seres adictos al amor, y
dependemos para la armonía biológica de nuestro vivir de la
cooperación y la sensualidad, no de la competencia y la lucha”
(171)), de izquierda crítica y autocrítica (y con mucha arista
ecosocialista), de uno de nuestros grandes (más que) economistas, un
autor con manifiesta y demostrada vocación político-didáctica que
no necesita presentación (Recuerdo sus tres últimos libros: La
renta básica (2019), Econofakes (2021) y Más dificil
todavía (2023)).
Forman
Para que haya futuro la introducción, seis capítulos, el
epílogo (“Diez tareas prioritarias y una inaplazable”), un
resumen y las conclusiones, agradecimientos y bibliografía. Los seis
capítulos: 1. “No es lo que parece: la otra cara del capitalismo”.
2. “¿Cómo se ha llegado hasta aquí?” 3. “La legitimación
del capitalismo contemporáneo: del consenso a la posverdad”. 4.
“¿A qué podemos aspirar?” 5. “¿Qué se necesita para cambiar
el mundo?” 6. “¿Qué ofrecer, cómo actuar y qué ser?”
Cada
capítulo se subdivide en apartados, generalmente breves, todos ellos
sustantivos, de temática económica (“Progreso extraordinario,
para gran parte inalcanzable”, “Concentración de la riqueza y
monopolio del poder”), política (“Muchas democracias, poco poder
de los pueblos”, “El vaciamiento de la democracia
representativa”), científica (“Lo que dice la ciencia sobre la
evolución humana y los cambios sociales”, “Miembros de una misma
especie”), filosófica (“El Homo neoliberalus”, “La
tecnología puede rehumanizar al ser humano”, “Cuidarse y cuidar:
ser humanos”), gnoseológica (“Pensar críticamente y desvelar”,
“La información más abundante, con más mentira y confusión”,
“Hay espacios de complejidad más gobernables que otros”) y
programática (“Dar prioridad a lo prioritario”, “Crear
sociedad, dialogar e influirse mutuamente”).
Para
seminarios que tomen Para que haya futuro como base: un
apartado por sesión. Mucho se aprenderá, muchas teclas podrán
afinarse.
Las
diez tareas prioritarias y una inaplazable (el apartado se abre con
unos hermosísimos versos de Ángel González: “Pero el futuro es
otra cosa, pienso:/ tiempo de verbo en marcha, acción, combate,…”):
1. Prepararse frente a una previsible sucesión de tensiones y
catástrofes. 2. Educar, denunciar y difundir con autonomía. 3.
Forjar consensos progresistas. 4. Poner en marcha otra economía y
generar riqueza dando ejemplo. 5. Aflorar más y mejor democracia en
todos los rincones de la sociedad. 6. Crear espacios de encuentro y
convivencia. 7. Organizarse desde abajo para influir arriba. 8.
Prepararse para administrar y gobernar. 9. Reforzar el Estado y
recobrar soberanía nacional. 10. Reivindicar la paz y practicar la
no violencia coherente. Lo inaplzable (con nítida arista
ecologista): frenar el cambio climático de la única forma en que
puede frenarse.
No
les adelanto nada, pero los títulos citados dan muchas (y buenas)
pistas de los contenidos.
Una de las tesis de mayor alcance, una de las convicciones profundas del autor: para JTL, el éxito del neoliberalismo no se debió simplemente a que además de favorecer un universo financiero extraordinariamente rentable, fuera capaz de reforzar al máximo los mercados, sino porque “se intervino también en las relaciones sociales, en los modos de vida y convivencia que conforman diferentes formas de socialización. Y también en las instituciones y sistemas de mediación social para generar nuevos valores, preferencias, creencias, visiones del mundo y aspiraciones” (161). Se creó un nuevo tipo social, que JTL llama el Homo neoliberalus, un ser humano que “hace suyo, desea, reclama, aspira y da por bueno aquello que lo está desposeyendo”.
Otra
importante idea-fuerza que se nutre del esperancismo que corre (para
bien) por las venas y arterias de JTL: “¿Existe la posibilidad de
encontrar algún punto en común de toda la especie a la hora de
organizar la vida social y satisfacer las necesidades, con
independencia de la diversidad que reflejan la multitud de culturas,
creencias o preferencias que la conforman?” (188). ¿Hay unos
principios de acción generalizables? Los hay en su opinión y nos da
cuenta de ellos con un hermosísimo relato mitológico que toma a las
tres hijas -Eirene, Diké y Eunomia- de Zeus y Themis como
protagonistas: paz, justicia y mesura (lo opuesto a la hybris, a
la desmesura, de la que hace muchos años también nos
habló Manuel Sacristán).
Un
breve apunte sobre algunas de las críticas vertidas por el autor a
las izquierdas:
La izquierda ha creído que los sujetos que cambian la historia son los colectivos, los grupos o clases sociales a los que el individuo se incorpora anónimamente y ha considerado que el individuo como un simple contenido, “un elemento o componente pasivo de los grupos y que son estos los que generan relaciones sociales y actúan como motor y sujeto de la transformación social” (169). Para JTL, al actuar sin considerar que el ser humano en singular es el centro de la historia, “las izquierdas no se han visto en la obligación de mirarlo a los ojos como ser concreto, ni de dialogar de tú a tú con él para producir la acción que, a partir de ahí y a través de la interrelación, se convierta, ahora sí, en acción colectiva” (170).
Para cambiar el mundo hay que revertir la desnaturalización del ser humano que ha generado el neoliberalismo al anular su ser social. Pero, esa es la posición humanista de izquierdas de JTL, “no se puede hacer diluyendo su personalidad, sino reforzándola, como lo que es en realidad, un ser singular, efectivamente, pero al mismo tiempo social” (171). Hay que lograr, esa es la tarea de la hora, que la diversidad y la singularidad de cada ser humano se conviertan en una fuerza social que lo sitúe “en una especie de estadio superior sin perder su peculiaridad”. Para cambiar este estado de cosas, insiste JTL, “hay que comenzar por incrementar la sociabilidad para regenerar al ser humano como especie y devolverle su carácter social original y auténtico” (171). Es preciso humanizarlo, concluye nuestro economista-filósofo.
Para
futuras reediciones: incluir un índice onomástico y conceptual,
corregir la portada (el subtítulo debajo del título, no arriba), y
ahondar algo más, si es posible, en temas de política
internacional.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
Tomado de https://rebelion.org/
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