Chile conmemora 50 años del golpe de Estado de Pinochet, mientras lucha contra las secuelas del neoliberalismo.
Hace medio siglo, el 11 de septiembre de 1973, Chile despertó a una realidad que cambiaría su historia para siempre. Ese día, Augusto Pinochet, un general del ejército, tomó el poder en Chile a través de un golpe militar. Este evento no solo marcó el fin de la democracia en el país, sino que también marcó el inicio de una era de dictadura y la implementación de reformas neoliberales profundas.
El amanecer de una nueva era
El golpe de Estado militar fue un evento traumático que dejó una cicatriz en la nación. La violencia y la represión se convirtieron en la norma, y las libertades civiles y los derechos humanos fueron pisoteados. El gobierno de Pinochet se caracterizó por su autoritarismo y su falta de respeto por los derechos humanos.
Pero el golpe no solo cambió la política del país. También marcó el inicio de una serie de reformas económicas que transformarían a Chile en un laboratorio para las políticas neoliberales. Bajo la dirección de los “Chicago Boys”, un grupo de economistas formados en la Universidad de Chicago, Chile adoptó políticas de libre mercado que incluían la privatización de empresas estatales, la liberalización del comercio y la desregulación financiera.
Estas reformas transformaron a Chile en uno de los países más ricos de América Latina. Sin embargo, también llevaron a una creciente desigualdad y a la concentración de la riqueza en manos de unos pocos. A pesar del crecimiento económico, muchos chilenos se encontraron luchando por llegar a fin de mes mientras veían cómo los ricos se volvían cada vez más ricos.
Hoy, 50 años después, Chile sigue lidiando con las consecuencias del golpe militar y las reformas neoliberales. La lucha por la justicia y la igualdad continúa, y el legado del 11 de septiembre sigue siendo una herida abierta en el corazón del país.
El legado de la dictadura
La dictadura de Pinochet dejó un legado que aún hoy marca la vida de los habitantes de Chile de manera profunda y duradera. Uno de los aspectos más emblemáticos de este legado es la Constitución de 1980, promulgada durante su régimen. Esta constitución fue diseñada para establecer un mercado completamente libre, abriendo las puertas al neoliberalismo en el país. Sin embargo, los efectos de esta política económica han sido complejos y desiguales.
La apertura de los mercados, si bien generó un crecimiento económico inicial, benefició principalmente a unos pocos sectores privilegiados. Grandes empresas y grupos económicos prosperaron, mientras que una gran parte de la población quedó al margen de los beneficios del desarrollo económico. Esto se tradujo en una creciente desigualdad social y económica en Chile.
Uno de los aspectos más controvertidos de este legado neoliberal es la privatización de ámbitos básicos de la vida. Sectores como la salud, la educación y las pensiones fueron transferidos al sector privado, lo que resultó en altos costos y dificultades de acceso para muchas personas. La atención médica se convirtió en un lujo, la educación de calidad en un privilegio, y las pensiones en un problema crónico para la mayoría de los chilenos.
El legado de la dictadura también se refleja en la forma en que se ha estructurado el poder en Chile. Las élites económicas y políticas que se beneficiaron de las políticas neoliberales han mantenido una influencia significativa en el país, lo que ha dificultado la implementación de reformas profundas y significativas para abordar la desigualdad y mejorar la calidad de vida de la población.
La resistencia y la lucha por la democracia
Casi tres décadas después del fin de la dictadura de Pinochet, en 2019, Chile experimentó un renacimiento de la resistencia y la lucha por la democracia. Masas de personas, cansadas de las políticas neoliberales y la desigualdad económica, salieron a las calles de Chile para protestar contra la constitución promulgada durante el régimen de Pinochet.
Estas protestas, que se extendieron por todo el país, fueron un grito colectivo por justicia, igualdad y cambio. Los manifestantes exigían el fin de las políticas neoliberales y la creación de una nueva constitución que reflejara los valores y aspiraciones del pueblo chileno.
En respuesta a estas protestas, se convocó un referéndum en 2020 para decidir si se debía redactar una nueva constitución. En una demostración impresionante de democracia en acción, más de tres cuartas partes de los votantes eligieron un nuevo comienzo. Optaron por una nueva constitución redactada por una asamblea popular, en lugar de la antigua constitución que había sido impuesta durante la dictadura.
El referéndum para la nueva Constitución en Chile, que se celebró en septiembre de 2022, resultó en un rechazo a la propuesta de una nueva Constitución. Con el 99,4% de las mesas escrutadas y una participación histórica de 13 millones de personas, el “rechazo” obtuvo casi un 62% de los votos, mientras que el “apruebo” obtuvo el 38%.
A pesar de este resultado, la lucha por un cambio constitucional sigue abierta. La Constitución de 1980, redactada durante la dictadura de Augusto Pinochet, seguirá vigente. Sin embargo, hay consenso en que se debe encontrar una fórmula para que Chile se libere de la Constitución de 1980.
Es importante mencionar que en 2020, casi el 80% de los votantes habían aprobado cambiar la Constitución de 1980. Sin embargo, la propuesta final de la nueva Constitución no fue bien recibida y fue rechazada en el referéndum de 2022.
Hacia un nuevo futuro
A pesar del rechazo inicial a la primera propuesta de una nueva Constitución en el referéndum de 2022, el proceso de cambio constitucional en Chile está lejos de terminar. La lucha por una nueva Constitución y por un futuro en el que todos los pueblos encuentren su justo lugar sigue viva y más fuerte que nunca.
Cuatro meses después del rechazo rotundo a una nueva carta en septiembre de 2022 y tras agónicas negociaciones que involucraron a casi todos los partidos políticos, el Congreso finalmente aprobó un segundo proceso constitucional. Esta vez, la redacción de una nueva carta será realizada tanto por un cuerpo elegido popularmente como por un grupo de expertos designados por el Congreso1.
Este nuevo proceso representa una oportunidad histórica para Chile. La nueva Constitución tiene el potencial de marcar un nuevo rumbo para el país, estableciendo las bases para una sociedad más justa e inclusiva. Con la participación activa de todos los sectores de la sociedad, desde los políticos y los líderes empresariales hasta los trabajadores, los estudiantes y los pueblos indígenas, se está trabajando para crear una Constitución que refleje verdaderamente los valores y aspiraciones del pueblo chileno3.
El camino hacia este nuevo futuro no será fácil. Requiere la participación activa de todos los sectores de la sociedad y un compromiso inquebrantable con la justicia social y la igualdad. Sin embargo, el pueblo chileno ha demostrado su resiliencia y determinación para superar los desafíos y trabajar juntos hacia un futuro mejor.
Esta entrada ha sido publicada el 10/09/2023
Tomado de http://Notaantrpologica.com/
Más historias
Thomas Mann y la libertad
Thomas Mann y la libertad
Grito de Independencia 2025: la ceremonia y la fiesta patria