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En los días de calor, en medio de algún tianguis o mercado, siempre podremos tener la certeza de que hay cerca carritos de nieves. Ver al nevero empujando o pedaleando el pequeño carretón de los botes con estos ricos y fríos helados de sabores, son de esas escenas cotidianas que atesoramos en México. Con una historia interesante, este oficio permanece muy presente en el imaginario de chicos y grandes. Por supuesto, esta costumbre culinaria forma parte de nuestro día a día.
Historia de las nieves en México
La historia de las nieves de sabores en México se remonta hasta la época prehispánica. Diversos pueblos mesoamericanos, sobre todo los del Valle de México, utilizaban el hielo proveniente de montañas y volcanes. Los mexicas, gracias a veloces tameme (cargadores), lo comerciaban en el mercado de Tlatelolco. El hielo era raspado y vuelto una suerte de nieve. Solían endulzarla con miel y tlachique (aguamiel).
Tras la conquista europea, llegó a la Nueva España la receta de los helados. Estos eran y siguen siendo hechos a base de leche, de acuerdo a su receta original en Italia. Sin embargo, algunos elementos de su preparación sirvieron para hacer las tradicionales nieves, cuya base es el agua. Eran consumidos sobre todo por la aristocracia criolla, ya que tenían altos costos. Ya en el siglo XVII hubo una producción comercial de nieves a través de los estancos. Estos eran monopolios comerciales administrados en distintos grados, por las autoridades novohispanas. Los sabores más populares eran los de chocolate, limón, zapote, guayabas, nanches, tunas, maíz fresa y piña.
Los carritos de nieves
No sería hasta el siglo XIX e independizado México, que las cosas cambiarían. Concretamente, el 13 de diciembre de 1854, se disolvieron los estancos que monopolizaban la extracción de hielo, así como el comercio de nieves y helados. De esta manera, se liberó de forma definitiva su producción y venta. Es así que las personas que vivían cerca de sitios elevados, como Chalco, Puebla o Atlixco (sitios cercanos al Popocatépetl y al Iztaccíhuatl), empezaron a recoger hielo para hacer y vender nieves en mercados y tianguis.
Para dicha labor, empezaron a llevar las tinajas de madera que contenían las nieves con ayuda de mulas y burros. También implementaron llevarlas en carros empujados por ellos mismos, labor que se facilitó con la llegada de las bicicletas y triciclos en el siglo XX. El tintineo de las campanillas, el sonar de la corneta y el pregón de los neveros, anuncian desde ese entonces, su presencia en las calles.
Tradición y actualidad
La tradición de los carritos de nieves en México, es todo un arte. El oficio del nevero pasa de generación en generación, transmitiendo así los saberes y técnicas relacionadas para la preparación de este rico y fresco postre.
Para la elaboración de las tradicionales nieves se requieren de ciertos instrumentos y utensilios. Los más importantes son los botes o tinajas. Hechos de madera, contienen el hielo para mantener fría la nieve. Otras de las herramientas esenciales son aquellas empleadas para mezclar la nieve de manera uniforme. Los principales son cucharones y palas también de madera. Son generalmente pesados, sin embargo, pero en las manos de los maestros neveros, no pareciese que fuese así.
Finalmente, los sabores más populares en la actualidad de las nieves, son los de limón, de fresa, de queso, de mango, de coco, mamey, rompope y «beso de ángel». Suelen ser servidas en vasitos de unicel o plástico, así como en conitos de galleta. También han aparecido variantes exóticas, como la nieve de nopal, de aguacate y hasta de chapulines.
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Tomado de https://www.mexicodesconocido.com.mx/
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