Antoine D’Agata: «La droga me ha permitido abrirme al mundo y vivir la violencia y la oscuridad en mi cuerpo»

El fotógrafo francés expone en PhotoEspaña una serie de imágenes inspiradas en Goya y las secuelas de la pandemia. Define su obra como una manera de entrar en mundos y vidas ajenas. Leer#ExpresionSonoraNoticias Tomado de http://estaticos.elmundo.es/elmundo/rss/cultura...

Fotografía


Exposiciones

Actualizado Martes,
8
junio
2021

01:13

El fotógrafo francés expone en PhotoEspaña una serie de imágenes inspiradas en Goya y las secuelas de la pandemia. Define su obra como una manera de entrar en mundos y vidas ajenas.

El fotógrafo francés Antoine D’Agata expone en Madrid para PhotoEspañaLuca PiergiovanniEFE

Su inspiración fue un cuadro de Goya y el modo de plasmarlo dos concepciones sobre las agujas: las que vacunaron a 1.900 personas en una jornada del WiZink Centre frente a la utilizada por el fotógrafo al inyectarse heroína para una serie de autorretratos. Antoine D’Agata expone ambas visiones en La Tabacalera de Madrid, una serie de imágenes que muestran su visión después de la pandemia. La exposición, organizada por Lua Ribeira, forma parte del festival internacional de fotografía PhotoEspaña 2021.

Los artistas seleccionados para el laboratorio experimental trabajaron con diferentes obras de Francisco de Goya para ilustrar la temática, que se basa en las secuelas tras la catástrofe del virus. D’Agata se inspiró en Así suelen acabar los hombres útiles a la hora de mostrar sus dualidad de realidades: la apertura al mundo y el encierro en uno mismo. «No sé quien es el hombre útil, si son ellos o soy yo», declara señalando el contraste de su obra. Responde a las preguntas de manera sosegada y sincera, sin ningún tipo de juicio hacia la realidad en la que vive.

¿Le dieron un título de Goya y usted qué imaginó?
Fue como un juego. El primer día del taller Lua nos dio a cada uno un título. Me propuso Así suelen acabar los hombres útiles y esa frase me hablaba. Había cancelado varias veces mi regreso de México porque estaba en una situación de crisis psicótica tras una sobredosis y llegué muy frágil. Los primeros días aquí fueron un proceso de empezar a funcionar de nuevo. Por un lado realicé mis autorretratos en un momento de disyuntiva, miraba las imágenes intentando entenderme a mí mismo en esa situación tan extrema; también hice fotos de la vacunación. Es la búsqueda social de la pandemia, la situación en España y mi propia situación. Tenía ganas de fotografiar a esas 1.900 personas haciendo cola para ponerse la vacuna: el momento de salida de crisis, a nivel simbólico y también social.
¿Y qué le trasmitió?
Es como un boceto. Lo que no sé es quien es el hombre útil, si son ellos o soy yo. Veo una multitud compacta y uniforme; y en la otra parte veo a alguien aislado en su propia oscuridad de manera mental y fisiológica. Observo esa dicotomía entre el individuo y el grupo social. Fue muy interesante, pero también muy intenso reflexionar sobre mi propia posición. Viví la pandemia así, solo en un mundo vacío.
Durante el confinamiento usted salió por Paris con su cámara
Es otra manera de interpretar la obra, esa lucha incesante con la posición de todo el mundo. Cuando la gente se encerró yo tomé posesión del espacio y ahora que está otra vez fuera me retraigo.
¿Qué siente al ver esa introspección?
A nivel estético hay algunas imágenes que podrían ser figuras goyescas. Represento a un hombre dañado, muy dañado; lo que no se ve es lo que siento por dentro en esos momentos. La droga tiene una intensidad que no puede conseguirse de otra manera, es un círculo vicioso del he sido un preso durante años. No juzgo moralmente lo que veo en mí, no sé si es bueno o malo, es lo que soy. Yo he decidido serlo. El consumo siempre fue la manera de llevar mi vida a otras magnitudes, a espacios inaccesibles, encerrados en imágenes. Ha sido más una herramienta que algo reconfortante.
¿Es un método de hacer arte?
Siempre lo he utilizado como manera de abrirme al otro, para lo bueno y para lo malo.
Imagen de la serie realizada durante la pandemíaAntoine D’Agata

¿Eso le ha traído más ventajas o inconvenientes?
Los inconvenientes los conozco y no los voy a negar. Aunque la droga me ha permitido hacer todo lo que podría imaginar para abrirme al mundo y vivir en mi propio cuerpo la violencia y la oscuridad. Es un privilegio. Soy ateo y creo que tenemos un tiempo definido, nuestra única responsabilidad es ocuparlo de la manera más intensa, trágica, insensata y loca. El consumo me ha permitido llevar mi propia existencia a niveles inimaginables.
¿Pretende volver a esa vida?
Cuando uno se relaciona con individuos que viven tragedia, miseria y pobreza, es muy complicado regresar a la normalidad. Se vuelve como un vacío y sientes aburrimiento. Veo en la normalidad a gente que renuncia. No lo juzgo, pero yo soy incapaz de vivirlo. Solo veo reglas y límites, yo aprendí a usar la libertad.
¿No se pone límites?
Los límites del cuerpo, del cansancio, del tiempo o la muerte. Trato de llevar las cosas hasta su máximo nivel. Busco el exceso, no quiero lo bello o lo bueno. Seré un insensato, pero quiero lo imposible, ese excesivo es mi manera de concebir la realidad. Así concibo también el arte, que me empuja a transformar la existencia en mi materia.
¿Entonces qué es para usted la fotografía ?
Es un privilegio que me permite entrar en las vidas ajenas. Apropiarme del mundo, dejarme tomar por él. Convivo con mi propio destino y así busco la fotografía, no como un producto estético o comercial. Pienso como invertir el tiempo de la manera más digna, ya que me quedan pocos días, meses o años. Como ser vivo no puedo hacer otra cosa. Es una forma de ser más frágil y más libre, de recibir la vida en la cara.
¿Considera que hace un trabajo social al mostrar entornos marginales e invisibles?
Social no sé, político sí. Llevo años tratando de contaminar los prejuicios, los pensamientos y la lógica. Trabajo de manera individual y pobre. No tengo el poder de cambiar las cosas, pero trato de introducirme en las mentes. Creo que hay perspectivas que fuerzan al espectador a cambiar, o al menos a cuestionarse su manera de ver la realidad.

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