Culturas impopulares
Jorge Pech Casanova
Para no pocos habitantes de Estados Unidos, el 4 de julio de 2025 dejó de ser una fecha de festejo, pues se convirtió en el amargo recordatorio de las libertades que ese país ha perdido a causa de la administración Trump. Hubo quien propuso cancelar las celebraciones y hasta quien cambió el diseño de la bandera tricolor de las barras y estrellas por una en blanco y negro, surcada por líneas de alambre de púas.
Pero no hizo falta ningún luto simbólico para trastornar los festejos del 4 de julio este año en Estados Unidos. Una catástrofe natural sembró la tragedia y el luto en Texas, donde a la fecha se cuentan 80 personas que perdieron la vida durante las inundaciones que arrasaron el condado de Kerr, principalmente. En este último lugar, el informe de víctimas fatales fue de 40 personas adultas y 28 niñas y niños. Las autoridades han interrumpido el trágico conteo, que por desgracia ha de aumentar.
Pese al dolor colectivo, y como sucedió durante los incendios forestales fuera de control en California, en enero último, la república mexicana envió a rescatistas a apoyar las labores de salvamento en la zona de Texas devastada por las inundaciones.
Sin importar el maltrato brutal que la administración Trump ha cometido contra migrantes de origen mexicano, los rescatistas enviados por nuestro país están arriesgando sus vidas en Texas para ayudar a las personas cuyas comunidades arrasaron las lluvias.
Y en medio del luto que este desastre impuso entre los texanos, otro acto mexicano de heroísmo trajo algún respiro en medio de la tragedia: las jóvenes Silvana Garza Valdez y María Paula Zárate, ambas de 19 años de edad, salvaron a veinte niñas estadounidenses en el campamento de verano Mystic, donde desaparecieron otras 27 personas.
Silvana y María Paula, monitoras de ese establecimiento para cristianos estadounidenses, estaban en su dormitorio cuando fueron despertadas por la intensidad de la tormenta. Dado que el campamento estaba instalado a orillas del Río Guadalupe, sintieron miedo por la súbita crecida de las aguas, que subieron de nivel ocho metros en menos de una hora, después de que a las tres de la mañana se fue la luz en las cabañas.
En medio de la tormenta, Silvana y María Paula se apresuraron a sacar a las niñas de las cabañas y buscaron refugio en un sitio menos expuesto a la crecida del río. Antes, pidieron a las huéspedes preparar de urgencia sus maletas, les escribieron sus nombres en sus brazos y les pusieron gafetes para hacer posible la identificación de cada una.
Una vez refugiadas, las dos muchachas vigilaron el sueño de las menores de edad, escuchando con preocupación la tormenta. “Los truenos eran tan fuertes que hacían temblar los vidrios de las cabañas, y los relámpagos iluminaban todo intensamente”, declaró Silvana más tarde.
Al llegar el día sin que la lluvia cesara, rodeadas por las aguas, las dos monitoras del campamento tuvieron que mantener tranquilas a las niñas con juegos y momentos de oración, en lo que llegaba alguna ayuda. “Fue un trabajo en equipo, todas las niñas se ayudaron entre sí y nosotras también nos apoyamos mutuamente para mantenerlas seguras”, contó después María Paula.
Mientras las jóvenes y las niñas esperaban su rescate, el campamento Mystic difundía la pérdida de 27 personas, entre responsables del establecimiento y niñas alojadas. Por todas partes en el condado de Kerr se difundían la devastación y las muertes.
Después de las seis de la tarde, un equipo de rescate llegó el 5 de julio a donde estaban Silvana, María Paula y las veinte niñas. Las dos jóvenes habían pasado más de catorce horas despiertas tratando de asegurar a sus acompañantes que serían salvadas. Y el salvamento se cumplió.
“Fue una espera muy larga y angustiosa. Pero finalmente, después de horas de espera, vimos llegar a los rescatistas y supimos que estábamos a salvo”, celebró Silvana.
Ahora, los nombres de Silvana Garza Valdez y María Paula Zárate se suman a los de los anónimos rescatistas mexicanos que ayudaron a aliviar el desastre por las inundaciones en Texas. Sin la presencia de ánimo y la determinación de las dos jóvenes, acaso no se habría logrado salvar de la inundación a todas esas niñas.
Inclusive la presidenta de México ha reconocido la valentía de las dos jóvenes, y sería de esperar que les haga un reconocimiento público en este país, ya que difícilmente lo hará la resentida e inepta administración de Trump.
Justo cuando estas dos jóvenes mexicanas dan un ejemplo de enorme entereza y generosidad hacia niñas de un país extranjero, en las redes sociales una vocera del odio, la supremacista Ann Coulter, difundió una frase injuriosa y dolorosa para muchos de sus compatriotas: “No matamos a suficientes indios”, escribió la autora de diez libros dedicados a promover a Trump y el estilo de vida “liberal”.
La comunidad indígena de Estados Unidos tomó nota de la vileza publicada por Coulter y respondió con dignidad. Por ejemplo, el vice presidente de los pueblos Wichita, Tasha Mousseau, comentó: “Argumentaría que ella es el sueño más salvaje de sus ancestros. Es lo que los colonizadores querrían continuar en este país”.
¿Desde cuándo el genocidio dejó de considerarse un crimen de lesa humanidad para convertirse en una “tendencia” de gente blanca y rubia que se siente autorizada a difundir sus deseos más viles como norma de conducta?
Mientras la imagen de una propagandista del odio como Coulter se define en negrísimo contraste con la de las jóvenes heroínas Silvana Garza y María Paulina Zárate, otras voces de descendientes de indígenas oponen palabras menos innobles a las de Coulter, como estas de la poeta potatwomi Kaitlin Curtice:
“Nuestra historia comienza en el lomo de la tortuga, donde aprendimos que la comunidad crece en tanto lo hace la tierra nativa, que nuestro espíritu brilla porque lo hace igualmente la tierra nativa en hermandad. Hasta que no sepas eso, Ann, tu vida permanecerá vacía, y cada palabra de odio que pronuncies sólo llenará el espacio vacío que has creado”.
Mientras tanto, veinte niñas estadounidenses crecerán con la conciencia de que deben sus vidas a dos valientes muchachas mexicanas. Puede parecer poco, pero para estos tiempos de rabia y egoísmo, veinte vidas son más de las que la maldad supremacista puede reclamar.
Tomado de https://morfemacero.com/
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