El incidente de Tampico

El incidente de Tampico

“Preso por violar las leyes de neutralidad estadounidenses, Huerta consiguió salir de la cárcel sólo para ser encerrado de nuevo en 1916. Su salud se deterioró rápidamente en prisión y, aunque lo dejaron libre, murió el 13 de enero de ese...Tomado de https://morfemacero.com/

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Jorge Pech Casanova

En México nos enseñan desde la primaria que el gobierno de Estados Unidos apoyó en 1913 el golpe de estado que impuso en como mandatario de la república a Victoriano Huerta, después de que éste ordenó el asesinato del presidente Francisco I. Madero y el vicepresidente José María Pino Suárez. No se nos suele informar, sin embargo, que el usurpador acabó sus días en Estados Unidos poco después de pasar un par de temporadas en la cárcel.

Antes de su infamia, Huerta fue comisionado para conducir al ex dictador Porfirio Díaz desde la Ciudad de México hasta el puerto de Veracruz, donde el derrocado tirano partió a su exilio en París. Díaz previamente había enviado a Huerta a exterminar indios en Sonora y Yucatán entre 1900 y 1902. Después trató de expulsarlo del ejército en 1907.

Bajo la dictadura, el general Bernardo Reyes protegió a su compadre Victoriano hasta que la revolución maderista le permitió reintegrarse al ejército. Al subir al vapor Ypiranga, el tirano expulsado acaso dedujo que dejaba a Madero en manos de un ejército desleal, con personajes que él mismo detestaba, como aquel sanguinario subalterno. Huerta y su compadre, junto con Félix Díaz (el inepto sobrino de don Porfirio), conspiraron para apoderarse de la presidencia. Al morir Reyes en la carga inicial de la Decena Trágica, “el sobrino del tío” quiso ascender a presidente.

Huerta le ganó la mano. Tuvo un breve mandato otorgado por los cobardes diputados y senadores tras el asesinato de Madero, y luego de que Pedro José Domingo de la Calzada Manuel María Lascuráin Paredes, ministro de relaciones exteriores de larguísimo nombre, ejerció la presidencia interina más corta de México (durante 45 minutos, el 19 de febrero de 1913). Huerta, el usurpador, detentó el cargo hasta el año siguiente, cuando la rebelión de Venustiano Carranza se convirtió en la tercera y más sangrienta etapa de la revolución mexicana al conjuntar las fuerzas de Emiliano Zapata y Pancho Villa.

Mientras Carranza lo impugnaba, Huerta se vio en problemas con sus patrocinadores. El 9 de abril de 1914, un oficial, siete marineros y un pagador del cañonero S. S. Dolphin, perteneciente a la armada de EEUU, fueron arrestados en Tampico, en el canal de Iturbide (hoy, de la Cortadura).

Henry Thomas Mayo, comandante del buque, había enviado a sus hombres, al mando del oficial Copp, por un cargamento de gasolina que adquirió a un comerciante alemán. Los marineros compraron ocho latas de combustible, cargaron con cuatro que pudieron acomodar en su esquife, las depositaron en su nave y volvieron por el resto. En esa maniobra los halló una patrulla al mando del coronel Ramón Hinojosa, quien, al ver los uniformes militares extranjeros, les exigió un permiso de desembarco. Copp y los suyos carecían de él. Hinojosa y su patrulla los condujeron, arrestados, al cuartel del puerto.

Los ocho hombres fueron presentados al general Ignacio Morelos Zaragoza, comandante del puerto. A fin de evitar un conflicto, el oficial en jefe ofreció una disculpa a Copp y su grupo antes de enviarlos de vuelta a su buque. Creyó resuelto el apuro. No contaba con la arrogancia del comandante Mayo, quien exigió a Morelos Zaragoza presentar antes de 24 horas una disculpa por escrito. Exigió asimismo castigar con severidad al coronel Hinojosa e izar la bandera de EEUU en sitio prominente del puerto para saludarla con 21 cañonazos.

El comandante portuario transmitió esas demandas a la Secretaría de Relaciones Exteriores. El canciller José López Portillo y Rojas (abuelo de quien sería presidente décadas más tarde) pidió al diplomático estadounidense Nelson O’Shaughnessy disuadir al comandante Mayo de sus abusivas demandas. En respuesta, el legatario instó a su presidente Woodrow Wilson a lograr “una reparación”.

El 20 de abril de 1914, por los informes de O’Shaughnessy, el presidente Wilson expuso a su congreso que los representantes del general Huerta parecían deseosos de mostrar desdén “a la dignidad y los derechos de este gobierno”. Advertía que esas ofensas hacían surgir el peligro de un conflicto armado. “Por lo tanto, […] la bandera de Estados Unidos debe ser saludada de tal modo que demuestre un nuevo espíritu y actitud por parte de los huertistas. Vengo a pedir vuestra aprobación para emplear las fuerzas armadas de los Estados Unidos en la manera y medida que sean necesarias para obtener del general Huerta y sus adherentes el más completo reconocimiento a los derechos y la dignidad de los Estados Unidos”.

La alocución de Wilson concluía con estas palabras, que el imperio utilizaría más tarde en numerosas ocasiones y que resuena aún en las amenazas de Trump: “Buscamos mantener la dignidad y autoridad de los Estados Unidos sólo porque deseamos siempre conservar nuestra gran influencia sin restricciones para los usos de la libertad, tanto en Estados Unidos como en cualquier lugar donde pueda emplearse en beneficio de la humanidad”.

Huerta rehusó la exigencia de Wilson. Pidió someter el caso a los tribunales de La Haya y propuso que, en todo caso, el saludo a los pabellones nacionales fuese recíproco.

Wilson no estaba dispuesto a olvidar el incidente de Tampico y hubiese quizá insistido en atacar a México. Sin embargo, el país estaba en revuelta desde que Venustiano Carranza, gobernador de Coahuila, lanzara en marzo de 1913 su Plan de Guadalupe para desconocer la presidencia huertista. Y aunque al principio los rebeldes norteños perdieron batallas contra los federales, para el 12 de abril de 1914 Carranza se había apoderado de Chihuahua.

A partir de ese día, las fuerzas carrancistas, combinadas con las de Zapata y Villa, devastaron al ejército federal. Para el 15 de julio, Huerta renunció a la presidencia y huyó a Barcelona, junto con su secuaz Aureliano Blanquet. Así acabó la presidencia del magnicida, aunque no sus intentos de retomar el poder. Wilson tuvo que olvidar sus reclamaciones por el incidente de Tampico para poder entablar relaciones con el gobierno de la Convención o con el de Carranza, pues las facciones revolucionarias se disputaban el control de México.

Entre tanto, Huerta se hartó de España y quiso volver a apoderarse de México. El 12 abril de 1915 llegó a Nueva York con tres secuaces —José Delgado, Enrique Creel y Abraham Ratner, judío dedicado al tráfico de armas—. Iba a iniciar una revolución en México, instigado por el alemán Franz von Rintelen, y alentado en EEU por Franz Von Papen, Karl Boy-Ed y Heinrich Albert, agregados militar, naval y comercial de la embajada germana.

El 27 de junio de 1915, Huerta estaba listo para ingresar a Chihuahua en un automóvil, cuando fue capturado junto con Pascual Orozco, Luis Fuentes y el traficante Ratner en Newman, Nuevo México, por 25 soldados a las órdenes del agente Beckman, del Servicio Secreto del Departamento de Justicia de Estados Unidos.

Preso por violar las leyes de neutralidad estadounidenses, Huerta consiguió salir de la cárcel sólo para ser encerrado de nuevo en 1916. Su salud se deterioró rápidamente en prisión y, aunque lo dejaron libre, murió el 13 de enero de ese año. Su tumba, en el panteón Evergreen de El Paso, permanece disimulada para evitar que la profanen mexicanos todavía indignados con el usurpador.

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