#Video Desde el corredor del barro, Juan trae a Querétaro las figuras de Halloween más originales

HISTORIA, FOTOS Y CLIPS: BRAULIO CABRERA/LALUPA.MX

EDICIÓN DE VIDEO: ALEJANDRO MASCARÚA MACIEL/LALUPA.MX

Lo primero que hace Juan es lijar la superficie para quitarle basura, polvo e imperfecciones. Luego, pinta una capa amarilla al naranja pálido del barro para, después, llenar de pintura una esponja y golpear suavemente la calabaza con ella, cubriendo buena parte del amarillo con un naranja vibrante.

Mientras pinta la calabaza con sombrero, Juan dice: “a nosotros, a mi esposa y a mí, nos gusta salir, es lo nuestro. Yo siempre he dicho lo mucho o lo poquito que uno tiene, es porque sales de tu zona de confort. Si te conformas, sufres carencias, y si te conformas con eso, sufres más”, y su voz se mezcla con el eco que hace el interior del barro al rozarlo.

Juan Miranda Hernández, de 39 años, es originario de Santiago Coachochitlán, municipio de Temascalcingo, Edo. Mex. Su pueblo es una de las cinco comunidades que conforman el “corredor del barro”, conectadas por la carretera Atlacomulco – El Oro (Libre).

“Mi pueblo es de alfareros, unos trabajan las minas, otros el barro y unos más, salimos a vender. Sin embargo, a veces yo mismo ayudo en la producción”, comenta.

“Yo también me considero un artesano, aunque sólo haga la pintura. Quienes están haciendo las piezas no pueden salir a vender, tienen que estar al pendiente del proceso, del horno, por eso también somos necesarios los que salimos a vender”, agrega.

Crear una pieza de barro, como explica Juan Miranda, no es fácil. Involucra muchas personas, esfuerzo, conocimiento, maña, creatividad e ingenio. Por eso, los que hacen la manufactura se quedan, y otros van a diferentes todas partes del país a venderlas.

El proceso de creación es largo, sin importar si se trata de una maceta, una calabaza, o una vasija para piñata. Primero, se manda a traer de la mina la tierra en costales, que aún debe triturarse para mayor finura. Luego, sobre el piso y manualmentese amasa la tierra con agua hasta que alcance una consistencia intermedia. Cada bolita de barro se aplana con una piedra lisa y, al final, uno tiene una tortilla.

“Esa tortilla se va esparciendo encima del molde con un trapo húmedo, cuidando que no queden muchos sobrantes, después se unen las dos piezas y ahora sí se deja secar. Cuando se desprende del molde, ya sólida, pero sin estar completamente dura, se le cortan los detalles: ojos y boca, por ejemplo”, explica

“Si hay buen clima, en uno o dos días están secas y lo que sigue es meter las piezas al horno, varias decenas, a veces cientos de ellas. El horno se debe precalentar durante una hora, se usa leña y aserrín para controlar la temperatura. Ya que se cargan las piezas, se dejan ahí 3 o 4 horas. A la mitad del quemado, cuando la flama rebasa la punta, se le pone leña arriba también para que se cosa parejo”, añade Juan.

El horno y su contenido debe dejarse enfriar al menos un día antes de vaciarlo y poder pintar las piezas. Según explica Miranda, no cualquiera sabe medir la lumbre de un horno de leña, a diferencia de uno de gas. E incluso así, cada quien tiene sus mañas con estos artefactos.

Nuestra plática debe esperar, ha llegado alguien a preguntar por un encargo que había hecho unos días atrás. Resulta que es una clienta recurrente, que le ha comprado varios años y que, en esta ocasión, quería llevarse la pieza más extraña y terrorífica para adornar su casa: una especie de bebé diabólico fantasma.

“Es bien sabido, el ingenio mexicano es muy grande. Hay muchos que no lo reconocen, pero los mexicanos tenemos mucho ingenio para lo que es la elaboración de la artesanía, porque somos un país de artesanos. Esto que ves no lo hace una máquina, lo hace la mente de las personas”

“Son los clientes los que hacen que los diseños evolucionen, que tengamos que innovar, porque hay que vender. Estos nuevos diseños los sacamos con base en moldes clásicos que les hemos ido añadiendo cosas o, incluso, en figuras de plástico. Casi de cualquier cosa podemos hacer réplicas, sólo hay que saber hacerlo”, añade.

Los molderos son parte esencial de la creación alfarera, según Juan, ellos son los del mero ingenio, además de que lo que hacen es un trabajo muy laborioso. También dice, con un tono más severo: “hay personas que se queja del precio que damos, porque en el Walmart les sale más barato. Y es cierto, pero lo que venden ahí está hecho por una máquina, por empresarios que tienen mucho dinero”.

El artesano toma una calabaza con gorrito de bruja y comienza a lijarla. Cuando termina, le da una base amarilla a todo menos el sombrero. Posteriormente, utiliza una brocha para hacer el “patinado”, una capa ligera de pintura naranja que deja entrever la base.

“Los artesanos somos gente humilde, que nuestro nivel económico no es el mejor, o que no tuvimos educación -como es mi caso- y tenemos que salir a buscar el pan de cada día a las calles, lejos de casa. Pero gracias a dios, que es el que nos brinda todo en esta vida, que nos dio la capacidad de usar nuestras manos para crear estas piezas y poder venderlas”

Mientras pinta de negro el sombrero de la calabaza, Juan cuenta: “los clientes luego me preguntan que quién me enseñó, pero a mí me enseñó la misma vida. Por ejemplo, a pintar las piezas fui aprendiendo solo, por ensayo y error, tratando de imaginar las cosas y probándolas”

En ocasiones, a Miranda le han dicho que su trabajo “es muy caro pues es vil lodo”. Él sabe que eso no es cierto, que es una artesanía que lleva un trabajo muy grande, que involucra a mucha gente: detrás de una sola pieza, en promedio, hay 12 personas que han dejado en ella su conocimiento, creatividad, esfuerzo y tiempo.

Por ejemplo, algunos días, Juan tiene que regresar a su pueblo para resurtirse. Esos días, se levanta a las 4:00 am para abrir su bodega y, luego, ir a instalar el otro punto de venta. Entonces sí, emprende el camino que le toma cerca de 3 horas. Pasado el mediodía, ya que tiene la camioneta cargada, por fin puede desayunar. Y emprende el regreso, llega, cierra y descarga la camioneta.

“Que trabajemos en la calle no significa que vamos a dejar de dar un producto de calidad. El precio que nosotros damos refleja un proceso muy largo, que alimenta a muchas personas e, incluso así, como vendedores y mexicanos sabemos que la gente regatea y todavía accedemos a hacerles un descuento. A diferencia de los supermercados, o un centro comercial, donde venden las copias en serie de lo mexicano. Más baratas, pero, eso sí, no con mejor calidad que lo nuestro”

“A mí me entristece que en un supermercado un producto chino de yeso te sale en lo mismo, lo echas al carrito y vámonos. A mí me regatean. Eso es no apoyarnos como mexicanos”, continúa diciendo Juan.

Miranda se ha dedicado a la venta de artesanía casi toda su vida. Sus primeros recuerdos son de andar en la calle, vendiendo macetas. Incluso, hace unos años, vendían piñatas de barro -de esas que descalabran niños, dice- pero ya casi no porque la gente ahora prefiere las de cartón.

“De mi pueblo salen a muchas partes a vender, tengo familia en todos lados. Todos vamos y venimos por mercancía. Querétaro es un buen mercado, la gente nos compra y, sobre todo, hay muchos que respetan y reconocen nuestro trabajo y su calidad”

“Yo pienso que en esta vida todos somos buenos en algo, por eso hay que hacer las cosas con pasión, con dedicación, con muchas ganas. Esto del comercio siempre me gustó, y a mi esposa también, ella no es de quedarse en casa. Siempre le digo que esto es como una aventura”, concluye Juan, mientras pinta los últimos detalles de la calabaza con un pincel.

“Ahorita, pasando esta temporada, traemos las series de navidad, los adornos, las piñatas…” dice Juan Miranda, un artesano y comerciante, que vive de las tradiciones de nuestro país, así como de la creatividad e ingenio que caracteriza a los mexicanos.

Si quieres adquirir alguna de las piezas de Juan Miranda, te dejamos las ubicaciones donde vende:

Bodega
Intersección Amsterdam – Camino a Schoenstatt, S.N. (pasando el Oxxo, si está abierto, se pueden ver las calabazas afuera del local).

Camioneta
Prol. Avenida del Jacal, S.N. (frente al fraccionamiento San Jerónimo y Walmart Jacal).