Me abrieron de par en par
buscaron esa criatura
agazapada en el centro
estaba fría pero aún latían
todos aquellos tendones
crudos ahora dañados
Esta cesárea es mañana
grité
y eché abajo aquellos muros
solo con voz implacable
Pero no se marcharon esperaron
a que la sangre gastada
se hiciera dueña
del tiempo de la cosecha
Salvajes quienes hurgan
sin caricias
en el cuerpo
disoluto
de la bondad
Vengo de la nieve del huracán
y el miedo
He recorrido todos los lugares en los que se puede correr
peligro
No hubo ocasión de calentar la carne antes del temporal
Como vengo de la nieve nada me frena
Si aparece un león en la tarde le saludo y
doy media vuelta
O desgarro su cuello mientras le abrazo
–he aprendido de los mejores–
Pero la nieve
La nieve es una vieja conocida del silencio
En eso nos parecemos
Este ser deseante
reclama su pedazo
su platito lleno
este compuesto de carne
huesos y emoción
no pretende
nacer crecer producir y reproducir
con la muerte a modo
de recompensa
Prefiere no apelar
a la fatiga el desaliento
se asemejan al desastre
y al deseo nunca se abate
con algo tan nimio como
una vida en cadena
el deseo nunca se abate con una vida en
cadena nunca se abate con una vida en cadena
nunca
se abate
Estos versos forman parte de ‘Verano Animal’ (Edicions Tremendes, 2024), de Esmeralda R. Vaquero.
Tomado de Ethic.es
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