Los cardenales eligieron a un papa misionero y migrante. A diferencia de sus predecesores, León XIV no fue obispo en su país natal ni salió de su tierra en busca de un sueño o de mejores oportunidades; marchó hacia el sur, lejos de Chicago, para servir a las familias de los barrios de Chiclayo, en la costa norte del Perú.
Bastaría lo anterior para intuir que Robert Prevost es un caminante, un hombre de espíritu abierto al mundo. Sin embargo, sus primeras palabras como obispo de Roma fueron un deseo de paz dirigido a todas las familias, a todos los pueblos, a toda la tierra. Un saludo cósmico: la paz del Resucitado, “desarmada y desarmante, humilde y perseverante”.
Distinto de Francisco –quien bromeó con que los cardenales habían ido “hasta el fin del mundo” a buscar un obispo para Roma, subrayando así el valor de las iglesias locales–, el papa León XIV se asume de inmediato como sucesor de Pedro: reconoce a fondo su posición y función en la iglesia católica y, acto seguido, retoma su vocación misionera de “caminar con ustedes como Iglesia unida, buscando siempre la paz y la justicia y trabajar como hombres y mujeres fieles a Jesucristo”.
En esas palabras ya se percibe el talante de fraile agustino del nuevo papa, miembro de una de las cuatro grandes órdenes mendicantes –junto con franciscanos, dominicos y carmelitas–, lo que dice mucho de él.
Fundadas en el siglo XIII, aquellas órdenes fueron un revulsivo para una Iglesia entonces demasiado cómoda consigo misma, cuyos monasterios vivían de las rentas. Estos frailes renunciaron a ellas y confiaron en Dios y en la buena voluntad ajena, sirviendo a los más necesitados en imitación de Cristo. De su pertenencia a la orden agustina surge el recuerdo del obispo de Hipona: “Con ustedes soy cristiano, para ustedes obispo”. De nuevo, asoma la intención de forjar una Iglesia de hermanos que caminan juntos.
Quizá desde esa relación con la historia de san Agustín oigamos pronto a un papa que hable del valor de la vida interior y de la exploración de la propia experiencia como ventana para descubrir a Dios. Así lo afirmó hace trece años, en una entrevista a Catholic News Service, al comentar las Confesiones –la gran obra de Agustín–, donde se habla de “la amistad, la familia, la importancia de la madre y del padre, la ambición humana, los diversos aspectos de la vida”. Y añadía: “Luego explica cómo estas cosas le ayudaron o no en su camino para descubrir lo sagrado”.
En aquella entrevista, el hoy pontífice subrayó la vigencia de san Agustín: contrapuso el placer efímero y el individualismo como único criterio de valor con las alegrías trascendentes que nacen de considerar al otro. No tardaremos, creo, en ver a León XIV trazar líneas claras entre el cristianismo del siglo IV –cuando Agustín proclamó: “Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti”– y las sociedades ansiosas de nuestro tiempo.
Y, hablando de las ansiedades del siglo XXI, parece que este papa inspirado por un filósofo será a su vez un pastor filósofo. Ha elegido llamarse León XIV y, como en sus predecesores, en el nombre hay un programa: conviene mirar a León XIII, el último portador de ese nombre, quien acompañó a la Iglesia en los albores del siglo XX.
La segunda mitad del siglo XIX se caracterizó por avances tecnológicos que impulsaron la industrialización y el comercio; varios historiadores económicos sitúan ahí la primera gran globalización. Durante el pontificado de León XIII (1878-1903) floreció el imperialismo y se consolidaron, entre otros procesos, las unificaciones de Italia y Alemania. Conceptos o doctrinas como liberalismo, individualismo, capitalismo y socialismo alimentaban debates encendidos.
En ese contexto, León XIII escribió varias encíclicas que precisaron la postura de la iglesia católica sobre la libertad humana, la constitución de los Estados y el poder civil. Más allá de su valor intelectual –que otros juzgarán–, estos textos fueron decisivos por sus consecuencias prácticas y por el impulso que dieron al compromiso social del catolicismo del siglo XX.
Entre ellas, la encíclica más citada dentro y fuera de la Iglesia es Rerum Novarum (1891), pilar de la doctrina social católica: critica el socialismo y la idea de la lucha de clases como motor único de la historia, al tiempo que defiende la limitación de la jornada laboral, un salario mínimo y otras condiciones de seguridad en el trabajo. Reproduzco a continuación su primer párrafo, ejemplar para entender que un papa habla a una Iglesia que no puede –ni debe– eludir la historia:
Despertado el prurito revolucionario que desde hace ya tiempo agita a los pueblos, era de esperar que el afán de cambiarlo todo llegara un día a derramarse desde el campo de la política al terreno, con él colindante, de la economía. En efecto, los adelantos de la industria y de las artes, que caminan por nuevos derroteros; el cambio operado en las relaciones mutuas entre patronos y obreros; la acumulación de las riquezas en manos de unos pocos y la pobreza de la inmensa mayoría; la mayor confianza de los obreros en sí mismos y la más estrecha cohesión entre ellos, juntamente con la relajación de la moral, han determinado el planteamiento de la contienda. Cuál y cuán grande sea la importancia de las cosas que van en ello, se ve por la punzante ansiedad en que viven todos los espíritus; esto mismo pone en actividad los ingenios de los doctos, informa las reuniones de los sabios, las asambleas del pueblo, el juicio de los legisladores, las decisiones de los gobernantes, hasta el punto que parece no haber otro tema que pueda ocupar más hondamente los anhelos de los hombres.
León XIV conoce bien la gravedad de ciertos asuntos por la ansiedad que generan en el siglo XXI: migración y xenofobia, la amenaza del calentamiento global, así como la desigualdad y la pobreza que aún afligen a cientos de millones de personas.
Qué será el nuevo papa para la Iglesia y el mundo lo revelarán él mismo y el tiempo. Por ahora, resulta esperanzador tener a un papa agustino que, al salir al balcón, dijo con firmeza y alegría: “La paz esté con ustedes”. ~
Tomado de https://letraslibres.com/
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