Culturas impopulares
Jorge Pech Casanova
Greta Thunberg y Rima Hassan se embarcaron en Sicilia el 1 de junio de este año en el “Madleen”, con diez acompañantes y un cargamento de provisiones destinadas mayormente a niños y mujeres de la franja de Gaza. El navío zarpó hacia Palestina. Llevaba nueve días de camino cuando, poco antes de llegar a puerto, fue interceptado y sus tripulantes, secuestrados por barcos de guerra israelíes. La ayuda humanitaria nunca llegó a sus destinatarios.
El gobierno de Israel —país que ha asesinado a más de dieciséis mil niños palestinos— vociferó durante toda la singladura del “Madleen” que las acciones de Thunberg y sus acompañantes eran una amenaza para los israelíes. El barco llevaba un cargamento de leche en polvo, harina, pañales, productos para la higiene personal, medicamentos. Ningún misil, ningún torpedo, ningún arma como las que a diario empuñan los soldados israelíes para exterminar al pueblo palestino.
Las voces de la canallocracia, entre ellas, la de Donald Trump, urgieron a Greta Thunberg a internarse en algún manicomio. El mismo individuo de pelo naranja anunció que celebraría su cumpleaños con un desfile militar, como si fuera Stalin, Mao Ze Dong, Kim Il Sung o su siniestro sucedáneo, Kim Il Jong.
Por lo mismos días iniciales de junio, en Los Ángeles, California, comenzó una rebelión pacífica contra las bestiales cacerías anti-inmigrantes ordenadas por Trump en Estados Unidos. Miles de manifestantes salieron a las calles angelinas a cantar, a bailar y a expresar su repudio por el individuo de cabello naranja. Éste mandó a la Guardia Nacional a reprimir las protestas. El gobernador de California, Gavin Newsom, le reclamó al presidente la violación de la soberanía estatal.
Lo inesperado en estas manifestaciones, además del gesto de rebeldía por parte de una comunidad que durante décadas guardó silencio y trató de pasar inadvertida, es la adopción de la bandera mexicana como símbolo de resistencia cultural y moral. El lábaro mexicano es enarbolado frente a un poder inhumano que arremete contra los trabajadores, con el pretexto de expulsar criminales, en un país que glorifica a delincuentes como su propio mandatario Trump o como el empresario depredador Elon Musk.
El despliegue de banderas mexicanas en Estados Unidos, la defensa de la soberanía estatal de California que hace su gobernador, tiene su contraparte en las acciones cada vez más violentas del hombre de pelo naranja desde Washington: cuando el senador californiano Alex Padilla intentó desmentir las falacias enunciadas por la vocera presidencial Kristi Noem, el legislador fue sometido por policías, tirado al suelo y esposado como si fuese un terrorista.
Durante décadas, casi un siglo, se dijo que en México los legisladores estaban al servicio del señor presidente de la república. Incontables personajes en las sucesivas legislaturas mexicanas se encargaron de refrendar ese dictum. Sin embargo, ni en los años más atroces de dictadura faltaron senadores dignos en México. Los legisladores Belisario Domínguez, Serapio Rendón, Adolfo C. Gurrión, Néstor Monroy y Edmundo Pastelín pagaron con sus vidas su manifiesta oposición al usurpador de la presidencia.
Durante la prolongada dictadura perfecta del PRI la mayoría del poder legislativo vivió sometida al presidente, pero en 1987 Porfirio Muñoz Ledo encabezó contra el siniestro Salinas de Gortari una insumisión que con los años traería el cambio democrático largamente postergado en México, sumamente precario aún.
Y en todo el siglo XX y la parte del XXI en que el PRI aplastó a México, nunca se vio una acción tan violenta como la que perpetró la policía de Trump al derribar y arrestar al senador Padilla en Washington. “Hay maneras”, hubiese dicho al estadounidense alguno de los reyezuelos que se arroparon con la bandera tricolor, no de nuestra república, sino de su impositivo partido “revolucionario”.
Mientras las protestas escalan y se extienden en territorio estadounidense, en la franja de Gaza continúa el genocidio de palestinos emprendido por Netanyahu desde 2023; muertes que la Organización de las Naciones Unidas contabiliza en más de cincuenta y cuatro mil, contando niñas, niños, adolescentes y personas adultas.
La infraestructura civil en Palestina —añade la ONU— ha sido arrasada; destruidas o dañadas la mayoría de las viviendas de sus dos millones trescientos mil habitantes. Casi noventa por ciento de la población palestina fue repentinamente desplazada de sus hogares, lo cual obliga a ese enorme grupo humano a buscar un refugio en el extranjero, que los mismos israelíes les impiden alcanzar.
La especialista en Derecho Internacional Erika Patrón, al comentar la intercepción y el secuestro de la Flotilla Libertad que encabezaron Thunberg y Hassan, señala los siguientes puntos de derecho: El “Madleen”, con bandera británica, fue interceptado por los navíos de guerra israelitas a cien millas náuticas de la costa de Gaza, es decir, en alta mar, más allá del mar territorial (doce millas náuticas) y fuera de la zona contigua (veinticuatro millas náuticas), aunque técnicamente dentro de la Zona Económica Exclusiva de Israel.
Si bien esa zona económica otorga al país agresor derechos sobre recursos naturales, la ley marítima no faculta al Estado sionista a ejercer jurisdicción plena sobre la navegación internacional ni a interceptar embarcaciones que no cometan piratería o tráfico de esclavos, salvo si lo autoriza el Consejo de Seguridad de la ONU. La jurista Patrón puntualiza que, al detener al “Madleen”, Israel actuó unilateralmente y fuera de su jurisdicción, “lo que para juristas del grupo legal Adalah constituye una interceptación sin autoridad legal, en violación del Derecho Internacional”.
La jurista Patrón cita a la profesora de Derecho Heidi Matthews: “El mundo está viendo a Israel atacar un barco civil sin armas —sólo con ayuda humanitaria— en aguas internacionales. Israel no tiene absolutamente ninguna autoridad para hacerlo bajo ninguna ley”. Patrón agrega, por su parte, que “el principio de proporcionalidad en el Derecho Internacional sobre la guerra exige que las medidas adoptadas no generen un sufrimiento excesivo a la población civil respecto a la ventaja militar perseguida”.
Y mientras el mundo observa con pasividad las violaciones a los derechos humanos que cometen las tiranías de Netanyahu y Trump, las valerosas acciones de la minúscula Flotilla de la Libertad, en Gaza, y las numerosas banderas mexicanas ondeadas en Los Ángeles frente a las armas de ejércitos despiadados, establecen un mínimo de dignidad humana en territorios que por ahora dominan la locura, el cálculo subhumano y la codicia desenfrenada. Hacen falta más barcos y más banderas en la restauración del humanitarismo, en todo el mundo.
Tomado de https://morfemacero.com/
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