La reciente orden ejecutiva (OE) del presidente Donald Trump que pone fin a la financiación federal para la investigación de ganancia de función (GoF) es ampliamente criticada por estar motivada políticamente y ser perjudicial para la preparación ante pandemias. La OE, enmarcada como una medida para contrarrestar las amenazas de países como China, utiliza un lenguaje vago y demasiado amplio, lo que podría detener investigaciones cruciales no relacionadas con el potencial pandémico. Suspende la financiación de la investigación GoF realizada por entidades extranjeras en «países de interés» no especificados, y también suspende la financiación de la «otra investigación de ciencias de la vida» vagamente definida que se considera una amenaza para los intereses de EE. UU. Además, exige una revisión de toda la investigación GoF financiada a nivel nacional, independientemente del nivel de riesgo.
La justificación de la OE se basa en la afirmación no probada de que una fuga de laboratorio en el Instituto de Virología de Wuhan causó la pandemia de COVID-19. Si bien una fuga de laboratorio sigue siendo una posibilidad, el consenso científico predominante apunta a un origen zoonótico, respaldado por evidencia como muestras ambientales positivas para SARS-CoV-2 del Mercado Mayorista de Mariscos de Huanan y análisis genéticos de los primeros casos de COVID-19. La falta de una cepa progenitora conocida asociada con el laboratorio de Wuhan debilita aún más la teoría de la fuga de laboratorio.
El impacto de la orden se extiende más allá de la investigación GoF. Es parte de un patrón más amplio de debilitamiento de las agencias federales de salud, incluidos los importantes recortes de financiación a los NIH y los CDC. Estos recortes, junto con el nombramiento de escépticos de las vacunas para puestos clave y el debilitamiento de los comités asesores científicos, debilitan gravemente la capacidad de la nación para responder a futuras pandemias.
La investigación GoF, si bien conlleva riesgos inherentes de bioseguridad, es crucial para comprender la evolución viral y desarrollar vacunas y tratamientos. Los NIH ya emplean regulaciones y supervisión estrictas para dicha investigación. Si bien las preocupaciones sobre el posible uso indebido son válidas y requieren salvaguardas sólidas, el enfoque radical de la OE es contraproducente. En lugar de centrarse en soluciones basadas en evidencia, la administración Trump parece empeñada en perseguir narrativas con carga política y debilitar las instituciones científicas vitales.
La verdadera preparación para pandemias requiere un enfoque diferente: fortalecer los protocolos de bioseguridad y biocontención, mantener una supervisión sólida de la investigación GoF, invertir en investigación científica y salud pública, financiar completamente los NIH y los CDC, y colaborar internacionalmente. La OE, en cambio, prioriza el teatro político sobre el rigor científico, poniendo en peligro la capacidad de la nación para combatir eficazmente las futuras crisis sanitarias. Al obstaculizar la investigación crucial y debilitar la infraestructura de salud pública, esta acción deja a EE. UU. menos preparado, no más, para la próxima pandemia.
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