Tres cuentos más uno

Tres cuentos más uno

El laberinto del mundo

José Antonio Lugo

La última obra que terminó Gustave Flaubert y no dejó inconclusa fueron Tres cuentos. Después de la escritura de sus grandes obras: La tentación de San Antonio, Madame Bovary, Salammbô y La educación sentimental, emprendió la escritura de estos relatos, publicados en 1877, tres años antes de su muerte.

I. Herodías

Para su narrativa con trasfondo histórico, Flaubert se documentaba de manera exhaustiva. Este cuento describe cómo Salomé pide la cabeza de San Juan Bautista y le es «servida» en una bandeja, tema que se puso de moda en la segunda mitad del siglo pasado y abordaron otros escritores y compositores (Oscar Wilde y Richard Strauss). 

         «Cuando el verdugo la hubo puesto sobre una bandeja, se la ofreció a Salomé. (…). Manaey descendió del estrado, y la exhibió a los capitanes romanos, luego a todos los que comían en aquel lado. La examinaron. La hoja afilada del instrumento, al deslizarse de arriba abajo, había mellado la mandíbula. Una convulsión estiraba las comisuras de la boca. Sangre coagulada salpicaba la barba. Los párpados cerrados estaban pálidos como conchas: y los candelabros del entorno despedían rayos. (…) Tras coger su cabeza, se encaminaron hacia Galilea. Como era muy pesada, la llevaban alternativamente”.

II. La leyenda de san Julián el hospitalario 

La profecía marcaba que iba a asesinar a sus padres. Su infancia fue la de un niño violento, casi psicópata –a la manera del personaje principal de Matarife, la novela primeriza del gran escritor húngaro Sándor Márai que hace poco salió publicada en español–. Un día, con la ballesta, casi mata a su madre y huye, lleno de miedo. Se hace rico y poderoso, mata a un califa y el Emperador lo recompensa otorgándole a su hija: «Sus grandes ojos negros brillaban como dos lámparas muy suaves». Un día los padres de Julián llegaron a donde vivía y la hija del Emperador los acostó con respeto en el tálamo nupcial. Al regresar Julián, a oscuras, ve un cuerpo de hombre en su cama al lado de un cuerpo de mujer. Los apuñala, pensando que era su mujer con un amante. Lo que hizo fue matar a sus padres –como Edipo al suyo– y cumplir la profecía. Decide entonces abandonar sus riquezas. Se vuelve un miserable que trata de expiar sus culpas. Se convierte en barquero. Un día sube a un leproso. Éste le pide a Julián que se acerque, porque tiene frío. Le pide también que lo cubra con su cuerpo, a pesar de que es repugnante:

        «Julián se tendió sobre él por completo, boca contra boca, pecho contra pecho. Entonces el leproso lo abrazó; y sus ojos tomaron de pronto una calidad de estrellas; sus cabellos se alargaron como los brazos del sol; el soplo de las ventanas de su nariz tenía la dulzura de las rosas; una nube de incienso se elevó del hogar, las olas cantaban».

III. Un corazón simple

La criada de Madame Bovary se llamaba Felicidad, al igual que la protagonista de este relato. Leamos a Flaubert describiendo su cuento: «Es simplemente el relato de una vida oscura, la de una pobre muchacha campesina, devota pero mística, abnegada sin exaltación y tierna como el pan fresco. Ama sucesivamente a un hombre, a los hijos de su ama, a un sobrino, a un viejo al que cuida, luego a su loro; cuando el loro está muerto, lo manda disecar y, cuando le toca morir a ella, confunde al loro con el Espíritu Santo. No es en modo alguno irónico, sino al contrario, muy serio y muy triste».

Va el final del cuento: «Un vapor azulado ascendió al cuarto de Felicidad.   

        Adelantó la nariz, husmeándolo con una sensualidad mística; luego cerró los párpados. Sus labios sonreían. Los movimientos del corazón se hicieron más lentos, uno a uno, más vagos cada vez, más suaves, como se agota un manantial, como desaparece un eco; y cuando exhaló su último suspiro, creyó ver, en los cielos entreabiertos, un loro gigantesco planeando por encima de su cabeza».

IV. Un hombre oscuro, de Marguerite Yourcenar 

Después de escribir Memorias de Adriano y Opus Nigrum, la primera mujer elegida para ocupar un sillón en la Academia Francesa de Letras, después de 300 años de misoginia, escribió este cuento largo o pequeña novela, que narra la historia de Natanael, un «hombre oscuro», de la misma manera que Felicidad tuvo «una vida oscura». ¿Coincidencia en el adjetivo «oscuro»? Es obvio que Yourcenar había leído a Flaubert, por lo que quiero pensar, más bien, que es un homenaje y un mismo punto de llegada.

      Natanael no destaca ni por lo que hizo, ni por lo que vivió. Al final de su vida, con los pulmones heridos, busca un lugar donde morir… «La hora en que el cielo se tiñe de rosa había pasado ya. Tendido boca arriba, contemplaba cómo se hacían y se deshacían las nubes en lo alto. Se ahogaba un poco, apenas más que de costumbre. Descansó la cabeza sobre una mata de hierba y se arrellanó como para dormir».

        Los tres héroes de Yourcenar, Adriano, Zenón y Natanael, mueren «con los ojos abiertos». Fellicidad no tuvo esa suerte, pero ella y Natanael fallecen sin aspavientos, como algo natural, de todos los días. 

      Me sorprende que Flaubert y Yourcenar hayan elegido para sus últimas obras a un ser humano cualquiera, a una mujer y un hombre «oscuros» que ya no eran ni el Emperador ni una mujer seductora, como Emma o Salomé. Quizá ambos escritores habían llegado a la más alta sabiduría, la de comprender que todos los seres humanos compartimos «el infortunio y la dulzura de existir», como dice Yourcenar al final de su nouvelle

      Releamos Tres cuentos de Flaubert y Un hombre oscuro de Marguerite Yourcenar. O disfrútenlos por primera vez. Por favor… 

Tomado de https://morfemacero.com/

El laberinto del mundo

José Antonio Lugo

La última obra que terminó Gustave Flaubert y no dejó inconclusa fueron Tres cuentos. Después de la escritura de sus grandes obras: La tentación de San Antonio, Madame Bovary, Salammbô y La educación sentimental, emprendió la escritura de estos relatos, publicados en 1877, tres años antes de su muerte.

I. Herodías

Para su narrativa con trasfondo histórico, Flaubert se documentaba de manera exhaustiva. Este cuento describe cómo Salomé pide la cabeza de San Juan Bautista y le es «servida» en una bandeja, tema que se puso de moda en la segunda mitad del siglo pasado y abordaron otros escritores y compositores (Oscar Wilde y Richard Strauss). 

         «Cuando el verdugo la hubo puesto sobre una bandeja, se la ofreció a Salomé. (…). Manaey descendió del estrado, y la exhibió a los capitanes romanos, luego a todos los que comían en aquel lado. La examinaron. La hoja afilada del instrumento, al deslizarse de arriba abajo, había mellado la mandíbula. Una convulsión estiraba las comisuras de la boca. Sangre coagulada salpicaba la barba. Los párpados cerrados estaban pálidos como conchas: y los candelabros del entorno despedían rayos. (…) Tras coger su cabeza, se encaminaron hacia Galilea. Como era muy pesada, la llevaban alternativamente”.

II. La leyenda de san Julián el hospitalario 

La profecía marcaba que iba a asesinar a sus padres. Su infancia fue la de un niño violento, casi psicópata –a la manera del personaje principal de Matarife, la novela primeriza del gran escritor húngaro Sándor Márai que hace poco salió publicada en español–. Un día, con la ballesta, casi mata a su madre y huye, lleno de miedo. Se hace rico y poderoso, mata a un califa y el Emperador lo recompensa otorgándole a su hija: «Sus grandes ojos negros brillaban como dos lámparas muy suaves». Un día los padres de Julián llegaron a donde vivía y la hija del Emperador los acostó con respeto en el tálamo nupcial. Al regresar Julián, a oscuras, ve un cuerpo de hombre en su cama al lado de un cuerpo de mujer. Los apuñala, pensando que era su mujer con un amante. Lo que hizo fue matar a sus padres –como Edipo al suyo– y cumplir la profecía. Decide entonces abandonar sus riquezas. Se vuelve un miserable que trata de expiar sus culpas. Se convierte en barquero. Un día sube a un leproso. Éste le pide a Julián que se acerque, porque tiene frío. Le pide también que lo cubra con su cuerpo, a pesar de que es repugnante:

        «Julián se tendió sobre él por completo, boca contra boca, pecho contra pecho. Entonces el leproso lo abrazó; y sus ojos tomaron de pronto una calidad de estrellas; sus cabellos se alargaron como los brazos del sol; el soplo de las ventanas de su nariz tenía la dulzura de las rosas; una nube de incienso se elevó del hogar, las olas cantaban».

III. Un corazón simple

La criada de Madame Bovary se llamaba Felicidad, al igual que la protagonista de este relato. Leamos a Flaubert describiendo su cuento: «Es simplemente el relato de una vida oscura, la de una pobre muchacha campesina, devota pero mística, abnegada sin exaltación y tierna como el pan fresco. Ama sucesivamente a un hombre, a los hijos de su ama, a un sobrino, a un viejo al que cuida, luego a su loro; cuando el loro está muerto, lo manda disecar y, cuando le toca morir a ella, confunde al loro con el Espíritu Santo. No es en modo alguno irónico, sino al contrario, muy serio y muy triste».

Va el final del cuento: «Un vapor azulado ascendió al cuarto de Felicidad.   

        Adelantó la nariz, husmeándolo con una sensualidad mística; luego cerró los párpados. Sus labios sonreían. Los movimientos del corazón se hicieron más lentos, uno a uno, más vagos cada vez, más suaves, como se agota un manantial, como desaparece un eco; y cuando exhaló su último suspiro, creyó ver, en los cielos entreabiertos, un loro gigantesco planeando por encima de su cabeza».

IV. Un hombre oscuro, de Marguerite Yourcenar 

Después de escribir Memorias de Adriano y Opus Nigrum, la primera mujer elegida para ocupar un sillón en la Academia Francesa de Letras, después de 300 años de misoginia, escribió este cuento largo o pequeña novela, que narra la historia de Natanael, un «hombre oscuro», de la misma manera que Felicidad tuvo «una vida oscura». ¿Coincidencia en el adjetivo «oscuro»? Es obvio que Yourcenar había leído a Flaubert, por lo que quiero pensar, más bien, que es un homenaje y un mismo punto de llegada.

      Natanael no destaca ni por lo que hizo, ni por lo que vivió. Al final de su vida, con los pulmones heridos, busca un lugar donde morir… «La hora en que el cielo se tiñe de rosa había pasado ya. Tendido boca arriba, contemplaba cómo se hacían y se deshacían las nubes en lo alto. Se ahogaba un poco, apenas más que de costumbre. Descansó la cabeza sobre una mata de hierba y se arrellanó como para dormir».

        Los tres héroes de Yourcenar, Adriano, Zenón y Natanael, mueren «con los ojos abiertos». Fellicidad no tuvo esa suerte, pero ella y Natanael fallecen sin aspavientos, como algo natural, de todos los días. 

      Me sorprende que Flaubert y Yourcenar hayan elegido para sus últimas obras a un ser humano cualquiera, a una mujer y un hombre «oscuros» que ya no eran ni el Emperador ni una mujer seductora, como Emma o Salomé. Quizá ambos escritores habían llegado a la más alta sabiduría, la de comprender que todos los seres humanos compartimos «el infortunio y la dulzura de existir», como dice Yourcenar al final de su nouvelle

      Releamos Tres cuentos de Flaubert y Un hombre oscuro de Marguerite Yourcenar. O disfrútenlos por primera vez. Por favor… 

Tomado de https://morfemacero.com/