septiembre 12, 2025
 “Tomatina” parlamentaria

 “Tomatina” parlamentaria

Tomado de https://losamigosdecervantes.com/

Estoy contra las dos Españas que han de helarme el corazón, como Machado y como toda la enorme cantidad de gente inteligente de su tiempo. Y de hoy.

No parece razonable que el primer acto, de profundo significado cultural, como para congraciarse con unos dioses estúpidos que no se sabe a quién pertenecen, de un corto mental, a la sazón alcalde de la capital de España, sea borrar los versos de un poeta universal de la tapia de un cementerio madrileño. Por la profunda y razonada razón de que el poeta militaba en un campo ideológico contrario al suyo.

No es de extrañar que otro aspirante al título de alcalde, en el lado opuesto del arco parlamentario, pero con la misma talla intelectual que el primero, quiera demostrar, en un arrebato político de profunda incomprensión de la historia de su país, que su primer gesto como alcalde, para congraciarse con otros dioses desconocidos, sería derribar el Arco del Triunfo de la Moncloa por ser un monumento franquista. Por favor, señor candidato a alcalde de Madrid, haga del Arco de Moncloa un centro de la memoria de este país en el que resuenen por siempre las palabras de Manuel Azaña tras la guerra: “Paz, piedad y perdón”. Somos muchos los españoles que estamos contra el odio, y su propuesta, señor candidato, es una proclama en favor de seguir alimentando la hoguera del odio histórico.

Así que tampoco es de extrañar que unos quieran demoler el Valle de los caídos y otros resucitar nombres de criminales de guerra para nombrar las calles. Por este camino llegaremos a voces que pidan liquidar el monasterio de El Escorial, la mezquita de Córdoba o el Canal Imperial de Aragón. Como si los italianos quisieran demoler la Estación Central de Milán porque se construyó bajo el fascismo.

Al calor del debate lingüístico que se ha abierto recientemente sobre la conveniencia o no de utilizar las lenguas cooficiales de España en actos institucionales, sería lógico pensar que la próxima guerra cultural que se estableciese en el país fuera la de atribuir la paternidad definitiva al creador del “pan tumaca”, como decimos por estas tierras. O fueron los catalanes o fueron los emigrantes murcianos, que, como buenos pobres que eran, de pan, aceite, tomate y jamón sabían mucho. He ahí una cuestión fundamental que resolver para facilitar la convivencia pacífica de los españoles.

Pero, damas y caballeros, ahora ya, tras un verano especialmente tórrido, la “tomatina” parlamentaria ha pasado a la calle. Con lo bien que vivía este país persistiendo en la práctica de esa doctrina súper liberal que predicaba una de nuestras más insignes políticas, aspirante “tapada” a la presidencia del gobierno, como resumen del próximo estado de bienestar 5.0 que nos espera: ¡Misa, toros y cañas, porque me da la gana!

Los historiadores de filosofía política tienen mucho trabajo por delante para poder encajar bien en la teoría del pensamiento occidental un tan elaborado esquema doctrinal.

Pero no se preocupen ustedes. La “tomatina” se crece por igual al otro extremo del arco ideológico. Una ex ministra que anda haciendo cálculos de si con su sueldo de diputada de la UE llega a final de mes para dar de comer a sus hijos y pagarse su chalet, va el otro día y, sin cortarse un pelo, lanza la siguiente soflama a la prensa: “Si mi hijo no tiene casa y sabe que hay un piso vacío propiedad de la banca, lo suyo es que dé una patada a la puerta y lo okupe”.

Como verán ustedes, sí que los historiadores del pensamiento político tienen mucha faena por delante. A derecha e izquierda.

Hombre, señora ex ministra, tuvo usted tiempo con sus compañeros de elaborar una ley que obligara a los bancos a poner su parque inmobiliario a disposición de los ciudadanos, con precios de alquiler razonables y con derecho a compra. Los bancos no pierden de golpe su propiedad, se ganan un dinerito que tenían desaparecido y con un poco de suerte y tiempo a lo mejor venden a precios razonables. Eso en vez de subirles los impuestos que tan nerviosos les ponen y que, a buen seguro, les van a recurrir.

Lo que ustedes han hecho, con sus amigos de derechas, es liquidar un complemento importante en sus retribuciones a cientos y miles de familias que habían encontrado esa fórmula del piso turístico para llevar una vida algo más saneada. Ustedes, querida ex ministra, lo que están es en contra de la propiedad privada, pero no de toda. Solo la de los pequeños propietarios que son los únicos que no saben defenderse, que son los únicos contra los que ustedes se atreven. ¿Han hecho algo contra los fondos buitre que compran edificios enteros para manejarlos a su antojo?

La “tomatina” no se acaba aquí, ni mucho menos.

Los fuegos, la España que arde, nos han mantenido distraídos este mes de agosto. ¡Qué hubiese sido si no de las conversaciones de bar en las que cada ciudadano ha lanzado mil propuestas, soluciones y culpas como si de la alineación de la selección nacional de fútbol se tratase!

El fuego no es un problema del Presidente del Gobierno, ni siquiera de los Presidentes de las CCAA, ni mucho menos de los alcaldes de esos pueblos perdidos que por mucho que multen a sus propietarios jamás limpian sus propiedades. El fuego, como tantas otras cosas, es un problema de conciencia nacional. El campo hay que cuidarlo para que no nos pasen cosas como la DANA de Valencia o que esta barbaridad de 4.000Km2, algo más que la extensión de la isla de Mallorca, haya volado en cenizas.

El campo está abandonado y los bosques abandonados a su suerte. Hay que limpiarlos, a mata rasa o a tresbolillo, como me enseñaron en Majaelrayo hace muchos años. Desde que se inició la gran emigración hacia las grandes ciudades o hacia la Europa floreciente desde mediados de los años cincuenta, el campo se ha ido despoblando, vaciándose de una mano de obra experta en su mantenimiento. Eso que ahora llamamos la España vacía o vaciada parece un fenómeno irreversible, a no ser que se introdujeran unos planes de repoblación que ni están ni, por el momento, parece que vayan a existir.

Se necesitan más bomberos, sí, estables y bien pagados. Se necesita al ejército, sí, cuando las cosas pasan a mayores. Pero ninguno de los dos son la solución, porque cuando ellos llegan quiere decir que la catástrofe ya está en marcha. Se necesitan propuestas atrevidas, imaginativas y valientes para resolver el problema de raíz: la limpieza del campo. De España entera.

A mí se me ocurren algunas soluciones, pero, como no estoy en la cosa política, prefiero dejarlas en el baúl de los recuerdos.

Lo que sí que no es una solución es el plan estrella del jefe de la oposición. ¡Pobre Feijóo! ¡Dónde se ha metido! ¿Un listado de pirómanos?En fin, la “tomatina” de otoño no ha hecho más que empezar

ARTURO LORENZO
Madrid, septiembre de 2025

Tomado de https://losamigosdecervantes.com/