Taller de relojería, un oficio que no pasa de moda: la historia de don Alberto

En el Centro Histórico de la ciudad se encuentra el negocio de Alberto, quien desde hace décadas se dedica a reparar dichos artículos

Desde muy pequeño, a mediados de los 60, Alberto del Castillo Ibarra acompañaba a su papá “el amigo Roy” a reparar relojes de la época, así como realizar trabajos de joyería en Hermosillo.

Hoy con 65 años de edad, Alberto recuerda con añoranza los consejos de su papá cada vez que se encuentra en su taller de relojería, la cual se ubica sobre la calle Garmendia, en el Centro Histórico de la ciudad.

“Este negocio lo estableció mi papá en 1979 y a lo largo del tiempo hermanos han estado agarrando la administración. De aquí tomé la batuta como en el 2010, trabajábamos en otros lados, eran otros negocios, mi papá era trabajador de una joyería, de un taller y ahí fuimos aprendiendo, todos mis hermanos son joyeros y a mi me dio por aprender este oficio de la relojería”, relató.

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En el taller realizan servicios a casi todo tipo de relojes, desde mecánicos hasta digitales, además de que realizan reparaciones y cambio de piezas y de baterías que ya se encuentran dañadas.

Mencionó que su oficio ya no es tan demandado como en décadas atrás, pues se llegaban a reparar hasta 50 relojes diarios, mientras que hoy en día las intervenciones rondan entre 5 y 10 en un día normal.

Sin embargo, aunque los números de servicios son incomparables, asegura que hoy en día “sigue saliendo” dinero para vivir, pues a pesar del avance tecnológico y que la hora se puede consultar en el celular, el reloj es y será un artículo que nunca pasará de moda.

“Jamás pasará de moda, es una prenda de vestir, de elegancia y de información, te proporciona la hora, eso va a ser elemental todo el tiempo y aparte son muy bonitos los relojes, es un adorno, un accesorio, un objeto muy útil”, externó.

La pandemia por el Covid-19 representó un duro golpe como para muchos otros comerciantes, pues tuvo que cerrar las puertas del taller hasta por 8 meses, siendo la reactivación un poco lenta.

“Se cerró de golpe en marzo y por allá de octubre volvimos a abrir, el regreso fue lento pero la gente ya sabe, empezaron a salir, así fue, a todos les pegó la pandemia, nos afectó económicamente pero gracias a Dios aguantamos y ahí estamos otra vez”, señaló.

La gente suele acudir al taller a dejar su reloj para mantenimiento o reparación, aprovecha para hacer su mandado en las distintas tiendas del Centro y vuelve como máximo en una hora, ya que a Alberto le gusta hacer su trabajo en el mismo día.

Unas pinzas especiales, desarmadores y un lente que le ayuda para observar de buena forma las piezas pequeñas, son tan solo algunas de las herramientas del relojero con más de 50 años de experiencia.

“El dar un servicio a un reloj es desarmarlo todo, todas las piezas, pueden ser 80 o 100 piezas y limpiarlas todas, intercambiar las que no sirvan, las que estén quebradas y oxidadas, y luego ya armar, aceitar y engrasar todo perfectamente, y dejarlo lo mejor sellado posible”, detalló.

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Por último, precisó que el precio de la reparación varía dependiendo del desperfecto y tipo de reloj, pero que el rango se encuentra entre los 100 y 300 pesos.

“Hay pocos relojeros que sean relojeros completos, entonces, esos relojeros siempre van a tener trabajo, esto no va a desaparecer y van a pasar muchos años, a lo mejor un poquito más difícil se pone, pero siempre va a ser necesario que la profesión esté”, expresó.

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