«Si resolvemos los cuellos de botella, muchos sectores empezarán a despegar de forma casi automática»

«Si resolvemos los cuellos de botella, muchos sectores empezarán a despegar de forma casi automática»

Tomado de Ethic.es

Europa quiere recuperar la competitividad de su industria frente a China y Estados Unidos. Para lograrlo, la Comisión Europea anunció el pasado mes de enero medidas de choque como el Clean Industrial Deal y un plan de simplificación normativa. La disponibilidad de más recursos renovables (sol, viento y agua) sitúa al continente en un punto de partida ventajoso en esta transición energética imprescindible, con el potencial de impulsar la industria gracias a una energía más barata y menos vulnerable a los vaivenes del mercado fósil internacional. Como recuerda Draghi en su informe sobre la competitividad europea, urge reformar estructuras como la fiscalidad de la electricidad, que hoy penaliza a una energía autóctona frente a combustibles importados –que aún se subsidian–. O facilitar procesos como el despliegue acompasado entre redes y demanda eléctrica. Cuestiones que organismos como la Agencia Internacional de la Energía advierten que amenazan con convertir esta oportunidad industrial en un espejismo: sin una regulación que promueva el despliegue masivo de redes, o sin la inversión adecuada, se puede perder el momentum. Sobre esta situación y sobre las vías que tiene el viejo continente para recuperar el terreno perdido en un momento convulso marcado por la inestabilidad geopolítica, hemos hablado con el economista Javier Santacruz, una de las voces más activas en este debate.

El informe Draghi advierte de la pérdida de competitividad de Europa frente a economías como Estados Unidos o China, y propone una hoja de ruta para darle la vuelta a la situación. ¿A qué se debe esta pérdida de tracción y qué grandes claves consideras esenciales para volver a ser competitivos en el plano internacional?

Cuando hablamos de recuperar la competitividad nos referimos a dos aspectos clave: por un lado, reducir costes de producción, y por otro, ofrecer productos o servicios exclusivos o de alta calidad. La revolución tecnológica, liderada principalmente por Estados Unidos y China, ha permitido una fuerte reducción de los costes operativos, laborales, fiscales y de materias primas en estos dos grandes bloques. Sin embargo, si hablamos del ámbito de la calidad o la exclusividad, Europa conserva un liderazgo claro. Somos una de las mayores economías exportadoras del mundo, con superávits consistentes, gracias a un tejido empresarial que ofrece bienes y servicios de alto valor añadido en sectores como el lujo, el farmacéutico, el turístico o la ingeniería civil. Europa necesita centrarse ahora en recuperar competitividad en costes de producción, que es donde se encuentra su principal reto.

«Las renovables juegan un papel fundamental: reducen los costes y aseguran un grado mínimo de independencia estratégica»

Durante años, Europa apostó por deslocalizar parte de su tejido industrial en busca de menores costes de producción. Sin embargo, hoy se habla de reindustrialización verde para recuperar autonomía y competitividad. ¿Qué papel juegan este proceso y estrategias como el Clean Industrial Deal en el camino hacia una Europa más competitiva?

Efectivamente, durante décadas, Europa apostó por trasladar parte de su producción a países con costes salariales o de materias primas más bajos, pero esta estrategia ha mostrado sus límites. El Clean Industrial Deal parte de la misma lógica de mejorar la competitividad reduciendo costes, pero apostando por hacerlo dentro de Europa. En este punto, el continente cuenta con ventajas como su posición geográfica y condiciones climáticas favorables. En este sentido, es indispensable poner el acento en el papel que juegan las energías renovables por dos cuestiones fundamentales. La primera, íntimamente ligada a este aspecto de ganar competitividad, es la reducción de los costes energéticos. Y la segunda, asegurar un grado mínimo de independencia estratégica que nos permita seguir produciendo en contextos geopolíticos tensionados –además de sumar ciertos recursos minerales estratégicos que pueden ser claves para impulsar una reindustrialización verde y autónoma–.

Como señala, uno de los aspectos clave para atraer industria es el precio de la energía. ¿En qué situación nos encontramos frente a otras regiones? ¿Qué podemos hacer para que nuestro modelo energético favorezca la reindustrialización y, con ella, la competitividad continental?

Abaratar los costes energéticos es clave, y esto pasa por aprovechar al máximo fuentes de energía no emisoras, como las renovables (solar y eólica), la nuclear o los gases renovables, como el hidrógeno verde (para los procesos industriales en los que la electrificación directa no sea posible). La energía solar y eólica no solo son energías limpias sino que son autóctonas y muy competitivas,  complementadas con los grandes almacenamientos de la hidráulica de bombeo y la energía nuclear.

El problema es que Europa se enfrenta actualmente a importantes cuellos de botella que impiden que todo ese potencial de la transición energética esté llegando a la industria europea. Hay una serie de bloqueos estructurales, como la excesiva burocracia o los permisos excesivos para emprender proyectos industriales, que impiden ver los resultados. 

Otros factores que están ralentizando el proceso son la falta de infraestructura eléctrica suficiente para transportar y distribuir toda esta energía limpia y autóctona de forma eficiente, la ausencia de sistemas de almacenamiento energético, imprescindibles para garantizar la estabilidad del sistema (energía síncrona capaz de controlar las oscilaciones y evitar apagones) y aprovechar las renovables. Tampoco ayuda un sistema de fiscalidad poco favorable, que sigue subsidiando a los combustibles importados frente a la energía limpia autóctona. Por eso es tan importante el paquete de simplificación normativa que, junto con el impulso de la industria limpia, debe permitir superar estos obstáculos.

A nivel geográfico, ¿qué regiones o países europeos están mejor posicionados para aprovechar las oportunidades de una reindustrialización basada en energía limpia? ¿Qué margen tiene España para convertirse en un polo industrial a nivel europeo?

Los países de la cuenca mediterránea son los que tienen mayores ventajas para aprovechar una reindustrialización basada en energía limpia. Francia, por ejemplo, ha logrado mantener a flote su industria incluso en tiempos de crisis gracias a una energía más barata procedente de la nuclear, pero también, en los últimos años, de una fuerte apuesta por renovables como la eólica. 

«Hay factores que están ralentizando la transición energética de la industria como la falta de infraestructura eléctrica suficiente para transportar y distribuir toda esta energía limpia»

España va más atrasada en la relación competitividad-precio, pero eso le da más margen de mejora. Allí donde ha habido innovación tecnológica, integración de mercados, un marco institucional adecuado y acción exterior, los resultados han sido positivos. En nuestro país, sectores como el agroalimentario, el químico-farmacéutico o los componentes del automóvil han sabido competir, a pesar de tener costes energéticos y fiscales elevados, porque se basan en productos de demanda cautiva. Si consigue rebajar los costes energéticos (gracias a la transición energética), laborales y fiscales, España tiene una gran oportunidad para llegar a competir con Estados Unidos y China sin necesidad de subvenciones, como ha ocurrido hasta ahora en sectores como el acero, el aluminio o el agroalimentario.

Hablando de sectores productivos, ¿cuáles ve mejor preparados para liderar esta transformación industrial? ¿Qué retos específicos enfrentan y qué oportunidades pueden aprovechar en un escenario de transición energética acelerada?

Uno de los sectores mejor posicionados para liderar esta transformación es el automóvil, tanto en componentes como en la fabricación completa. Con el reciente acuerdo con Estados Unidos, este sector ha sido especialmente sensible, sobre todo para países como Alemania y Francia. Otro sector destacado es el aeronáutico, en el que España participa activamente y con buenos resultados. Airbus, junto con sus múltiples contratas y subsectores asociados, constituye un núcleo industrial clave en Europa. También el sector textil europeo sigue siendo relevante a pesar de la fuerte competencia de China y otros gigantes asiáticos. Aunque muchas fases de la producción están deslocalizadas, las empresas que operan en Europa lo hacen con alto valor añadido. Un buen ejemplo de ello es Inditex. Otro sector fundamental y con una larga tradición en Europa es el químico. Varios de estos sectores ya están generando superávits y tienen un papel protagonista, mientras que otros podrían convertirse en tractores industriales en los próximos años, si se dan las condiciones adecuadas. 

Una transformación a gran escala requiere una movilización masiva de recursos. ¿Cómo puede articularse un modelo de financiación eficaz que combine inversión pública a nivel europeo y nacional con la iniciativa privada? ¿Qué condiciones deben darse para atraer capital a largo plazo hacia este tipo de proyectos industriales?

Uno de los elementos clave para financiar una transformación industrial a gran escala es la creación de un mercado único de capitales en Europa. Esta unión permitiría dar tamaño al mercado europeo, haciéndolo más atractivo y menos vulnerable frente a competidores como los fondos soberanos de países donde no se respetan reglas de competencia equitativas. Hoy en día, invertir en Europa significa invertir en países concretos (Francia, Alemania, España), lo que fragmenta y reduce el tamaño del mercado. Esta falta de escala no solo dificulta la atracción de inversión extranjera, sino también la movilización del ahorro interno europeo que, en gran medida –entre el 70% y el 80%– acaba yendo a Estados Unidos, por su tamaño y capitalización. Otro problema estructural es el excesivo peso de la financiación bancaria en Europa, frente al modelo estadounidense, donde el 70% del capital empresarial proviene de los mercados. La banca europea, además, está sometida a regulaciones estrictas como Basilea III, lo que limita su capacidad de financiar sectores emergentes.

¿A qué deberíamos prestar atención para no repetir o cometer nuevos errores en este proceso de reindustrialización?

Creo que nos encontramos en una fase de aprendizaje; todavía estamos reconociendo los obstáculos que nos han frenado y que siguen haciéndolo, esos cuellos de botella que hoy se hacen evidentes y que quizás antes solo intuíamos. Y eso es un problema porque nos quita tiempo para reflexionar y actuar con eficacia.

«Las empresas deben dejar de ver únicamente la sostenibilidad como un coste y empezar a contemplar también sus beneficios»

Por mencionar algunos ejemplos: el retraso en aprovechar los fondos Next Generation, que ofrecían una oportunidad única de financiación barata, sencilla y a largo plazo. Mucho me temo que ya llegamos tarde y que no vamos a poder hacer en un año y medio lo que no hemos hecho en cuatro. Esa oportunidad, en gran parte, ya se ha desaprovechado. Otro, el cierre nuclear de Alemania que le llevó a una dependencia absoluta del gas ruso, con las desastrosas consecuencias que eso ha tenido para su economía. 

Creo que, de cara a una nueva industrialización, es crucial identificar y resolver desde ya todos los cuellos de botella. Si lo conseguimos, muchos sectores empezarán a despegar de forma casi automática, ganando competitividad tanto en costes como en calidad y exclusividad del producto o servicio.

¿Qué supone el acuerdo firmado por la Unión Europea con Estados Unidos en materia arancelaria? ¿Hasta qué punto puede afectar a las aspiraciones europeas de recuperar competitividad?

El acuerdo ha supuesto, desde luego, un fuerte golpe de realidad para Europa en nuestra relación comercial más importante: Estados Unidos. En principio, un arancel del 15% no debería ser motivo suficiente para perder un mercado, aunque sí es posible que nos reste parte de nuestra ventaja competitiva. Y también abre la puerta al riesgo de que en un futuro surjan competidores internos en EEUU que compitan también en calidad con los productos europeos. Otro posible problema viene por la segunda parte del acuerdo, la exigencia de Trump de que Europa invierta 600.000 millones de euros en Estados Unidos, algo que parece incompatible con las necesidades actuales de la Unión, que lo que necesita es precisamente fijarse más en el ahorro europeo y no tanto en el exterior.

 Por último, ¿qué mensaje lanzaría a los empresarios y responsables políticos que aún ven la sostenibilidad como un freno en lugar de una palanca para el crecimiento? 

Deberían dejar de mirar la sostenibilidad solo como un coste y empezar a contemplar también sus beneficios. Si solo te fijas en los costes, eso te predispone negativamente. Las energías renovables, la reducción de huella ambiental o el uso responsable de materias primas producen ahorros y generan crecimientos que también impactan en la cuenta de resultados. Y esa parte no está siendo suficientemente valorada.

Tomado de Ethic.es