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El periodo virreinal de México fue una época en la que florecieron costumbres, rasgos culturales e instituciones que siguen vivos hoy en día. Por ello, la fundación en el año de 1551 de la Real y Pontificia Universidad de México fue tan importante. Este espacio académico fue el que trajo a la Nueva España la institución medieval de las universidades. Además de ser una de las más antiguas y prestigiosas de todo el continente americano, fue la escuela superior que antecedió a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Fundación
La Real y Pontificia Universidad de México fue fundada el 21 de septiembre del año de 1551. Tuvo como antecesor al Imperial Colegio de la Santa Cruz de Santiago Tlatelolco, establecido en 1536. Lu creación de la universidad se dio gracias a la iniciativa que tuvieron para ello el Ayuntamiento de la Ciudad de México, el virrey Antonio de Mendoza y el arzobispo fray Juan de Zumárraga. Ellos tramitaron ante las autoridades peninsulares la Real Cédula que la instauró.
Es así que en 1551, en la ciudad de Toro, España, el emperador Carlos V emitió la cédula que creó a la primera universidad de la Nueva España. Más tarde, el 25 de enero de 1553, la Real y Pontificia Universidad de México se constituyó oficialmente ante el virrey y la Audiencia. Finalmente, el 3 de junio del año de 1553, la institución educativa abrió sus puertas en la Ciudad de México. Inició sus cursos con ocho cátedras, un claustro de quince doctores y algo menos de cien estudiantes. Cabe mencionar que aunque el papado si concedió la bula que la autorizaba, esta nunca llegó a tierras novohispanas. El rey y el Consejo de Indias consideraron que los privilegios de la universidad empezaban a ser excesivos. Es por esto que el permiso pontificio permaneció en territorio hispánico.
La Real y Pontificia Universidad de México: una corporación social de la Nueva España
Como lo estableció la Cédula Real, la Real y Pontificia Universidad de México gozó de los mismos privilegios que la Universidad de Salamanca. Esto es importante porque debemos entender que, tanto en la Edad Media como el periodo virreinal, las universidades eran corporaciones sociales. Es decir, quienes pertenecían a ellas gozaban de protección legal y otros derechos especiales. También debían de seguir el código de conducta plasmado en las constituciones o estatutos de cada institución. Más que un conjunto de edificios y aulas escolares, la existencia de las antiguas universidades radicaba en sus cuerpos estudiantiles y colegiales, los cuales disfrutaban de la licencia para estudiar.
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Teniendo en cuenta lo anterior, la Real y Pontificia Universidad de México gozó de gobernación propia ejercida a través de claustros. Cada una de estas juntas universitarias tenía una función específica, siendo las más importantes: rectoría, consiliarios, diputados y el pleno. Finalmente, la autoridad suprema por derecho de fundación y patronato era el mismísimo rey español. La institución dependía del subsidio anual que cada monarca concedía. Esto le otorgaba la facultad de dictar estatutos del régimen universitario. Por ello, esta institución novohispana siempre se mantuvo ligada a la Corona Española. El Consejo de Indias, los virreyes y los oidores de la Real Audiencia eran los medios de aquél vínculo.
Facultades, materias y grados
La Real y Pontificia Universidad de México, al ser una institución de estudio, se dividía en cinco facultades: Teología, Derecho Canónico, Derecho Civil, Medicina y Artes. Además, existían cátedras sueltas, es decir, materias que no pertenecían a ninguna facultad; entre ellas estaban astrología y matemáticas, retórica, gramática y lenguas indígenas. A aquellas facultades ingresaban sobre todo hijos de españoles y criollos; en mucho menor medida, hijos de mestizos y, muy rara vez, hijos de indígenas. Los estudiantes pagaban una matrícula anual para poder tomar sus cursos.
Por otro lado, al ser una corporación, la universidad novohispana tenía el derecho de otorgar grados académicos. Estos eran: bachiller, licenciado, maestro y doctor. Todo aquel que se graduaba de la Real y Pontificia Universidad de México estaba certificado solo para ejercer la docencia y no una actividad profesional como en la actualidad. La razón de ello es que la función primordial de la institución era formar burócratas clericales y gubernamentales. Por eso, para que fuera válido el reconocimiento de los grados obtenidos, existían instituciones especializadas de la iglesia católica y el gobierno virreinal que los empleaba.
Una universidad itinerante
Algo curioso de la Real y Pontificia Universidad de México es que, al inicio de su historia, tuvo como sedes diferentes espacios del actual Centro Histórico de la Ciudad de México. Su primer domicilio se localizó en la esquina de las calles Moneda y Seminario, en el actual Museo UNAM Hoy. Para el año de 1561, con el aumento de cátedras y alumnos, la universidad se mudó a unas propiedades que pertenecían al Hospital de Jesús, ubicadas en la calle de República de Guatemala.
Tres décadas más tarde, ante el deterioro de los mencionados inmuebles, la Real y Pontificia Universidad se tuvo que trasladar a las casas del Marqués del Valle, las cuales son hoy en día el Monte de Piedad. Finalmente, a principios del siglo XVII, se estableció de forma definitiva en el predio que actualmente ocupa la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Cierre y legado de la Real y Pontificia Universidad de México
Tras siglos de historia, varios cambios en su composición administrativa y académica, la Real y Pontificia Universidad de México empezó a vivir una época de crisis económica. Esto fue en parte gracias a la invasión napoleónica sobre España en 1808 y posteriormente, por la guerra de Independencia de México. Tras al fin acabar el dominio español sobre el país, aquellas penurias se extendieron varias décadas más. Liberales y conservadores debatieron constantemente sobre si debían cerrarla o mantenerla. Ante la imposibilidad de darle continuidad o reformarla, durante el Segundo Imperio, Maximiliano de Habsburgo la clausuró el 30 de noviembre del año de 1865.
A pesar de que este fue el fin de aquella institución educativa, su legado ha pervivido en dos universidades contemporáneas. La primera de ellas es la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la cual adoptó varios de sus espacios, y símbolos, pero sobre todo, heredó la relevancia social que alguna vez tuvo la antigua corporación novohispana. La segunda es la Universidad Pontificia de México, la cual ha continuado con la formación del clero así como teólogos y filósofos. Por si fuera poco, junto a la Universidad Nacional de San Marcos, en Perú, la Real y Pontificia Universidad de México fue una de las universidades más antiguas y prestigiosas de todo el continente americano.
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Tomado de https://www.mexicodesconocido.com.mx/
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