La postura agresiva de la administración Trump contra el antisemitismo, incluyendo la desfinanciación de universidades percibidas como insuficientemente combativas, se basa en gran medida en un documento político poco conocido: el Proyecto Esther. Creado por la Fundación Heritage, un destacado grupo de expertos de derecha, el Proyecto Esther sirve como un modelo para utilizar tácticas autoritarias para reprimir las críticas a Israel. Esto refleja el proyecto más extenso 2025, que dio forma significativa a la agenda más amplia de Trump.
Si bien el Proyecto Esther recibió cierta atención inicial de los medios, informes recientes de *The New York Times* revelan su profunda influencia en las políticas de Trump. El documento detalla cómo el proyecto, nacido de un grupo de trabajo sobre antisemitismo de la Fundación Heritage formado después de los ataques de Hamas de octubre de 2023, aboga por medidas extremas. Significativamente, este grupo de trabajo, compuesto en gran parte por líderes sionistas conservadores y cristianos, incluyó solo a un miembro judío.
El encuadre del antisemitismo del Proyecto Esther es profundamente problemático. Un documento de presentación para donantes identificó a George Soros y a Jewish Voice for Peace como figuras clave en un «ecosistema de antisemitismo», confundiendo las críticas a las políticas israelíes con el antisemitismo en sí. El proyecto equipara el antisionismo con el antisemitismo, ignorando la larga historia del sentimiento antisionista dentro de la comunidad judía. Esta perspectiva refleja una fuerte influencia sionista cristiana, donde el apoyo incondicional a Israel se considera una obligación religiosa, incluso si eso significa pasar por alto o incluso perpetuar tropos antisemitas.
La afirmación central del Proyecto Esther es que el movimiento pro palestino estadounidense es un componente de una «Red de apoyo a Hamas» global que pretende socavar el capitalismo y la democracia. Acusa a esta red de explotar la apertura estadounidense, corromper la educación, manipular los medios y aprovechar la «complacencia» de la comunidad judía estadounidense. Esta representación condescendiente descarta las preocupaciones legítimas sobre las políticas israelíes, incluidas las planteadas por organizaciones de derechos humanos y académicos del genocidio, como parte de una conspiración clandestina para derrocar a los Estados Unidos.
Las recomendaciones del documento, muchas de las cuales Trump ha implementado (por ejemplo, deportaciones de inmigrantes pro palestinos), apuntan a eludir las protecciones de la Primera Enmienda y suprimir el discurso pro palestino calificándolo como apoyo al terrorismo. Otras propuestas, como las purgas en las redes sociales y la ampliación de la definición de «apoyo material al terrorismo», siguen sin realizarse, pero representan una amenaza significativa para la libertad de expresión.
Si bien el aumento del antisemitismo en todo el espectro político es una preocupación grave, el Proyecto Esther no aborda el antisemitismo de derecha, que según los estudios es más frecuente que el antisemitismo de izquierda. En cambio, aprovecha las preocupaciones genuinas sobre el antisemitismo para justificar una agenda agresiva y antidemocrática de apoyo incondicional a Israel. Las políticas inspiradas en el Proyecto Esther, por lo tanto, no son un esfuerzo de buena fe para combatir el antisemitismo, sino una herramienta para reprimir la disidencia y promover una ideología política específica.
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