Recientemente el experto en ciberseguridad Bruce Schneier publicó un interesante artículo junto al profesor Barath Raghavan en el que argumentan que la privacidad en línea sigue disminuyendo por la misma razón por la que se produjo la sobrepesca en el siglo pasado: debido al «Síndrome del punto de referencia cambiante». La analogía, resumiéndola mucho, concluye que nos hemos acostumbrado de tal forma a que las empresas nos roben nuestros datos que ya no sabemos discernir entre lo que debería ser y la realidad actual que aceptamos sin rechistar.
Sin embargo, esta analogía no es del todo perfecta. Schneier parece sugerir que el punto de referencia adecuado para la privacidad en línea, aquel donde todo estaba bien, es el momento anterior a que los ordenadores estuvieran conectados a una red mundial. Esta época no es tan lejana como para que ninguno de los usuarios actuales de internet pueda recordarla. Así pues, el espectro de edad de los usuarios de internet debería, en cierta medida, correlacionarse con el espectro de lo problemático que consideran el nivel actual de privacidad en línea.
En otras palabras, los usuarios de más edad (que han vivido una época anterior a internet) deberían percibir el statu quo como problemático porque todavía se refieren al punto de referencia adecuado, mientras que los usuarios más jóvenes (que acaban de empezar a utilizar internet) no deberían tener prácticamente ningún problema con el nivel actual de vigilancia en línea porque solo difiere ligeramente de su marco de referencia.
Sin embargo, la conciencia de la privacidad no parece estar ligada a la edad de una forma tan estricta y directa. Es posible que otros muchos factores desempeñen también un papel importante, y cabe suponer que las personas más jóvenes tienden a ser más conocedoras de la tecnología, lo que, a su vez, podría traducirse en una mayor conciencia de todas las formas en que se puede invadir la privacidad de una persona en internet.
Normalidad progresiva
Existe otro concepto que puede explicar tanto el continuo declive de la privacidad en internet como la existencia de usuarios de internet de más edad que no se oponen (con especial firmeza) a la vigilancia digital: la normalidad progresiva.
Según este concepto, el cambio de referencia no es generacional, sino que se produce continuamente a nivel individual. Esto significaría que no tenemos un punto de referencia fijo establecido en algún momento, sino que, como individuos, nos adaptamos lentamente a cambios graduales.
No tenemos un punto de referencia fijo establecido en algún momento, sino que, como individuos, nos adaptamos lentamente a cambios graduales
En el contexto de la privacidad en internet, nuestra situación puede ser similar a la de la rana que hierve en el agua: si la lanzamos directamente al agua hirviendo, saltará inmediatamente; si, por el contrario, el agua se calienta gradualmente, la rana irá aceptando los pequeños aumentos de temperatura y, según la leyenda urbana, cuando el agua finalmente empiece a hervir ya no será capaz de saltar.
En la misma línea, la mayoría de nosotros probablemente no aceptaríamos ser rastreados, controlados y vigilados en casi cualquier interacción con un dispositivo digital si este cambio se produjera de la noche a la mañana. Pero como se ha ido produciendo lenta y gradualmente, de repente nos encontramos en una situación en la que es perfectamente normal llevar siempre encima un dispositivo móvil con capacidad para vigilar cada paso que damos, literal y figuradamente.
Nueva tecnología, más vigilancia
Sin embargo, hay otros dos factores que pueden contribuir a que aceptemos el continuo declive de la privacidad en línea. Por un lado, este declive suele ir acompañado de avances positivos, como la introducción de nuevas funciones que nos resultan cómodas o tecnologías innovadoras, que restan importancia al impacto negativo sobre la privacidad.
En los casos en que todo lo demás permanece igual y solo la privacidad se ve afectada, la oposición del público suele ser más fuerte (por ejemplo, cuando WhatsApp fue adquirida por Facebook en 2014 o cuando cambió su política de privacidad en 2021, la base de usuarios de Threema experimentó un aumento considerable como consecuencia de ello). Sin embargo, una excepción preocupante y digna de mención son los proyectos de ley actuales, como el llamado «Chat Control», que todavía no ha encontrado una resistencia significativa por parte de la sociedad civil, probablemente porque no ha llegado aún a ella a través de los medios.
El otro factor es que la privacidad en línea es abstracta, intangible y, en algunos aspectos, difícil de comprender. Y no es que, si no actuamos ahora mismo, vaya a haber una consecuencia irrevocable en el mundo real, pero esto no significa que la situación no sea alarmante.
La paradoja de la privacidad
La naturaleza abstracta y virtual de la privacidad en línea también puede explicar potencialmente la paradoja de la privacidad, según la cual las personas afirman valorar su privacidad, por un lado, pero siguen utilizando servicios en línea que la invaden, por otro.
Las personas afirman valorar su privacidad, por un lado, pero siguen utilizando servicios en línea que la invaden, por otro
Si a alguien le dicen que su servicio de mensajería recopila metadatos (es decir, información sobre quién se comunica con quién, cuándo, dónde, etc.), una reacción típica puede ser que, aunque esto probablemente no sea lo ideal, no puede ser tan malo siempre que los mensajes reales estén encriptados. Sin embargo, eso no quiere decir que esa persona no valore su privacidad. Simplemente no es inmediatamente evidente lo intrusivos y reveladores que pueden ser los metadatos. Y no es fácil explicar en qué sentido el conjunto de datos acumulados es más que la suma de sus partes o todo lo que dice sobre el usuario.
Como hemos visto, detener el declive de la privacidad online no parece tan fácil como retroceder nuestro punto de referencia a la época en que los ordenadores no estaban conectados a internet. Además del umbral de aceptación que podamos tener a nivel individual, hay (al menos) otros dos factores que pueden contribuir a que consintamos un declive continuado de nuestra privacidad online.
Por un lado, la vigilancia digital suele ir acompañada de nuevas tecnologías apasionantes u otros avances positivos que restan importancia al impacto negativo sobre la privacidad. Por otro lado, la privacidad en línea puede ser, debido a su naturaleza abstracta, bastante difícil de comprender. A esto se añade el hecho de que nos hemos vuelto bastante dependientes de la tecnología que nos espía. Como la rana, probablemente estamos en un punto en el que ya no podemos simplemente saltar fuera del agua.
Lo que podemos y debemos hacer es intentar encontrar formas convincentes de resaltar la importancia de la privacidad en línea, hacer que el tema sea más fácil de entender llevándolo a un nivel menos abstracto, y mostrar a los usuarios de internet qué consecuencias tienen realmente sus decisiones cotidianas en términos de privacidad, como la reciente iniciativa Privacy Check-Up.
Miguel Rodríguez es CRO y miembro del consejo de Threema.
Tomado de Ethic.es
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