El laberinto del mundo
José Antonio Lugo
I. El contexto del biógrafo
Herbert Lottman, en su espléndida biografía (Flaubert, Tusquets, 1a. ed., 1991), nos recuerda que el escritor tuvo un ancestro herrero, y que el apellido lo escribían Flobert. Nos dice también que el pequeño Gustave, que nació en Rouen el 12 de diciembre de 1821 a las 400 am, se sentaba en las rodillas de un vecino, el «tío Mignot» mientras éste le leía Don Quijote. Existen versiones contradictorias sobre la supuesta tardanza en aprender a leer de Gustave, pero la evidencia apunta lo contrario, que aprendió rápido, lo que echa por tierra la piedra angular del libro que Jean Paul Sartre escribió sobre él, donde se refiere al escritor normando como «el idiota de la familia». Su primer profesor de gramática y literatura fue Honoré Henry Gourgaud, quien ejerció una profunda influencia en el joven escritor, que desde muy joven leyó a Lord Byron, a Werther, a Hamlet y a Romeo y Julieta.
II. El prólogo de la sobrina de Flaubert
Tengo en mis manos la Correspondencia publicada por Luis Conard en 1926 –la misma que leyó Vargas Llosa y menciona en La orgía perpetua–. Comienza con un valioso prólogo, titulado «Recuerdos íntimos» de Caroline Franklin-Grout, sobrina de Flaubert, firmado el 20 de febrero de 1926 en Villa Tanit, en Antibes.
En ese prólogo señala: «Mi tío pensaba que ningún libro era peligroso si estaba bien escrito»; «había en su naturaleza una especie de imposibilidad de la felicidad y eso por una necesidad continua de regresar, ir hacia atrás, comparar, analizar»; «entre los antiguos, Homero y Esquilo eran dioses; Aristófanes le gustaba mas que Sófocles y prefería a Plauto que a Horacio. Admiraba profundamente a Shakespeare, Byron y Victor Hugo, pero nunca comprendió a Milton»; «de viejo perdió amigos, le quedaban Guy de Maupassant, George Sand, Edmond de Goncourt e Iván Turgueniev».
II. La muerte de Flaubert según su sobrina
«Se disponía a partir a París donde se reuniría conmigo. En la víspera de su viaje, salió del baño, subió a su estudio; la cocinera iba a servirle su desayuno cuando ella escuchó que llamaba. Apareció: ya sus dedos crispados no podían abrir una botella de sales que tenía en la mano. Articulaba palabras inteligibles entre las cuales ella distinguió: «Eylau… ve… buscar… avenida… yo la conozco». En la mañana había recibido una carta donde se anunciaba que Victor Hugo iba a instalarse en la avenida Eylau. Quizá esas palabras eran una reminiscencia de esta noticia y una llamada de auxilio, señala Caroline.
III. La primera serie de la Correspondencia (1830-1846)
Recordemos que Flaubert nació en 1821.
Sus primeras cartas estuvieron dirigidas a su gran amigo Ernest Chevalier:
- 11 de septiembre de 1833: «Luis Felipe se instaló en Rouen y todo mundo fue a verlo. Son de mente estrecha; el mundo es idiota» (lo que pensó toda su vida y es el tema fundamental de su última obra, Bouvard y Pécuchet). A los 12 años ya pensaba que todos eran idiotas.
- 30 de noviembre de 1838: «¿Has leído a Rousseau? ¡Qué hombre! Te recomiendo especialmente sus Confesiones. En sus páginas me hundo en delicias y amorosos ensueños». (Probablemente es la fuente del lirismo exacerbado que luego le reprocharon sus amigos, cuando les leyó la primera versión de Las tentaciones de San Antonio).
- 18 de marzo de 1939: «Deseo de todo corazón una mujer bella y ardiente que tenga alma de puta».
- 31 de mayo de 1839: «¡Que vivan los poetas! Hay más verdad en una sola escena de Shakespeare o en una Oda de Horacio o de Victor Hugo, que en todo Michelet, todo Montesquieu».
- 15 de julio de 1839 (ya tenía 18 años): «A propósito del marqués de Sade, si puedes encontrarme algunas de las novelas de ese escritor honesto, te las pagaré a precio de oro».
- 14 de enero de 1841. Le menciona a Chevalier que no le interesa llegar a nada en la vida, que obtendrá su título de Derecho y después «me haré turco en Turquía, arriero de mulas en España o conductor de camellos en Egipto».
- 6 de septiembre de 1842: «Periódicos, historia, filosofía… ese es el alimento literario, de la misma manera que los burgueses comen carne y papas fritas».
- A Alfred de Poittevin, agosto de 1845: «Sigo con el griego. Terminé el Egipto de Herodoto; espero en un año, con paciencia, entender bien a Sófocles».
. A Emmanuel Vasse, 4 de junio de 1846: «Para vivir no diría que feliz (ese objetivo sería una ilusión funesta) sino tranquilo, hay que crear más allá de la existencia visible, común y general a todos, otra existencia interna e inaccesible a lo contingente».
En 1846 comienzan las cartas que le dirige a su amante Louise Colet. Hablaremos de ellas en el próximo Laberinto.
Tomado de https://morfemacero.com/
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