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En las primeras horas del día, cuando apenas se rompe la luz en el horizonte, cientos de pescadores lanzan al aire una red que parece flotar en cámara lenta. No es espectáculo ni recreación: es el inicio de una jornada de pesca con atarraya, una práctica ancestral que aún sostiene la vida cotidiana de comunidades enteras en las costas mexicanas.
¿Qué es la atarraya?
La atarraya es un tipo de red que se utiliza para la pesca, sin embargo es una red con ciertas particularidades. Tiene forma circular, pesa entre tres y ocho kilos, y se lanza con una técnica que requiere fuerza, paciencia y años de práctica.
Cada vez que un pescador la lanza, ejecuta un movimiento coreografiado que se ha transmitido de generación en generación. No usan cañas, ni motores, ni tecnología sofisticada. Lo suyo es el cuerpo, el mar y el conocimiento profundo tanto del clima como de las mareas.
En pueblos de la costa del Pacífico como Boca del Río, en Veracruz, o San Blas, en Nayarit, este tipo de pesca artesanal todavía se practica en el día a día. Allí, la pesca con atarraya más que una reliquia del pasado, es una necesidad presente.
Los hombres —y cada vez más mujeres— caminan entre los esteros, los manglares y las playas buscando el momento exacto para lanzar su red. Saben leer el comportamiento de los peces, reconocen la temperatura del agua y hasta interpretan el silencio del viento.
En comunidades como San Mateo del Mar, Oaxaca, esta técnica forma parte de un sistema complejo de saberes indígenas que articulan lo económico, lo ambiental y lo espiritual, de acuerdo con José M. Filgueiras-Nodar, en su artículo Técnicas de pesca y condiciones socioambientales entre los mero ikoots de San Mateo del Mar (Oaxaca, México).
Particularidades de la pesca con atarraya
A diferencia de la pesca industrial, que privilegia la cantidad, la pesca con atarraya tiene un ritmo distinto: más lento, más humano. Quien pesca con atarraya lo hace para alimentar a su familia, para vender un poco en el mercado local o para intercambiar producto con otros pobladores. No buscan la riqueza, sino el sustento.
Además, esta técnica tiene un bajo impacto ambiental. Los pescadores suelen capturar solo lo que necesitan y liberan los ejemplares pequeños o no deseados. Esta selectividad contribuye a preservar los ecosistemas costeros, lo que convierte a la pesca con atarraya en una forma sostenible de relacionarse con el mar.
De acuerdo con organizaciones ambientalistas, esta técnica no solo permite una captura responsable, sino que también ayuda a reducir el esfuerzo pesquero al enfocarse en especies específicas, sin dañar otras poblaciones marinas ni el fondo del mar.
Un oficio en peligro de desaparecer
A pesar de su valor cultural y ecológico, la pesca con atarraya enfrenta amenazas crecientes. La sobrepesca, la contaminación, el turismo masivo y la entrada de productos importados han afectado la economía local. Muchos jóvenes han optado por migrar a las ciudades en busca de otras oportunidades, dejando atrás los saberes marinos de sus abuelos.
Según datos de la organización Oceana México, más del 20% de la captura pesquera del país ocurre fuera del marco legal, lo que pone en desventaja a quienes pescan de manera tradicional, sin subsidios ni redes de gran escala. Frente a esto, algunas comunidades han empezado a organizarse.
En lugares como Celestún (Yucatán) o Puerto Madero (Chiapas), se han impulsado cooperativas que promueven la pesca responsable y la venta directa, sin intermediarios. También han surgido iniciativas de turismo comunitario que permiten a los visitantes conocer y practicar la pesca con atarraya de forma respetuosa y educativa.
Estas estrategias han sido destacadas por algunas investigaciones académicas como un camino viable para fortalecer la economía local y reducir la presión sobre los recursos pesqueros costeros.
Pesca con atarraya, la sabiduría del agua
Hablar de pesca con atarraya es hablar de una relación íntima con el territorio. No se trata solo de sacar peces del agua, sino de entender el lenguaje del mar, convivir con los ciclos de la naturaleza y mantener vivos los conocimientos de los pueblos costeros.
Cada red lanzada es también un acto de memoria: una manera de honrar a quienes aprendieron del abuelo o del tío pescador, una forma de seguir perteneciendo a un lugar. En un mundo cada vez más acelerado y desconectado de lo esencial, la pesca con atarraya nos recuerda que hay oficios que no se pueden aprender en tutoriales ni comprar en línea. Se viven, se sienten y se lanzan, como la red, con el cuerpo entero.
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–>Tomado de https://www.mexicodesconocido.com.mx/



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