Pepe Carvalho, entre el sueño tropical y el extrarradio: «Confronta a los de arriba y los de abajo»

Hernán Migoya y Bartolomé Seguí adaptan al cómic 'Los mares del sur', la novela más popular del detective, con la que Vázquez Montalbán ganó el Premio Planeta en 1979 Leer#ExpresionSonoraNoticias Tomado de http://estaticos.elmundo.es/elmundo/rss/cultura...
‘Los mares del sur’

Actualizado Martes,
21
diciembre
2021

08:41

Hernán Migoya y Bartolomé Seguí adaptan al cómic ‘Los mares del sur’, la novela más popular del detective, con la que Vázquez Montalbán ganó el Premio Planeta en 1979

Al saber que había ganado el Premio Planeta (ocho millones de pesetas por entonces, en 1979), Manuel Vázquez Montalbán se encendió un habano. Tenía 40 años, cuatro libros de poesía y otras tantas novelas a sus espaldas, además de varios ensayos e innumerables crónicas periodísticas. Montalbán ya había creado a su popular detective Pepe Carvalho, pero con Los mares del sur rompía aún más las estructura del género negro. Es casi una novela política, de realismo social, un retrato ya desencantado de una democracia recién estrenada. «Con esta novela más que ninguna otra, se marcan mucho dos realidades. Montalbán confronta dos mundos: los de arriba y los de abajo, la burguesía de Pedralbes y Sarrià con los desarraigados no solo de la Rambla o el Chino sino del extrarradio de Barcelona», señala Bartolomé Seguí, que vuelve a dibujar a Carvalho en su aventura más emblemática (es el tercer tomo que publica Norma tras Tatuaje y La soledad del manager).

A diferencia de la novela, el cómic de Los mares del sur (Norma) empieza con un Carvalho en estado etílico que asiste a una charla sobre novela negra llena de bohemios con el «aspecto de huevos cocidos que tienen todos los intelectuales, pero adaptados a la española: con menos densidad que los huevos duros de otros países». Pura mordacidad marca Montalbán (que incluye referencia explícita a Juanito Marsé) que el guionista Hernán Migoya mantiene a lo largo del álbum: «Carvalho siempre se ríe de las élites. Y el verdadero Montalbán está en Carvalho: se permite expresar en el personaje sus pensamientos internos, los que no van con la línea oficial, incluso sus contradicciones. Porque Carvalho es un tipo absolutamente contradictorio, que fue comunista y después agente de la CIA, que quiere estar con el pueblo pero, en cierto modo, lo menosprecia».

En Los mares del sur, Carvalho tiene que investigar la muerte de un rico empresario, Carlos Stuart Pedrell, que supuestamente llevaba un año de crucero por la Polinesia, pero aparece muerto en un descampado a las afueras de la ciudad. Lejos del Tahití de Gauguin que obsesionaba al muerto, la búsqueda de ese paraíso primitivo conduce a Carvalho al lugar más insospechado: la ciudad dormitorio de San Magín (el actual Bellvitge de L’Hospitalet), una colmena de bloques altos construida a base de especulación y amianto para hacinar a los más pobres, a los inmigrantes que venían del sur. Un paisaje de periferia que Seguí dibuja a toda página, con una arquitectura casi carcelaria, opresiva, y calles aún sin asfaltar. Una estampa que contrasta con el hedonismo de las escenas de restaurante; guardando la fidelidad montalbaniana, se despliega toda una galería: Casa Leopoldo, Vía Veneto, el asiático Río Azul, El Chiringuito de Julio, La Oca… «Más que una trama detectivesca, el libro de Montalbán es una crónica urbana de una Barcelona anterior a las Olimpiadas, la que yo conocí cuando llegué en el 82 y que ya dibujé en El Víbora. Una Barcelona que pertenecía a los barceloneses y que aún no se había puesto guapa», apunta Seguí. Por esa Barcelona de los bajos fondos y de la burguesía catalana se arrastra un Carvalho profundamente desencantado y alcoholizado, con un toque nihilista, que sigue llamando a Charo (la prostituta con la que mantiene una pseudorelación) y quemando libros de su biblioteca cuando está melancólico. «Quemar libros es la seña de identidad de Carvalho, lo eleva a la altura cervantina y quijostesca. Algo que en otro contexto sería atroz o un acto de censura refleja aquí al Montalbán poeta: es un lamento maravilloso, un ajuste de cuentas con la cultura. En vez de encontrar la verdad en la literatura, ésta le ha arrebatado la vida real. Carvalho ya no cree en nada. Y no hay nada más literario que quemar libros en la chimenea», defiende Migoya. Un Maurice Leblanc, una Balada del café triste de Carson McCullers…, Carvalho solo indulta a los clásicos. Y Montalbán ya es un clásico.

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