Brasil dio el último adiós a Pelé, la leyenda que unificó en el luto a una nación sumamente dividida.
Pelé fue sepultado ayer en la ciudad a la que convirtió durante años en una capital futbolística del mundo, lo que marcó el final de los funerales del astro cuyo deceso causó pesar entre millones de aficionados dentro y fuera de Brasil.
El presidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien recién asumió su cargo, rindió homenaje a Pelé en Vila Belmiro, el estadio donde jugó como local durante la mayor parte de su carrera.
Pelé yace ya en Santos, la ciudad en que creció y se volvió famoso. Se ofició una misa en el estadio antes de que un camión de bomberos llevara el féretro por las calles hasta un cementerio cercano.
A la llegada del cortejo al cementerio, bandas de música interpretaron la canción oficial del club Santos y un himno católico. Poco antes, los asistentes corearon temas de samba que le gustaban a Pelé.
No asistió al funeral ningún reconocido futbolista activo o retirado de Brasil.
Los asistentes, que fueron alrededor de 230 mil según estimaciones del Santos, eran en su mayoría lugareños, aunque algunos viajaron desde lejos. Muchos eran demasiado jóvenes para haber visto jugar a Pelé en vivo.
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