Culturas impopulares
Jorge Pech Casanova
Ya que el gran novelista Paul Auster falleció, algunos periodistas que no han leído sus libros afirman que visitó México por primera ocasión en 2008, cuando inauguró una hinchada feria del libro oaxaqueña. Sin embargo, Auster ya había presentado su obra en México desde el año 2000, cuando sus obras Trilogía de Nueva York y El cuaderno rojo comenzaban a gozar de la extraordinaria fama que fue aumentando conforme el escritor publicaba nuevos libros. Más aún, Auster vivió en México a finales de 1972, y lo cuenta en un libro suyo.
Gracias a las notas de Renato Ravelo en La Jornada, entre el 19 y el 22 de febrero del 2000, tenemos el registro de la visita que Auster hizo entonces a México y, particularmente, a Oaxaca. Por los informes de Ravelo recordamos que el autor de Ciudad de cristal estuvo acompañado por su segunda esposa, la novelista Siri Hustvedt, y su entonces joven hija Sophie. Además, acompañaron en Oaxaca a la familia Auster la novelista Maureen Howard y el escritor mexicano Alberto Ruy Sánchez. Auster y Howard fueron invitados a México, detalla Ravelo, por una asociación de escritores neoyorquinos y la embajada de EEUU.
En el centro Cultural Santo Domingo, aquella noche de febrero del año 2000 Auster acaparó la atención con su lectura y charla. Nadie del auditorio parecía interesado en la novelista Howard, y el fragmento de la novela que leyó parecía farragoso ante la narración vivaz y mordiente del neoyorquino (no lo comentó el periodista. Lo recuerdo yo con pena aún, pues aunque Auster y Ruy Sánchez insistieron en que se hicieran comentarios sobre la lectura de Maureen Howard, todos insistían en sólo dirigirse al autor neoyorquino).
Renato Ravelo detalla: “… para los ahí presentes seguramente Auster ya es un clásico. Y su voz, que recupera en inglés historias de El cuaderno rojo, tiene su eco en los audífonos de la traducción […]. El recital se convierte así, a momentos, en un desdoblamiento sonoro entre dos idiomas, pero en realidad no se rompe ningún hechizo. Porque escuchar a Auster en inglés, […] cuando cuenta la historia del pastel de cebolla en París, en realidad es lo mismo que escuchar un blues. Algo dice la letra, pero lo importante es hacia dónde nos quiere llevar, y cuando ha terminado, algo en el ánimo es diferente. Hecho estético le llamarían los especialistas”.
Añade Ravelo que en esa visita a Oaxaca, Auster, Hustvedt y su hija pasearon en la zona arqueológica de Monte Albán. Siri recibió de Ruy Sánchez un rebozo como regalo de cumpleaños. Auster se sorprendió de que no poca gente lo reconociera y le pidiese autógrafos (era reciente la publicación de Míster Vértigo en español), aunque hubo quien lo confundió con Jeff Goldblum, el protagonista de La mosca, de David Cronenberg.
Ocho años después, Auster regresó con Siri Hustvedt a Oaxaca. Vino como invitado a la Feria “Internacional” del Libro local. Aunque los organizadores anunciaron que el autor tendría contacto con el público durante la feria, el siniestro director de la editorial convocante cuidó de que ni en su única aparición en público el autor tuviese contacto con sus lectores. Requeridos los concurrentes al teatro “Macedonio Alcalá” a remitir comentarios en una hojita de papel, el invitado sólo recibió dos post-it con dos absurdas preguntas redactadas por el amanerado novelista y editor que se lo apropió en ese viaje: “¿Si tú fueras animal, qué animal serías?” y “Si tu novela fuera un dibujo, ¿qué dibujo harías?”, decían las notitas. Auster, perplejo, apenas respondió. Después, ningún simple mortal volvió a saber de él en Oaxaca.
Quizá en esos días Auster recordó su primera visita a México, ocurrida en diciembre de 1972. Narró esa experiencia en su libro Hand to Mouth (enespañol, A salto de mata). Austervivía en París, donde conoció a un productor cinematográfico a quien llama “Monsieur X”, casado con una dama mexicana, “Madame X”. Auster describe a Monsieur X: “hombre menudo y enigmático de cincuenta y tantos años. De origen ruso-judío, hablaba perfectamente varias lenguas, y a menudo pasaba del francés al inglés y al español en la misma conversación […] Antes de aquella noche no le había visto más que unas pocas veces, pero siempre me había parecido un personaje siniestro, alguien que ocultaba su juego: astuto, secreto, impenetrable”.
A Madame X, Auster la describe con simpatía: “Mexicana de nacimiento, casada desde los dieciocho o diecinueve años […] De temperamento artístico, se dedicaba por turnos a la pintura y la escritura […] Sus verdaderas dotes consistían en ayudar a los demás, y se rodeaba de artistas y de aspirantes a artistas de todas las edades, codeándose con famosos y desconocidos, a la vez colega y mecenas. Dondequiera que iba, era el centro de atención: una mujer espléndida, enternecedora, de larga cabellera negra, envuelta en mantos con capucha y tintineantes joyas mexicanas, de humor cambiante, generosa, leal”.
Después de algunas buenas experiencias con Auster (sintetizó guiones y tradujo un drama en verso, Quetzalcóatl, escrito por Madame X), el productor de cine contrató al escritor en ciernes para que ayudara a la dama a convertir en novela su drama. El trabajo había de realizarse en México, específicamente en Tepoztlán (Tepotzolán, escribe Auster), donde la señora pasaba una temporada con sus familiares mexicanos. Con muchas reservas aceptó la encomienda el autor. Durante un mes residió en Tepoztlán, donde halló a Madame X devastada por el abandono de un amante. Auster se pasó el mes de diciembre de 1972 en el poblado morelense insistiendo sin éxito en que la dama escribiese su novela.
El novelista detalla ese revés: “Esperaba que las cosas fuesen mal, pero no hasta aquel punto. Sin dar más vueltas a toda la complicada historia (el tipo que quiso matarme, la esquizofrénica que me tomó por un dios hindú, la miseria alcohólica y suicida que permeaba todas las casas donde entré), los treinta días que pasé en México fueron los más sombríos, los más perturbadores de mi vida”. Peor aún, a fines de diciembre de 1972 un terremoto devastó Managua y el beisbolista favorito del escritor, Roberto Clemente, murió al estrellarse su avión cuando llevaba ayuda a los nicaragüenses.
De regreso en París, Auster fue llamado por Monsieur X. En el automóvil del millonario, el neoyorquino refirió la crisis creativa de Madame X, el fracaso de su misión. El empresario exigió de vuelta el pago de dos mil quinientos dólares que le anticipó. Auster se negó, señalando que en previsión de alguna contingencia similar había pedido el anticipo. No era culpa suya que no hubiese libro. El productor lo bajó de su auto y no volvió a buscarlo.
Auster nunca aclaró quiénes eran el políglota productor de cine y su esposa mexicana. Arriesgo una conjetura: sus descripciones evocan a Paul Julius Kohner, productor de cine entre 1920 y 1988, de origen austríaco, quien hablaba seis idiomas. “Pancho” Kohner conoció en 1929 a la actriz Lupita Tovar (nacida en Matías Romero, Oaxaca) durante el rodaje en versión castellana de Drácula, de Todd Browning. El matrimonio duró hasta 1988, cuando el empresario falleció. La decana del cine sonoro mexicano vivió 106 años, hasta 2016.
En el año 2000 Lupita Tovar tenía 90 años de edad. Si era ella la Madame X de Auster, quizá por consideración hacia la veterana ex actriz el novelista evitó identificarla, pese a que Renato Ravelo le insistió al entrevistarlo para La Jornada. “Auster en Oaxaca: dos magias que se sonrieron al reconocerse”, resumió el periodista mexicano sobre ese encuentro del autor neoyorquino con el entorno oaxaqueño, hace casi un cuarto de siglo.
Tomado de https://morfemacero.com/
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