Para ser escritor, hay que escribir aun cuando no estás escribiendo: Héctor García

ENTREVISTA Y FOTOS: MERCEDES CORTÉS/LALUPA.MX

Con las libertades de la infancia en el pasado, y de cara al trayecto incierto de la adolescencia, Héctor García, de 13 años y sin conocimiento de causa, tomó una decisión que le cambió la vida. Apagó la televisión y leyó El coronel no tiene quien le escriba, de Gabriel García Márquez. Aquel libro, que el propio autor describiera como “una historia que se mordía la cola”, despertó en Héctor el hábito de la lectura y el interés por la escritura.

Trece años y un régimen de constancia y disciplina después, en 2022, Héctor fue elegido primer lugar en el Concurso de Cuento Ignacio Padilla que organiza el municipio de Querétaro. Su cuento, titulado El escritor de cuentos imposibles, dio nombre además a la primera publicación impresa de la recientemente inaugurada editorial municipal Letra Capital.

“Recuerdo que terminando de leer ese libro hubo un cambio total. Pensé en que quería hacer algo así. Eso habrá sido en segundo de secundaria, y a partir de ahí supe lo que quería hacer”, revela Héctor, quien hoy ya cuenta con la licenciatura en estudios literarios.

En la narrativa de El coronel no tiene quien le escriba, donde García Márquez elabora un retrato de su abuelo –un veterano de la guerra civil que pasó su vida en esperanza–, Héctor encontró un panorama introspectivo y muy personal con el que hizo clic. Se nutrió de la crudeza que acompaña al coronel en la infinita espera de su pensión como veterano, y concibió en ese desolado soliloquio una fuente de inspiración para crear historias.

“Concretamente, la imagen del coronel raspando la olla de café, buscando lo íntimo. Esos alcances que puede llegar a tener una persona al definir su carácter. De estar tan aferrado a algo”, subraya Héctor.

Gabriel García Márquez confesó en una entrevista –a contracorriente de la crítica– que si en el transcurso de su vida literaria habría escrito una obra maestra sería El coronel no tiene quien le escriba.

La novela publicada en 1961 nació como una comedia dirigida a desentrañar la férrea persistencia de su abuelo; pero evolucionó para convertirse en un espejo. Un reflejo de sus propias esperanzas.

“La comedia la volteé al revés. A medida que iba escribiendo la historia me iba dando cuenta que nunca me llegaría la plata y nunca me contestarían los amigos a los cuales había acudido”, señaló el premio Nobel de Literatura.

El realismo mágico de Gabriel García Márquez le abrió las puertas a Héctor García al universo literario; lo impulsó a practicar una lectura cada vez más consciente, detallada y profunda.

Al cursar la secundaria comenzó a escribir pensamientos, ideas y anhelos sin directrices definidas. Más adelante, en la búsqueda de ese andamiaje que le diera definición a sus capacidades, Héctor ingresó a un taller de escritura que le presentó un mundo de revelaciones y prolongados horizontes.

“Caigo en cuenta de que es mucho trabajo. Formo el hábito de escribir diariamente teniendo más noción de la estructura propia de un cuento. Lo hago de manera más formal, y al momento de tener una idea o escribir algo no sólo la anoto, sino que me planteo la idea de cómo hacerla caber en un cuento”.

En este punto, y habiendo escogido la licenciatura en estudios literarios que estudió en la Universidad Autónoma de Querétaro, escribir diario se convirtió en un régimen duro e inflexible. La calidad de la escritura no sería tan importante como mantener esta norma con vigencia. El propósito central, señala Héctor, es mantener al cerebro entrenado para esta actividad. Sabe que darle tregua, en el mayor de los casos, es un retroceso.

Escribir diario es un régimen estricto para Héctor, licenciado en estudios literarios por la Universidad Autónoma de Querétaro.

“Sí es necesario ser estrictos en ese sentido. Entiendo que cada persona tiene sus procesos, pero en mi caso necesito ser estricto. Tampoco digo que sea todo el año, pero sí hay una diferencia importante en mi trabajo cuando le dedico tiempo a la escritura. En cuanto a la estructura, reviso, reviso, reviso y reviso. Uno nunca está completamente conforme”, señala.

Adoptada la literatura como forma de vida, Héctor descubrió que ser escritor implica darle entrada en la profesión a los pensamientos más íntimos; a los trayectos de ida y vuelta a casa; a los rincones y secretos de su habitación; a sus vivencias típicas y extraordinarias; a su espacio laboral, a sus amores y amistades.

“Estás en el súper, en el trabajo, en una fiesta, y te das cuenta de que van surgiendo ideas y las vacías. También es verdad que la recurrencia tiene que ver con el tiempo que dedicas a escribir diariamente. Puede ser que te enfrentes con un bloqueo total en ese horario que tienes destinado a escribir, y puedes no concluir nada o casi nada bueno. Una de las cosas que va haciendo el hábito propio de la escritura es que uno escribe también cuando no está escribiendo”, señala.

Ese mismo cateo espiritual, la introspección personal y la confrontación entre las ilusiones y la desesperación; el anhelo y la traición, o la erosión natural de todos los aspectos de la vida, son elementos que, aunque generalmente yacen ocultos debajo de la piel, representan la principal fuente de inspiración del autor.

Al escribir El escritor de cuentos imposibles –cuento que lo hizo ganador del Concurso Ignacio Padilla en 2022– Héctor configuró su proceso creativo a partir de los matices realistas adquiridos de la narrativa de Gabriel García Márquez, pero también en la influencia de escritores que exploran, con sus muy particulares herramientas, ese lado sombrío del ser humano, entre ellos el argentino Ricardo Piglia.

Y aun cuando no recuerda con exactitud el contexto, el personaje o el lugar del que surgió la idea para dar origen a este cuento, sabe que a raíz de estas lecturas le dio por escribir sobre “el juego del creador viéndose frente a su obra y pensando en lo que podría pasar fuera de la vida misma”.

En Gabriel García Márquez, Héctor encontró un panorama introspectivo y muy personal con el que hizo clic.

El deseo de trascendencia es otro de los temas que Héctor pone sobre la mesa de análisis en esta narración. Y fuera de ella, paralelamente, se cuestiona: ¿cuándo eres escritor realmente? ¿Sólo cuando te publican?

“Parto de la idea de que, de cierto modo, un escritor no muere. Pero esa es mi percepción. Creo que de repente las intenciones, tal vez no de todos los escritores, pero creo que sí sucede mucho, son lograr eso a través de la escritura y de la palabra. Y finalmente creo que quien quiere escribir es quien quiere comentar con otras personas que están pasando lo mismo”, dice.

De cara a esta reflexión, el personaje protagónico de El escritor de cuentos imposibles, Ernesto, entrelaza un pensamiento común con Héctor –aun cuando Ernesto se enfrenta a obstáculos infinitos para materializar su vocación de escritor–. En el lector queda suspendido un planteamiento: ¿Estaremos nuevamente frente a una historia que se mordía la cola? En el lector de cuentos imposibles, ¿hay fusión de ficción y no ficción?

La realidad –añade Héctor– es que todas las personas se ven obligadas a enfrentar sus propias batallas intestinas, especialmente los artistas, pues recurren a diversas disciplinas para expresarse o para construir ventanales a la medida de sus demonios.

En El escritor de cuentos imposibles, Héctor respondió a su impulso por retratar en la literatura el juego del creador viéndose frente a su obra y pensando en lo que podría pasar fuera de la vida misma.

En la literatura, además de esas virtudes liberadoras, Héctor encuentra un puente por el cual cruzar para conocer otras vidas y empatizar con otras personas. La investigación y la exploración de diferentes atmósferas, otras épocas o la diversidad de condiciones, son las piezas de su rompecabezas narrativo.

El Premio

Fue en su oficina que Héctor García recibió la noticia de haber sido seleccionado por el municipio de Querétaro como el primer lugar del Concurso de Cuento Ignacio Padilla, en el que había participado en ediciones anteriores. Su primera reacción fue dejarse llevar por el remolino de emociones y gritar sin importar, por un instante, la presencia de su jefe. Más tarde, Héctor García celebró que fuera esta su primera publicación impresa, la primera de muchas conquistas conseguidas con el tiempo, la dedicación y la constancia; de cruzar puentes hacia otros universos y ponerse los zapatos de otros, de crear personajes emanados de la introspección de quien toma consciencia de su mortalidad.

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Last modified: 28 mayo, 2023Tomado de https://lalupa.mx/