Se ha dado a conocer que el legendario cantante Tony Bennett ha fallecido a los 96 años en su queridísima ciudad de Nueva York.
”Ya casi nunca es el viejo Tony, excepto cuando canta; es entonces que desparece el Alzhéimer y cualquier tragedia de nuestra vida para volver a ser el Tony de siempre. Se le puede olvidar cualquier cosa, incluso las actividades más fundamentales, pero nunca olvida una sola de sus canciones”.
Hay personas cuya misión en la vida es una y hagan lo que hagan no podrán evitarla. Para Anthony Dominick Benedetto, ni la orfandad, ni la pobreza ni la segunda gran guerra ni la cocaína y ni siquiera el tiempo le impidieron hacer eso para lo que vino a este mundo: cantar.
Y así se va: como una leyenda absoluta que junto a contemporáneos como Frank Sinatra, Frankie Vallie, los monstruos de Brodway de los 60 y los nombres míticos de la Motown, cimentaron un canon sin fecha de caducidad sobre lo que representa cantar de verdad en el mainstream.
De Anthony a Tony
Anthony Dominick Benedetto nació el 3 de agosto de 1926 en Nueva York. Hijo de migrantes italianos, apenas a los 10 años se quedó huérfano; pero para entonces ya se había infiltrado en la vida nocturna de Brooklyn como cantante de restaurantes, bares y centros nocturnos dada la calidez de su voz. Su origen no era acomodado ni aristocrático, por lo que durante los primeros 20 años de su vida padeció las inconsistencias cotidianas de la pobreza.
Hacia mediados de los 40 es enlistado para el tramo final de la Segunda Guerra Mundial. No había pasado ni una semana en los cuarteles del ejército de los Estados Unidos cuando ya se había ganado la fama de cantante prodigioso, lo que le valió la posición de entretainer durante los días de descanso de los distintos pelotones.
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Una vez que las tropas aliadas regresaron a casa, le resultó fácil recuperar su trabajo como cantante y aprovechó para educarse en el American Theatre Wing. Hacia finales de 1946 ofreció su primer show como co-estelar del trompetista Tyree Glenn; pero no sería hasta 1949 que recibió su gran oportunidad al ser descubierto por el entonces muy famoso comediante Bob Hope, quien lo invitó a abrir su gira por toda la costa este no sin antes despojarlo de ”Joe Bari”, ese nombre sin efecto con el que Anthony se presentaba, para rebautizarlo como Tony Bennett.
”Mi peor enemigo es el Rock”
Bajo el cobijo de Bob Hope, su éxito fue contundente, tanto que al terminar esa gira por la mitad de Estados Unidos ya tenía asegurado un contrato con Columbia Records. Así inició la primera década prolífica de Tony Bennett, en la que grabó singles muy famosos que además llevaron mucho dinero a sus arcas: ”Beceause Of You”, ”I Left My Heart In San Francisco” o discos como Could 7 lo tuvieron durante varias semanas en los puestos más altos de Billboard.
Pero entonces llegó el Rock n Roll y una nueva juventud ávida de una revolución sonora que encontraba la música de Tony Bennett como anticuada, sosa y ”demasiado blanca”.
Así fue que, durante los 60 y los 70, su vida en la música pasó sin muchas penas ni muchas glorias, con canciones como “The very thought of you”, “Sunrise, Sunset” y “Let’s fall in love with the songs of Harold Arlen & CY Coleman” que lograban espacios modestos en la radio.
En el terreno personal, atestiguó el fracaso de su primer matrimonio. Aquel amor finito con Patricia Beech les trajo dos hijos: Danny y Deagal Bennett. Para 1971 Tony lo intentó de nuevo, ahora con la actriz emergente Sandra Grant, con quien se dispuso a despilfarrar todo lo que empezó a ganar veinte años antes.
Llegó la tentación de los excesos y como muchos en esa década, Tony sucumbió a la pasión por la cocaína y el champán. El punto de quiebre fue una madrugada de 1979, cuando la otrora estrella se desvaneció en su baño debido a una sobredosis. La muerte lo vio de cerca y aunque sobrevivió, ese se convirtió en el fondo que tenía que tocar:
Se volvió a divorciar, estaba acorralado por el fisco y su música cada vez tenía menos relevancia en la esfera mediática.
Fue entonces que conoció a Susan Cow, una profesora y admiradora de quien se enamoró y terminaría por ser su compañera hasta el último respiro.
The art of excellence
Susan y Tony usaron la década los 80 para re-asentar su vida. Tony dejó la cocaína, se puso a mano con hacienda y se relacionó con la música con mesura. Justo cuando parecía que estaba condenado a una jubilación prematura, la industria de la música dio un giro en la trama y el universo le obsequió una nueva oportunidad: MTV lo invitó a presentar su propio Unplugged y contrario a lo que cualquiera podría esperar en una era regida por el Grunge, el Britpop y el Rap, el especial tuvo éxito y aludió a una audiencia que buscaba revalorizar a sus héroes y heroínas clásicos.
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Sin retomar su papel de figura ultra masiva, Tony Bennet sí alcanzó un éxito considerable que le permitió volver a grabar música con seguridad y con ello, trascender su legado a nuevas generaciones.
Desde entonces, The Art Of Excellence, Perfectly Frank , The Playground, A Wonderful World”, o A Swingin’ Christmas y sus famosos discos que mezcla colaboraciones con leyendas y nuevos talentos construyeron un segundo catálogo esplendoroso.
Particularmente sus encuentros artísticos con Lady Gaga y Amy Winehouse lo volvieron a situar en la punta de la discusión pública y durante casi veinte años puso sus mayores esfuerzos en las giras y residencias.
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En 2021 su familia dio a conocer que Tony fue diagnosticado con Alzhéimer en 2016 y que hacia 2018 empezó a presentar síntomas cada vez más explícitos de su deterioro; sin embargo, no fue hasta hace 18 mese que se retiró oficialmente de los escenarios.
Jamás dejó de amar Nueva York.
Hoy nos hemos enterado de su partida y su ausencia es una pena para toda la Música contemporánea que tiene que agradecerle el haber elevado el estándar de calidad para generaciones de cantantes que vinieron después de él.
Su mote como ”el último gran ‘crooner” es más que merecido. Hasta siempre.
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Tomado de https://warp.la/
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